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Quién es el “traditore” de Benedicto XVI en el tema del condón

En italiano a los traductores en general se les llama popularmente “traditori” (singular “traditore”), de ahí el dicho: "traduttore, traditore". Este dicho popular ha sido introducido en el acervo de la lengua italiana no por casualidad. A lo largo de los siglos, los papas hablaban, en sus documentos, en latín, y había muchas traducciones que “traicionaban” el significado del texto, ya sea por hacer una traducción excesivamente literal (buscar más la palabra que la idea de fondo) o precisamente por todo lo contrario, querer explicar al lector profano en las lenguas eclesiásticas (el latín principalmente, pero también el griego, el hebreo, el arameo, etc.) la idea de fondo más que el significado de la palabra concreta.

Y esto ocurría por dos razones principales. Primero, porque había muchos traductores que se apoyaban en la morfología más que en la sintaxis, y segundo porque el traduttore-traditore pensaba haber descubierto un sentido profundo en la sintaxis lo que daba a los textos papales y eclesiásticos un sentido distinto al que se le quiso dar en su origen. No pocos estudios están en esta línea, empezando por la Biblia Vulgata, traducida al latín. ¡Cuántos traditori a lo largo de la historia!

Algunos creerán que el oficio de “traditore” tiene un marco eclesiástico. ¡Lejos de la realidad! Todos hemos podido observar la cantidad de “traditori” que tienen los libros que van del inglés al castellano, al italiano, al francés, al alemán y hasta al latín. Sin embargo, ningún “traditore” alcanza notoriedad y hasta popularidad hasta que la metedura de pata del “traditore” es gorda y alcanza dimensiones mundiales.

Este es el caso del papa alemán Joseph Ratzinger en su libro-entrevista “Luz del mundo” (Licht der Welt), en que el periodista Peter Seewald entrevista al papa Ratzinger sobre los principales problemas que preocupan al hombre moderno que se ha asomado ya al Siglo XXI. El traductor al español del libro es un tal Roberto H. Bernet , de oficio sus traducciones (y “traiciones”) para la editorial Herder, entre otras (imagino), que van del alemán al español, o mejor dicho a las "lenguas ibéricas" como luego veremos.

Comprendo que un traductor se pueda equivocar al pasar una expresión de una lengua a otra, como en este caso del alemán al español. Que eso lo haga la Herder tiene su miga. Pero más miga tiene cuando quien la editorial que tiene los derechos –en el caso de “Luz del mundo” la Librería Editrice Vaticana”-- no revisa las traducciones y en temas delicados como la moral sexual pueden dar lugar, como de hecho ocurrió, a relevantes debates mediáticos, dentro y fuera de la Iglesia Católica.

En el caso que nos ocupa, Roberto H. Bernet tradujo sin complejos “ein Prostituierter” (un prostituto/a) en masculino, cuando en realidad se puede utilizar tanto el masculino como el femenino: en un análisis contextual nos lleva a traducir el indefinido en femenino porque es más genérico. Todas las traducciones en lenguas latinas hablan de "un prostituto" o “un prostituido” como si el papa quisiera referirse a la prostitución masculina homosexual, exclusivamente.

Sin embargo, L´Osservatore Romano y el portavoz de la Santa Sede, padre Lombardi, que por cierto no aclaró la confusión, al dar la noticia el día anterior en primicia y en italiano, hablaba de "una prostituta". Es evidente que en el primer caso el preservativo no está relacionado con la facultad generativa del ser humano, y en el segundo caso guarda esta relación. Todo ello, para los conocedores de la doctrina católica, así como del pensamiento del papa Ratzinger, le sonó raro, muy raro, tanto que parecía increíble que se aceptara el preservativo sólo en casos de prostitución cuando ha sido condenada en el Antiguo y en el Nuevo Testamento la prostitución..

Hemos visto el texto en francés ( Il peut y avoir des cas particuliers, par exemple lorsqu’un prostitué utilise un préservata , Nicole Casanova et Olivier Mannoni, alias “traditore” ) y en catalán (el tal Roberto H. Bernet, que es tres veces “traditore”, pues aparece como el traductor (¡horror!), a la vez del alemán al español, al catalán y al portugués ¡vaya con el políglota de la Herder!). En portugués dice (Pode haver casos justificados singulares, por exemplo, quando uma prostituta utiliza um preservativo) y en gallego lo mismo. En inglés sale el “male prostitute”, o sea el masculino. Y en italiano –directamente traducido por la Librería Editrice Vaticana, acostumbrada a las traducciones del papa alemán-- aparece el masculino “prostituto” o “prostituido”. Y entonces ya me parece que hay algo más que un “traditore” suelto o espontáneo: hay una clarísima negligencia de la editora del Vaticano por no revisar los textos traducidos a las principales lenguas.

