(The Objective) "Es
el acta de defunción de ETA", dijo el ministro del Interior, Jorge
Fernández Díaz, tras la detención de la cúpula política de ETA, David Pla e Iratxe Solozábal, los
máximos dirigentes y los más buscados. Pero ¿es el final? ¿Dónde están las
armas?
La dramática pregunta que hay que hacerse es: ¿Para qué ha servido derramar tanta sangre
y causar tanto dolor? Han tenido que pasar cincuenta años de barbaridades,
de llantos, para conseguir una revolución vasca y un independentismo que se ha
frustrado. ¿Valía la pena?
El final de ETA nos hace reflexionar, nos debe hacer reflexionar a todos, en especial a aquellos jóvenes
que llevados por ideales revolucionarios no han dudado en extorsionar, en
secuestrar y en matar a víctimas inocentes, durante décadas. Y al final, la independencia no se ha
alcanzado. ¡Qué triste todo! Es para llorar con el dolor de las víctimas,
cuyos verdugos querían un ideal político de independencia.
Yo no diría “acta de defunción”, pues faltan algunos históricos que no han aparecido, como Josu Ternera,
sanguinarios todos. ¿Se les habrá perdonado? El PNV les dio durante mucho
tiempo una cierta cobertura, no condenó a ETA, la toleraba. En el fondo estaba
en su mismo juego político, aunque no criminal. El lehendakari Íñigo Urkullu ha pedido perdón a las víctimas. Menos
mal.
¿ETA ha muerto? Creo
que no, todavía no. Faltan las armas y la reconciliación del pueblo vasco.
Eso llevará tiempo. Cuán fácil es destruir y qué difícil construir una
convivencia.
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