El referéndum de Escocia, con el importante margen a favor de
los unionistas británicos, es lo más comentado hoy no solo en Europa, sino en
América y sobre todo en España por el caso de Catalunya que quiere realizar
una consulta independentista el 9 de Noviembre pero que no tiene permiso ni del
Gobierno ni del parlamento de Madrid. Con las cartas descubiertas de Escocia es
fácil hablar, pero cuando ganaba el “sí” secesionista en las encuestas
escocesas, los políticos europeos, americanos y españoles no lo veían tan claro
y creían que David Cameron había cometido un error grave pactando un referéndum
con dos preguntas sobre la secesión.
El
lehendakari vasco, Íñigo Urkullu, ha sido explícito, como lo fue en meses
anteriores: en Euskadi no se hará un referéndum pidiendo la secesión “si no es
en el marco de un pacto entre el gobierno central y el de Euskadi”. Sin pacto,
no hay referéndum. Urkullu sabe que los catalanes se van a estrellar por no
haber pactado la consulta secesionista, y haber tomado decisiones unilaterales
como decidir la fecha y la pregunta de espaldas al Gobierno.
¿Por
qué los europeos y los norteamericanos estaban nerviosos días antes del
referéndum escocés? Porque una secesión de Escocia rompería a Gran Bretaña y
cambiaría las reglas del juego en las instituciones de Europa, entrando en una
espiral de negociaciones con Londres y Edimburgo de muy difícil solución. Gran
Bretaña es un gran aliado de Estados Unidos y sin Escocia perdería peso en lo
económico y en lo militar y en consecuencia en lo político.
Los europeos estaban preocupados
porque si Europa nació precisamente como una unión de estados, abajando
barreras aduaneras y fronteras de todo tipo, es un contrasentido que apoye
ahora separatismos dentro de los estados miembros. Lo ha recordado Ángela
Merkel. Europa no quería la secesión y no quiere ninguna secesión, como se ha
visto reflejado al día siguiente de la votación en toda la prensa europea de
mayor peso y en las declaraciones de las principales fuerzas políticas que
gobiernan en Europa.
En el
continente europeo, con una historia más que milenaria, se han sucedido a lo
largo de los siglos muchas guerras continentales y hasta dos guerras mundiales,
por cuestiones de fronteras y por cuestiones económicas y religiosas. Las
fronteras de hoy son más o menos las que se acordaron en Yalta, que creó no
pocos descontentos. De ahí que surjan no pocos independentismos o nacionalismos
vivos o latentes en los distintos países europeos, como Italia, Francia,
Alemania, Austria, Rumania, Bélgica, Holanda, Gran Bretaña, Finlandia y un
largo etcétera.
Si
Europa tiene serios problemas en gobernarse con los 28 estados miembros –a los que
hay que añadir unos nuevos que ya han llamado a la puerta, como Croacia,
Serbia, etc. —sería mucho más difícil gobernar con un centenar de naciones, la
mayoría de ellas no tiene un estado en estos momentos. Si no se pone coto a la
proliferación de territorios que quieren independizarse, se daría al traste con
la misma esencia de Europa cuya finalidad es caminar hacia la unión entre
todos. ¿Dónde está el origen de tanto descontento entre los territorios
menores? Los gobiernos de los estados deberían revisar sus políticas internas
para evitar fugas periféricas.
La
pregunta que muchos se hacen tras el referéndum de Escocia es que finalmente el
pueblo escocés ha hablado y ha hablado la mayoría silenciosa frente a la
minoría bulliciosa que agita banderas con la cruz de San Andrés y fondo azul y
también sentimientos. Los referéndums con un fondo nacionalista, no son
ejercicios dirigidos a la razón de los ciudadanos, sino a sus sentimientos. Es
este el punto central de este tipo de consultas: los sentimientos y la pasión,
las banderas, las historias y leyendas propias, demasiadas veces guía a los
ciudadanos, agita su imaginación y no pueden controlarse estadísticamente.
Cameron
decía al conocer el resultado que estaba contento de haber convocado el
referéndum en Escocia. ¡Claro, porque lo ha ganado! Hace unos días, incluso los
de su partido le criticaban por haber dado alas al independentista Álex Salmond
permitiéndole un referéndum muy favorable a Salmond, con la doble pregunta,
cuando al final ha salido “la tercera vía”, es decir “no” a dejar las cosas
como estaban, “no” a la independencia de Escocia, y “sí” a mayor autonomía para
Escocia, Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte. Al final los escoceses han
jugado a favor de todos los pueblos británicos.
Y la otra
pregunta: ¿Y no hubiera sido mejor celebrar una consulta en Catalunya? Primero
no es pactada, segundo que la historia de Catalunya con relación a España es
muy distinta a la de Escocia con relación a Gran Bretaña y tercero porque no
hay en España la tradición democrática de Gran Bretaña.
Al
final, con independencia de los resultados del “sí” y del “no”, se ha creado en
Escocia, como en Catalunya, un sabor áspero, una agitación y un mal sabor de
boca entre las personas de un lado y de otro, que no se cura en un referéndum por
muy demócratas que se diga que sean. Eso tardará tiempo, y tanto en Gran
Bretaña como en España los puentes rotos con Escocia y con Catalunya,
respectivamente, no se reconstruyen en dos días. Se necesitará tiempo, y en
este tiempo incluso puede registrarse otro intento de otro referéndum
secesionista. Que cada cual juzgue.
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