Lo que dice el texto y los culpables

Qué dice en realidad el texto original. Según el doctor Iván Lacasa, que tiene un doctorado europeo (alemán y español) e hizo sus estudios todos en alemán, en la página 146 del libro en su edición alemana por Herder, señala que si bien en un primer momento puede parecer que es masculino (Ein prostituiter), en realidad es un indefinido genérico que tanto se puede utilizar en masculino como en femenino, lo que encaja con el pensamiento del papa Ratzinger, pues la prostitución no tiene género y se da tanto en hombres como en mujeres.
La agencia Reuter lo aclara también en el siguiente link: http://blogs.reuters.com/faithworld/2010/11/21/grammar-experts-needed-for-pope-comment-on-condoms/

Visto esto, ¿por qué no había una nota del traductor a pie de página que explicara lo genérico que es el indefinido “ein” y que valía tanto para el masculino como para el femenino?). Nos hubiéramos ahorrado ríos de tinta en los medios hablados, escritos y audiovisuales, al tiempo que hubiéramos hecho un servicio al lector clarificando una cuestión harto compleja como es el sexo de la prostitución.

Tanto jaleo armó en todo el mundo, que unos días después de aparecer el libro tuvo que salir el portavoz de la Santa Sede, padre Federico Lombardi, con una nota pública aclaratoria, --no de su oficina, sino de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el dicasterio que dirigía antes el papa Ratzinger--, que si se hubieran hecho las cosas bien se la hubiera podido ahorrar tanto comentario y tantas expectativas y tantos equívocos en el mundo católico y no católico.

En conclusión, hay tres “traditori” del libro Luz del Mundo: 1) el Vaticano por no vigilar las correcciones; 2) la editorial Herder por no vigilar a sus traductores que omiten pies de páginas para las aclaradoras n. del t. y hacen las cosas deprisa y corriendo, y 3) los propios traductores que habrán ido a destajo dejando sus traducciones mucho que desear, por lo que a uno se le antoja que cobrarán por línea y cuanto antes esté hecho, mejor. Creo que Benedicto XVI, un papa de pensamiento, un intelectual que mide las palabras, se merece “traductores” de calidad, y no tantos “traditori” todos de la Herder.

Salvador Aragonés

Esta es la nota:

NOTA DE LA CONGREGACION PARA LA DOCTRINA DE LA FE

CIUDAD DEL VATICANO, 22 DIC 2010 (VIS).-Sigue la nota publicada ayer tarde por la Congregación para la Doctrina de la Fe, titulada: "Sobre la banalización de la sexualidad. A propósito de algunas lecturas de "Luz del mundo".

"Con ocasión de la publicación del libro-entrevista de Benedicto XVI, Luz del mundo, se han difundido diversas interpretaciones incorrectas, que han creado confusión sobre la postura de la Iglesia Católica acerca de algunas cuestiones de moral sexual. El pensamiento del Papa se ha instrumentalizado frecuentemente con fines e intereses ajenos al sentido de sus palabras, que resulta evidente si se leen por entero los capítulos en donde se trata de la sexualidad humana. El interés del Santo Padre es claro: reencontrar la grandeza del plan de Dios sobre la sexualidad, evitando su banalización, hoy tan extendida.

Algunas interpretaciones han presentado las palabras del Papa como afirmaciones contrarias a la tradición moral de la Iglesia, hipótesis que algunos han acogido como un cambio positivo y otros han recibido con preocupación, como si se tratara de una ruptura con la doctrina sobre la anticoncepción y la actitud de la Iglesia en la lucha contra el sida. En realidad, las palabras del Papa, que se refieren de modo particular a un comportamiento gravemente desordenado como el de la prostitución (cfr. Luz del mundo, pp. 131-132), no modifican ni la doctrina moral ni la praxis pastoral de la Iglesia.

