El proyecto de Constitución de Catalunya, hecho
público hace pocos días, y redactado por una comisión presidida por el
magistrado Santiago Vidal, recoge en su articulado los trazos muy típicos de
las ideologías actuales presentes en Catalunya, especialmente en los medios de
comunicación. Como todas las constituciones contiene principios muy buenos y
otros que no lo son tanto. Solo tiene 97 artículos frente a los 223 del actual
Estatut d’Autonomia de 2006.
El proyecto de Constitución, que se declara “aconfesional” (art. 13) sigue la ideología actual de género y
remarca una y otra vez el masculino y el femenino en los sustantivos, como “un/a (el/la) President/a”, “el/la Primer/a ministre/a”, “els/les diputats/des”, “el/la síndic/a”, “els/les jutges/esses”, etc. Si toda normativa ha de ser así, mejor
sería utilizar el original en inglés que no tiene género, o casi no tiene, y nos
ahorraríamos tiempo y papel.
Comprendemos que se trata de un anteproyecto y admite enmiendas, pero
indica ya las formas cómo el independentismo quiere gobernar Catalunya, es
decir con muchos tics autoritarios y presidencialistas, sin los cuales la
estructura del estado constitucional previsto se cae.
Junto a lo anterior hay un tema como que “nadie podrá llevar el rostro oculto en su totalidad, a fin de evitar la
impunidad” (art. 15). Parece una medida antiterrorista, pero no lo es: es
contra el velo islámico.
Otro aspecto interesante es al largo articulado sobre el Poder Judicial,
donde el Ministerio Fiscal forma parte del Poder Judicial (en España ahora no
es así) aunque tendrá una estructura jerárquica, y el Fiscal General debe ser
aprobado por el Parlament, a propuesta del Consejo General del Poder Judicial. El
texto no aclara quién elige a los miembros/as del Consejo. Aquí se nota la mano
del magistrado Santiago Vidal.
En temas fundamentales, como es la enseñanza, dedica muy poca letra: ni
siquiera menciona que habrá una pluralidad de centros, privados, públicos, etc.
Solo hace referencia al derecho y gratuidad de la primera y segunda enseñanza
hasta los 16 años,y que está garantizada la “libertad
de cátedra” y que la escuela pública tendrá “todos los recursos” que necesite para conseguir la calidad (art.
19). El artículo lleva por título “Derecha
a la educación”, pero en el texto solo se habla de “enseñanza”, que no es lo mismo.
De todas maneras, se dirá, la Constitución reconoce la propiedad privada, o
sea la empresa privada, pero esta si no cumple con los “deberes” de su “función
social” (art. 28, 1 y 2) “las
Administraciones podrán expropiar o restringir el derecho de propiedad y uso”.
Si esta Constitución se hubiera hecho cuando el Estatut de Sau, de 1980, se habría
explicitado que la empresa sería “autogestionada”
como pedía la fuerza mayoritaria entonces (socialistas y comunistas del PSUC).
Las constituciones no pueden tener visiones cortas en el tiempo ni ser arrogantes y
maximalistas. En el primer borrador, de noviembre pasado, se decía que
“Catalunya nunca será una Monarquía”. Se quitó. Pero ahora dice (art. 85,
1) que Catalunya es un “territorio libre de ejército y fuerzas
armadas, salvo de la propia policía (Mossos d’Esquadra) encargada de la
seguridad pública”. El redactado parece como si alegremente se pudiera
decir “Catalunya territorio libre de humos”. ¿Los aviones y los barcos de la
OTAN no podrán sobrevolar el cielo o atracar en puertos catalanes? Un poco
ingenuo. Catalunya no es Suiza, ni Suecia, ni Irlanda, y el Mediterráneo es el
mar con más guerras en el pasado y en el presente.Una cosa es el pacifismo de un pueblo y otro quererlo imponer al mundo.
El sistema electoral favorece a la Catalunya menos urbana. Como hay 40
comarcas, la mayoría de los diputados saldrán elegidos en las comarcas,
mientras que Barcelona, el Baix Llobregat y el Vallès Occidental verán reducido
su peso en el Parlament, cuando albergan al 70 por ciento de la población
catalana, y si quitamos las conurbaciones de Tarragona, Lleida y Girona nos
quedamos con una Catalunya empequeñecida. El Parlament representaría a una
Catalunya mucho menos urbana. No sería la Catalunya real.
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