Mucho eco ha tenido
la declaración conjunta entre el papa Francisco y el Patriarca Ortodoxo de
Moscú y de todas las Rusias en el mundo oriental, por dos motivos fundamentales:
por la convocatoria de un Gran y Santo
Concilio Ecuménico Pan-Ortodoxo previsto para el próximo mes de junio en Creta
y el conflicto en Ucrania, que no solo enfrenta a pro rusos y pro Ucrania
occidental en aquel país europeo, sino que la Iglesia Ortodoxa está dividida en
dos, una pro rusa y otra cismática contraria al Patriarcado de Moscú y a favor
de una Ucrania occidental y dentro de la Unión Europea.
¿Qué es el Concilio
de las iglesias ortodoxas? Es el primer concilio que celebran los
patriarcados ortodoxos después de 50 años de preparación –en realidad desde el
Patriarca Atenágoras I de Constantinopla-- y de más de mil años de no haber
celebrado ningún concilio. El último concilio
que celebraron (Nicea II, año 787) fue cuando los patriarcados estaban
unidos con la Iglesia de Roma, o sea antes del Cisma de Oriente de 1054.
Las dificultades para la celebración de este concilio viene de
la naturaleza misma de las iglesias ortodoxas: no hay ningún Papa, pues todos
los patriarcas son los que dirigen las propias iglesias, sin una autoridad
superior. El patriarcado de Constantinopla es “primus inter pares”, o sea primado, considerado la “segunda Roma”,
pero sin ninguna jurisdicción sobre los demás. La “tercera Roma” es el
Patriarcado de Moscú, que es el que tiene mayor número de fieles (la mitad de
los 300 millones de fieles ortodoxos en el mundo).
Con la entrevista con el papa Francisco, el patriarca Kirill
de Moscú ha retomado prestigio ante los demás patriarcas y algunos han
comentado que Kirill buscaría ser la
“segunda Roma”.
En la reunión de los patriarcas ortodoxos en Chambésy
(Ginebra) en enero pasado se decidió la celebración del concilio no en una
iglesia de Constantinopla (en la parte europea de Istanbul, capital de
Turquía), sino en la isla de Creta, la cual siendo griega, desde el punto de
vista religioso pertenece al patriarcado de Constantinopla. La decisión fue
tomada por la fuerte oposición del Patriarca
de Moscú a la propuesta del patriarca Bartolomé I, como Primado de las
iglesias ortodoxas, de celebrar el
concilio en territorio turco, hoy enemigo de Moscú.
Se decidió la Academia Ortodoxa de Creta, que aun siendo territorio
griego y no turco, está bajo la jurisdicción del patriarcado de Constantinopla.
Las políticas nacionales están muy
presentes en las iglesias ortodoxas. En la reunión de patriarcas e iglesias
autocéfalas, llamada ”sinaxis”, de
Ginebra, no estuvieron presentes tres jefes de iglesias importantes: el
arzobispo de Atenas, el patriarca de Antioquía y el arzobispo de Varsovia
(Polonia), por deferencias en los contenidos, aunque estuvieron representados
por sendas delegaciones.
Los temas a tratar en
el Concilio pan-ortodoxo, según el acuerdo de Ginebra, son seis. 1) Las iglesias ortodoxas y su misión en el mundo
actual; 2) Las iglesias ortodoxas frente a las migraciones y la diáspora; 3) La
autonomía de cada iglesia ortodoxa y el modo de proclamarla (clara alusión a la
iglesia cismática de Ucrania); 4) El sacramento del matrimonio y sus
impedimentos; 5) El significado del ayuno en los tiempos modernos, y 6) Las
iglesias ortodoxas y sus relaciones con las otras iglesias cristianas.
Un problema de las iglesias ortodoxas es su estrecha
relación con la política del país en que viven, e incluso su relación
específica con una etnia. Al no tener un jefe superior a todas las iglesias, no
pueden vivir desconectadas con el poder político de turno en sus países de
origen.
Así, por ejemplo, el Patriarca de Moscú defiende toda la
aportación rusa al mundo, su lengua y su cultura y también, ha seguido la
política exterior del Kremlin, incluso en la época comunista. Baste decir que
el “ministro de exteriores” del Patriarca de Moscú cuando inició el Concilio
Vaticano II, el metropolita de Leningrado,
Nikodim Rótov, este dijo que asistiría al Concilio, a condición de que este no
tratara el tema del comunismo. Y no se trató, a pesar de la oposición del entonces
obispo polaco, Karol Wojtyla.
Los dirigentes del
Kremlin –salvo en la era comunista donde se pretendió la implantación del
ateísmo en contra de los sentimientos religiosos del pueblo ruso—ven que la religión ortodoxa debe ser privilegiada
por cuanto tiene un papel fundamental en la vertebración de todo el pueblo ruso.
Igual que las otras iglesias ortodoxas las de Rumanía, Bulgaria, Grecia, Georgia,
Serbia, Chequia y Eslovaquia, Grecia, etc.
Un caso particular es
la iglesia ortodoxa de Ucrania, que está dividida en dos: una de obediencia al
Patriarca de Moscú y otra autoproclamada Patriarcado de Kiev, dirigida por el
inteligente y activo arzobispo Filaret clarísimamente alineado con una Ucrania
occidental y contra Rusia. Este patriarcado, que es tan importante en medios (diócesis,
parroquias y clero) como el de obediencia al Patriarca de Moscú, fue declarado
hereje, no solo por al Patriarca de Moscú, sino también por el Patriarcado
Ecuménico de Constantinopla y por las otras iglesias ortodoxas. El motivo de
este cisma ortodoxo es básicamente político y con connotaciones personalistas.
El Patriarca Filaret
era considerado el sustituto natural del Patriarca Pimen. Pero los
electores del nuevo patriarca prefirieron un ruso antes que a un ucraniano, y
fue elegido el Patriarca Alexis II. Filaret, conocido por sus posicionamientos
pro-rusos hasta entonces (había sido confidente de la KGB con el nombre de Antonov), se pasó al nacionalismo
ucraniano con la caída del comunismo, donde sigue hasta hoy, creando su propio
Patriarcado de Kiev, en contra de los cánones ortodoxos.
De la entrevista entre el papa Francisco y el patriarca
Kirill de Moscú, entre las iglesias católicas de rito oriental se ha destacado
el explícito reconocimiento por parte del patriarca ruso de las iglesias
greco-católicas, en especial de iglesia greco-católica de Ucrania, cuyo jefe es
el Arzobispo Mayor de Lvov (o Leópolis),
al que el Vaticano se ha negado siempre a elevarlo a Patriarcado por no
perjudicar más las relaciones con los ortodoxos. Las iglesias ortodoxas
–especialmente la rusa—no quisieron nunca reconocer públicamente a la Iglesia
católica de rito oriental de Ucrania, al considerarla una iglesia que se separó
del patriarcado ilegalmente hace siglos (le valió el martirio a san Josafat).
Roma ha reconocido siempre esta Iglesia, a pesar de ser
aniquilada por el Stalin de acuerdo con el Patriarca de Moscú enviando a los
católicos a las catacumbas en la época comunista. El actual Arzobispo Mayor, Svjatoslav
Ševčuk, manteniendo con firmeza su unidad con el Papa de Roma, criticó la parte
del comunicado conjunto de Francisco y
Kirill, en la parte dedicada a Ucrania. También fue criticado por ortodoxos
conservadores del Patriarcado de Moscú, por las “concesiones” que hizo el
patriarca Kirill a la Iglesia católica.
Comentarios
Publicar un comentario