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La beatificación de Juan Pablo II, una noticia esperada por millones de personas

La beatificación de Juan Pablo II tendrá lugar el próximo 1 de mayo, según ha decidido hoy, 14 de enero de 2011, el papa Benedicto XVI su sucesor. Pregunté recientemente a Joaquín Navarro-Valls que fue su portavoz oficial, cuándo esperaba esta beatificación. Me dijo que “pronto: tal vez sea anunciada antes de fin de año, porque el proceso está ya muy avanzado”. Se equivocó por dos semanas.

Hoy las beatificaciones y las canonizaciones, según el Derecho Canónico, deben hacerse a través de procesos objetivos donde se demuestren no sólo que el Beato o Beata vivió con heroicidad las virtudes cristianas, sino que además debe reconocerse un milagro –una curación que no tiene ninguna explicación científica—en caso de beatificación, y dos milagros, para la canonización.

Antiguamente había canonizaciones “por aclamación popular”, lo mismo que la elección del Pontífice podía hacerse por aclamación de los cardenales presentes en el Cónclave. Hoy estas prácticas han caído en desuso por ser poco acorde con los tiempos presentes. Las beatificaciones, previas a las canonizaciones, deben hacerse siguiendo un proceso canónico (es decir basado en el Derecho Canónico) que tiene sus reglas establecidas. En este proceso se escucha al máximo número de testigos que conocieron al futuro beato/a para averiguar si su vida estaba de acuerdo con una vida evangélica ejemplar (la ejemplaridad y heroicidad de las virtudes), y para analizar sus escritos --por si hay algún texto que no esté totalmente de acuerdo con la ortodoxia de la Iglesia--.

El trabajo lo realizan dos equipos: uno al mando del “abogado defensor” llamado Postulador de la Causa, y otros al mando del “Fiscal” o Promotor de la Fe, más conocido en el argot popular como el “abogado del diablo”, pues su obligación es encontrar las pegas para que la beatificación –la vida y las obras del nuevo beato/a—no esté de desacuerdo con la fe católica.

Antes del Concilio Vaticano II estos procesos se alargaban muchos años, a veces siglos (como el caso de San Juan de Ávila). Estos periodos se acortaron mucho con la nueva legislación impulsada por el papa Juan Pablo II, que quiso que los santos de hoy fueran un ejemplo de vida y modelo para los hombres contemporáneos y no sólo para aquellos que vivieron en circunstancias muy distintas al hombre de hoy. De este modo se ofrecían ejemplos de vida cristiana desde y para los hombres del tiempo presente. El motivo pastoral influyó para la aceleración de las causas de los santos, a fin de que sean ejemplo para el hombre moderno

TVE se equivocó

Al dar la noticia, Televisión Española, en su telediario del mediodía, se equivocó cuando dijo que era el periodo de beatificación más corto de la historia. Me llamó la atención, porque demostró una vez más el desconocimiento de la historia de la Iglesia de quienes informan sobre la misma. Ha habido varios santos, entre ellos puedo citar a San Antonio de Padua canonizado al año de morir, que han tardado menos que Juan Pablo II, a cuya beatificación se habrá llegado tras cumplirse los seis años de su fallecimiento, ocurrido el 2 de abril de 2005.

Pero ¿por qué el periodista se equivocó? Porque interpretó mal las palabras del portavoz de la Santa Sede, padre Federico Lombardi, quien dijo que esta beatificación llegará en “un tiempo récord”, dicho en forma general –según he escuchado su intervención en italiano— lo quiere decir que el periodo es corto, muy corto, pero de ninguna manera quiso decir “récord mundial”, o que “ha batido todos los récords”. Otra vez nos encontramos con el “traduttore, traditore”. ¡Dios nos libre de los traductores! Los periodistas, por otro lado, deben documentarse mejor y será fácil encontrar santos en mujy pocos años.

El uno de mayo

¿Por qué el Papa Benedicto XVI ha elegido el 1 de mayo, Fiesta del Trabajo, en lugar de otra fecha? En primer lugar porque el 1 de mayo cae en domingo este año y por lo tanto es en domingo cuando el Papa beatifica y canoniza a los santos. En segundo lugar, porque es el mes de mayo, que es el mes dedicado a la Virgen María, tan querida y amada por Juan Pablo II (Totus tuus), en tercer lugar porque en mayo normalmente hace un tiempo apacible en Roma y podrá acoger a millones de fieles, admiradores y devotos de Juan Pablo II, y finalmente porque es una fiesta mundial, la Fiesta del Trabajo, y todo el mundo podrá ver, si lo desea, la ceremonia de beatificación de Juan Pablo II en el Vaticano a través de la televisión.

Algún sindicalista ha dicho hoy que era una fiesta elegida para “enturbiar” la Fiesta del Trabajador. ¡Lejos de la verdad! Fue Juan Pablo II con sus encíclicas, especialmente la Laborem Exercens (julio de 1981), quien trazó una defensa del trabajo como ningún papa anterior lo había hecho. Sólo comparable con la encíclica de Benedicto XVI, Caritas in veritate de julio de 2009. Además, para la Iglesia Católica ese día es la Fiesta de San José Obrero, y San José Unido al mes de la Virgen, con el valor del trabajo al fondo es un acierto para la beatificación de un papa que supo unir una enorme vida de trabajo con una enorme vida de contemplación.

La fecha es ideal. La Iglesia no sigue las pautas del “mundo”, sino las suyas propias. Siempre ha sido así, como siempre ha sido que la Iglesia es “Signo de contradicción”, no porque lo dice el Evangelio en la escena de la Presentación de Jesús al Templo, en palabras del anciano Simón, sino porque también es el título de un libro escrito por el Cardenal Karol Wojtila, en 1977, cuando vivía en Polonia y conocía muy bien que para defender a Cristo se necesitaba un gran valor, una gran fe y una vida de piedad fuerte.

Salvador Aragonés
Periodista y profesor de Redacción Periodística en la UIC

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