Como se desprende de la lectura del texto en cuestión, el Santo Padre no habla de la moral conyugal, ni tampoco de la norma moral sobre la anticoncepción. Dicha norma, tradicional en la Iglesia, fue reafirmada con términos muy precisos por Pablo VI en el n. 14 de la encíclica "Humanae vitae", cuando escribió que "queda además excluida toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga, como fin o como medio, hacer imposible la procreación". Pensar que de las palabras de Benedicto XVI se pueda deducir que en algunos casos es legítimo recurrir al uso del preservativo para evitar embarazos no deseados es totalmente arbitrario y no responde ni a sus palabras ni a su pensamiento. En este sentido, el Papa propone en cambio caminos que sean humana y éticamente viables, que los pastores han de potenciar "más y mejor" (cf. Luz del mundo, p. 156), es decir, caminos que respeten plenamente el nexo inseparable del significado unitivo y procreador de cada acto conyugal, mediante el eventual recurso a métodos de regulación natural de la fertilidad con vistas a la procreación responsable.

En cuanto al texto en cuestión, el Santo Padre se refería al caso completamente diferente de la prostitución, comportamiento que la doctrina cristiana ha considerado siempre gravemente inmoral (cf. Concilio Vaticano II, Constitución pastoral "Gaudium et spes" n. 27; Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2355). Con relación a la prostitución, la recomendación de toda la tradición cristiana -y no sólo de ella- se puede resumir en las palabras de san Pablo: "Huid de la fornicación" (1 Co 6, 18). Por tanto, hay que luchar contra la prostitución; y las organizaciones asistenciales de la Iglesia, de la sociedad civil y del Estado han de trabajar para librar a las personas que están involucradas en ella.

En este sentido, es necesario poner de relieve que la situación que en muchas áreas del mundo se ha creado por la actual difusión del sida, ha hecho que el problema de la prostitución sea aún más dramático. Quien es consciente de estar infectado con el VIH y que por tanto puede contagiar a otros, además del pecado grave contra el sexto mandamiento comete uno contra el quinto, porque conscientemente pone en serio peligro la vida de otra persona, con repercusiones también para la salud pública. A este respecto, el Santo Padre afirma claramente que los profilácticos no son "una solución real y moral" del problema del sida, y también que la "mera fijación en el preservativo significa una banalización de la sexualidad", porque no se quiere afrontar el extravío humano que está en el origen de la transmisión de la pandemia. Por otra parte, es innegable que quien recurre al profiláctico para disminuir el peligro para la vida de otra persona, intenta reducir el mal vinculado a su conducta errónea. En este sentido, el Santo Padre pone de relieve que recurrir al profiláctico con "la intención de reducir el peligro de contagio, es un primer paso en el camino hacia una sexualidad vivida en forma diferente, hacia una sexualidad más humana". Se trata de una observación completamente compatible con la otra afirmación del Santo Padre: "Ésta no es la auténtica modalidad para abordar el mal de la infección con el VIH".

Algunos han interpretado las palabras de Benedicto XVI valiéndose de la teoría del llamado "mal menor". Esta teoría, sin embargo, es susceptible de interpretaciones desviadas de tipo proporcionalista (cf. Juan Pablo II, Encíclica "Veritatis splendor", nn. 75-77). No es lícito querer una acción que es mala por su objeto, aunque se trate de un mal menor. El Santo Padre no ha dicho, como alguno ha sostenido, que la prostitución con el recurso al profiláctico pueda ser una opción lícita en cuanto mal menor. La Iglesia enseña que la prostitución es inmoral y hay que luchar contra ella. Sin embargo, si alguien, practicando la prostitución y estando además infectado por el VIH, se esfuerza por disminuir el peligro de contagio, a través incluso del uso del profiláctico, esto puede constituir un primer paso en el respeto de la vida de los demás, si bien el mal de la prostitución siga conservando toda su gravedad. Dichas apreciaciones concuerdan con lo que la tradición teológico moral ha sostenido también en el pasado.

En conclusión, los miembros y las instituciones de la Iglesia Católica deben saber que en la lucha contra el sida hay que estar cerca de las personas, curando a los enfermos y formando a todos para que puedan vivir la abstinencia antes del matrimonio y la fidelidad dentro del pacto conyugal. En este sentido, hay que denunciar también aquellos comportamientos que banalizan la sexualidad, porque, como dice el Papa, representan precisamente la peligrosa razón por la que muchos ya no ven en la sexualidad una expresión de su amor. "Por eso la lucha contra la banalización de la sexualidad forma parte de la lucha para que la sexualidad sea valorada positivamente y pueda desplegar su acción positiva en la totalidad de la condición humana" (Luz del mundo, p. 131)".
CDF/ VIS 20101222 (1100)
Salvador Aragonés

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