Catalunya ha perdido, o pierde—es cuestión de meses—una de las instituciones más cercanas al pueblo y más sociales, como son las cajas de ahorro. La gran mayoría –casi todas—eran entidades de ahorro más que centenarias, creadas precisamente para dar un servicio y un contenido social al ahorro de las familias del país. Así lo quisieron sus fundadores, ya sean públicos o privados, que querían reinvertir entre sus gentes el ahorro recibido. El catalán medio iba a las cajas porque confiaban en ellas, no sólo por tener cerca los órganos de gestión centrales, sino porque sabía porque era atendido como persona singular, como familia singular, con nombre y apellidos, de la casa tal y cual. La gente no iba a los grandes bancos, porque eran despersonalizados, jugaban más al gran capital y no al ahorro. Las cajas tenían sus libretas, sus imposiciones fijas, y todos se fiaban de ellas. Esto se ha perdido. Se ha perdido la confianza elemento esencial para una entidad de ahorro. El ahorro hoy tien...
Reflexiones sobre la actualidad (Artículos del autor publicados en la prensa)