En su discurso de
Investidura como presidente de la Generalitat –es el quinto—Artur Mas ha
anunciado la liquidación, el fin, del autonomismo, pues no hay otra solución
que un estado propio para Catalunya, un Estado independiente que no califica
como república, como hacen los de la CUP y Esquerra republicana.
El programa que ha
presentado es de 18 meses, para que se puedan construir las “estructuras de
estado” en Catalunya: una seguridad social propia, una hacienda propia, unos
tribunales propios, un banco central propio y una política exterior propia.
“Hay que elegir –dijo— entre sumisión (que tiene un coste) y libertad (que
tiene un precio)”. Se terminaron las terceras vías, los intentos de negociación
con el Estado han sido vanas.
¿En qué se basa para este
propósito? En que tiene la mayoría absoluta de los diputados del Parlament
(Junts pel Sí más la CUP), pues el pueblo de Catalunya “ha dado un mandato a la
cámara para iniciar el proceso independentista”. Se acabaron la Constitución,
el Tribunal Constitucional, los gobiernos de Madrid y la justicia del Estado
español: todos han ido en contra de que Catalunya tenga una personalidad propia
y sea reconocida como nación, en un claro papel victimista.
La CUP ya ha hablado tras
el discurso de Mas y ha dicho que este ha desgranado el programa de Junts pel
Sí, “que no es nuestro programa”. Estamos de acuerdo con el independentismo,
han dicho, pero no en lo demás y ha calificado de “decepcionante” el discurso
porque no ha hablado ni una palabra de corrupción.
Para Joan Coscubiela de
Catalunya Sí que es Pot (Podemos más Iniciativa), Artur Mas está ya hablando
como “ex presidente”, pues está tomando el pelo a los catalanes si creen que se
puede crear una hacienda, una seguridad social y un banco central de modo
unilateral. “Esto es imposible”, ha dicho.
Artur Mas, y lo reafirman
todos los grupos de la oposición, no tiene un mandato democrático para cambiar
la autonomía catalana en un estado catalán, porque no cumple con la legislación vigente, no ya
española, sino ni siquiera el Estatut, que requieren mayorías cualificadas de
90 diputados para las reformas que pide. Mas ha anunciado leyes que fueron ya
anunciadas en sus tres debates de investidura y que no ha cumplido.
Mas no tiene
credibilidad, pues lidera un partido y unas personas acosadas por la justicia a
causa de la corrupción. Artur Mas ha utilizado los silogismos y sofismas del
independentismo. Artur Mas ha tenido un discurso de un político derrotado, un
político victimista y que ha llegado a su ocaso. Ha sido un discurso en el que
ya sabe que no le van a votar, y ha mendigado los votos de la CUP, sin
conseguir convencerlos, y parecía que su tono desafiante servía solo para
salvarse a sí mismo, llevando a las instituciones catalanas a la ilegalidad
democrática. Patético.
Mientras, fuera en la
calle gritaban: “Mas President!, Catalunya Independent!”. En el Parlament,
incluso algunos de los suyos se peguntaban: ¿habrá sido el canto del cisne?
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