El papa Francisco está recibiendo desde hace un tiempo un
acoso muy fuerte que procede en gran parte de dentro de la Iglesia misma,
aunque no están exentas algunas autoridades civiles disconformes con su pontificado.
En efecto, el Papa ha defendido la Creación, la Tierra, de
los abusos que recibe (ecología) por parte de gobiernos, empresas y personas;
ha defendido a la familia nada menos que en dos sínodos mundiales. Ha decretado
“tolerancia cero” ante los abusos sexuales por parte de sacerdotes y
eclesiásticos tras los escándalos de Estados Unidos, Irlanda, Chile, Australia
y algún otro país en los últimos 70 años, pidiendo perdón y calificándolos de
“crimen horrendo”. A destacar que la inmensa mayoría de los escándalos son por
homosexualidad, a juzgar por las víctimas que son de sexo masculino (por lo
tanto, el problema no es el celibato).
También el papa Francisco ha puesto en orden el Banco del
Vaticano (el IOR) y ha enviado sacerdotes de la Curia de Roma a sus diócesis,
aplicando su lema de que los sacerdotes no solo tienen que ser pastores, “sino
oler a oveja”. Además, ha clamado contra quien desprecian y vulneran los
derechos humanos de otras personas, a los pobres y a los migrantes, que ha defendido
con mucho vigor.
Ahora, ha salido un arzobispo jubilado (lo jubiló el papa Francisco de un plumazo cuando era Nuncio en
Washington por extralimitarse en sus funciones), Carlo María Viganò, de 77
años, quien ha escrito un documento de 11 páginas, que acusa al papa Francisco
de encubrir la pederastia del ex cardenal McCarrick, ex arzobispo de
Washington. Fue el papa Francisco quien lo desposeyó de cardenal, le obligo a
una vida retirada y a no dar más conferencias, actuando en este último caso en
la línea de Benedicto XVI. El papa Francisco le pidió también que dejase su
apartamento vaticano, y lo envió a su diócesis de origen, Varese. Viganò ha
llegado a pedir la dimisión del Papa, un hecho casi sin precedentes en los
últimos siglos.
El documento fue publicado, por decisión personal del
arzobispo Viganò, el mismo día que el Papa volvía de Irlanda. O sea que aquél
calculó el día para tener más resonancia internacional. Es indudable que el
arzobispo Viganó tiene algunos apoyos, especialmente en los Estados Unidos, y
en algún caso en Francia e Italia, además de unos medios de comunicación privados,
como “InfoVaticana”, que desde hace
tiempo tienen una especial antipatía al Papa. Además, piensan que es un “papa
de izquierdas”.
En España abundan no solo el clericalismo de siempre –de
quienes se creen en posesión del “depósito de la fe”- o quien quiere servirse
de la Iglesia para sus fines. Por eso está el dicho que hay “más papistas que
el Papa”. Y no solo en España… pero eso nos llevaría lejos.
Sin embargo, han aparecido numerosos cardenales, arzobispos
(entre ellos el de Tarragona, Jaume Pujol) y obispos que han apoyado de modo
personal o colectivo al Papa.
En un momento en que en la Iglesia hay fieles que están un
poco o bastante perplejos por los casos de pederastia, no se entiende que un
prelado, como Viganó, responsabilice al Papa pidiendo su dimisión del Papa como
si fuera el responsable cuando ha sido la solución (tolerancia cero). ¿Por qué contra
el Papa? San Ambrosio (Siglo IV) decía que “ubi
Petrus, ibi Ecclesia” (donde está Petro, está la Iglesia), y es el himno que
ha llegado hasta nosotros. Luego, si estás contra el Papa, no estás con la
Iglesia.
El mismo Francisco, al ser preguntado en el avión de regreso
de Irlanda ya dijo que los periodistas podrían juzgar por sí solos el documento
y la gran mayoría se ha dado cuenta que el documento tiene inexactitudes,
falsedades y opiniones sin demostrar. Se cae por su propio peso. Numerosos
escritos y testimonios, de colaboradores de Benedicto XVI y del papa Francisco
han puesto ya blanco sobre negro y han desmentido “con hechos” la carta de
Viganó. Ahora, el Vaticano prepara una respuesta al prelado díscolo.
El papa Francisco no es un hombre que se rinda. En su primera
misa en Santa Marta después de su viaje a Irlanda –donde celebra todos los
días—ya dijo que ante las acusaciones infundadas lo mejor es el “silencio y la
oración”. Así han hecho muchos hombres santos a lo largo de la historia de la
Iglesia. Al final la verdad se abre camino.
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