La cadena televisiva norteamericana NBC ha suspendido temporalmente a su periodista estrella de los telediarios, Brian Williams por mentir en una información que se hacía pasar por héroe. El presentador de la NBC era el número uno, el más escuchado en Estados Unidos con un share de 9,7 millones de media, aunque era seguido a poca distancia por las cadenas ABC (8,7 millones) y la CBS (7,3 millones).
La fidelidad de audiencia que tenía Brian Williams se
debía a que no se casaba con nadie, decía lo que pasaba y sus informaciones
eran incuestionables: lo que decía Brian Williams era “la verdad”. Cobraba 10
millones de dólares anuales, naturalmente por contar la verdad a sus
espectadores. Renovó el contrato en enero pasado.
Todo ocurrió por hacerse el héroe, cuando no tenía
ninguna necesidad. Contó hace unos días que en la guerra de Irak --que cubría
como reportero-- una vez viajando en helicóptero el aparato sufrió el impacto
de una granada y tuvo que hacer un aterrizaje forzoso con riesgo de todos los
pasajeros. Esta versión lo repitió algunas veces hasta que la pasada semana le
escucho uno de los que viajaban en el helicóptero, y dijo que Brian Williams no
viajaba en este helicóptero y además estaba muy lejos. Llegó al cabo de una
hora al lugar del suceso. Williams estaba en otro helicóptero que no sufrió
daño alguno a cientos de kilómetros de distancia.
¿Por qué mintió Brian Williams? ¿Qué necesidad tenía
de hacerlo? Solo cabe una explicación: la vanidad. La cadena NBC no puede
permitir tener un periodista que tergiverse o mienta sobre los hechos. Es el
modelo de periodismo en Estados Unidos, el que miente no tiene cabida en esa
profesión, porque pierde su credibilidad antes los lectores, oyentes o
espectadores. Lo paga con su dimisión y se acabó el periodismo para él.
En un país muy exigente con los periodistas, a los
que se les pide que cuenten la verdad de lo que ocurre, no han faltado casos
como el de Brian Williams. Una periodista, Janet Cook, hasta llegó ganar el
Premio Pulitzer por contar la historia de un niño, Jimmy, tercera generación de adictos a la heroína, o
sea hijo y nieto de heroinómanos. Jimmy nunca existió como se demostró después.
El reportaje estaba escrito de forma genial, pero era falso.
Otro caso flagrante es el del periodista Jayson Blair
del New York Times que con solo tres años de profesión publicaba fantásticas
historias desde distintos países del Oriente Medio. Eran crónicas de guerra,
reportajes increíbles, por los que cobraba unas dietas suculentas, además de
los viajes. Resultó que todo lo escribía desde su casa con el móvil. Se le
descubrió, tuvo que dimitir no solo él sino la cúpula del New York Times por el
que trabajaba. Director y Redactor Jefe creían en él y sus historias aparecían
no pocas veces en primera página. Eran exclusivas, pero eran falsas. No vale en
el periodismo aquel aforismo italiano de que “se non è vero è ben trovato”, o
que una noticia no te estropee un buen titular. No se puede engañar nunca a los
lectores. La credibilidad, basada en la veracidad, es la columna más importante
de todo periodismo.
Como decía Charles A. Dana, periodista del New York Tribune, ya en el Siglo XIX, “facts are sacred, opinios are free” (los
hechos son sagrados, las opiniones son libres). Lo dijo también el periodista
liberal inglés, Charles P. Scott, en 1921 en su ensayo con motivo del
centenario del diario Manchester Guardian:
“coment is free, but facts are sacret”.
Muchos son los periodistas que han seguido y siguen esta escuela, que
desgraciadamente se ha visto criticada por el nuevo periodismo, especialmente
de los países latinos. Para este periodismo latino resulta al revés, “las
opiniones son sagradas y los hecho opinables”. Y así tenemos abundante
desinformación, porque ante un hecho lo importante es “el mensaje” que lleva y
no el hecho en sí mismo que es lo que hay que comunicar.
A Brian Williams la vanidad le ha costado la carrera,
pues en el periodismo informativo el último debe ser el “yo”. Y ahora se ponen
en duda sus informaciones que hizo un tanto fantásticas sobre en huracán
Katrina, donde "vio" un cadáver flotante en el barrio francés de New Orleans, cuando este barrio no se inundó. y otras informaciones en las que el presentador de la cadena
norteamericana era el protagonista.
Brian Williams no solo ha hecho un daño
irreparable a su carrera periodística, sino también ha dañado a la empresa por
la que trabajaba y de la que ganaba una millonada (la NBC), y de paso al periodismo
en general. En mi opinión, hay algunos grandes periodistas que dejan de serlo
cuando les invade el excesivo dinero, la vanidad o el interés personal por
delante del interés de su público.
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