El rey Felipe VI no
recibió a la presidenta del Parlament de Catalunya cuando fue elegido Carles
Puigdemont como presidente de la Generalitat. ¿Por qué? Según me han explicado
distintas fuentes conocedoras del tema, la actitud del Rey se debe a que quiere
ser consecuente con los que juró hace año y medio, fecha en que se da por
terminado el periodo de la transición política española de la dictadura a la
democracia.
Algunos, con escasa
fortuna, han atribuido la actitud del Rey a que aquel día se celebraba el
juicio en el que está procesada su hermana la infanta Cristina. Nada de eso. El
Rey no ha movido agenda por el caso Cristina de Borbón.
La audiencia real a la
presidenta del Parlament, no es preceptiva, pues el Rey en el caso del
nombramiento de Presidente de la Generalitat, simplemente debe estampar su
firma, sancionar el nombramiento. En tres ocasiones el Rey (en este caso el rey
Juan Carlos) recibió a los presidentes del Parlament de Esquerra Republicana,
como el caso de Heribert Barrera y de Ernest Benach. Recuerdo las palabras del
Rey ante el presidente republicano, en este caso Ernest Benach: “hablando la
gente se entiende”.
Con Heribert Barrera, la
audiencia real celebrada en marzo de 1979, fue un tanto agitada. El rey Juan
Carlos esperaba esta audiencia, pero Heribert Barrera no llegaba. Se retrasó
una hora. ¿Qué pasó? Sencillamente, el president Barrera al llegar al
aeropuerto de Barajas (hoy Adolfo Suárez) cogió un taxi. Nada de coches
oficiales como hay ahora. Era la primera legislatura. Y le dijo al taxista: “¡a
la Zarzuela!”. El taxista, madrileño castizo, no vio en los andares de Heribert
a un “hombre de Estado”, así que lo llevó al Teatro de la Zarzuela. Allí el Rey
no estaba, ni se le esperaba. Tuvo que desandar y tomar el camino hacia el
Palacio de la Zarzuela, donde finalmente se encontró con el rey Juan Carlos.
Anécdotas aparte, Carme
Forcadell tenía intención de que el nuevo president no prometiera “fidelidad al
Rey y a la Constitución”. Entonces, si esta era su intención, ¿a qué venía el
paripé de la audiencia real?
Por otro lado, Carme
Forcadell, cuando tomó posesión de la presidencia del Parlament, no amagó sus
intenciones, a pesar de tener un cargo institucional y de representar
teóricamente a “todos” los diputados.
Dijo al final: “¡Visca la República Catalana!”. Y esto al Rey no le gustó,
lógicamente. La libertad de expresión también tiene sus consecuencias.
Quien ha seguido la vida
del monarca Felipe VI, desde su toma de posesión en junio de 2014, sabe
perfectamente que el Rey no es amigo de paripés, de falsas lealtades, o
disimuladas deslealtades. El Rey sabe que Carme Forcadell no ha decidido
representar a “todo” el Parlament, sino solo a la parte soberanista, es decir a
72 diputados (JxS más CUP). Y sabe también que durante la campaña electoral se
ha puesto al Rey y a la monarquía con insultos nada edificantes.
Felipe VI ha recibido en
audiencia a muchos republicanos, pero el caso de Forcadell es distinto. No iba
como republicana, sino –dice ella—como “representante del Parlament de
Catalunya que proclamará la república catalana y se desenganchará de España en
cuestión de meses”.
Por lo tanto, Felipe VI
se preguntó: ¿había obligación constitucional, parlamentaria, o institucional
en recibir a la presidenta Forcadell? No. Entonces que me lo envíe por mail
para cumplir con la legalidad del nombramiento.
Por otro lado, la
mediatización de la vida pública ensucia algunas veces determinados gestos.
Como la constitución del Congreso de los Diputados y el Senado. Cuando una
persona es recibida en audiencia por una alta autoridad, luego están las
decenas y decenas de micrófonos esperando lo qué dirá a la salida. A veces
hacen declaraciones peregrinas, sin ton ni son, que no dejan en buen lugar al
que concede la audiencia.
Los periodistas
lógicamente le habrían preguntado a Carme Forcadell: ¿habló con el Rey de la
futura República Catalana?... ¿de la futura “desconexión” de Catalunya de
España?... ¿del proceso hacia la independencia?, y un largo etcétera. Son peguntas obligadas de los periodistas. Por eso
también el Rey dijo que era suficiente el mail. En otro tiempo se hubiera
dicho: “que lo pase por fax” o por télex.
Y esto es como la omisión
del “agradecimiento por los servicios prestados”. ¿El Estado tiene que
agradecer a Artur Mas sus desvelos por llevar a Catalunya fuera de España? ¿Por
consumar la ruptura? ¿Por celebrar referéndums o plebiscitos? No, gracias. ¿Es
de buena educación? Tal vez, pero las formas deben corresponder a la praxis
política.
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