La
irrupción del “corralito” en la campaña electoral catalana ha hecho saltar
incluso las formas a Artur Mas, pidiendo hacer “butifarra” al gobernador del
Banco de España, Luis María Linde. En los años anteriores, los no
independentistas apenas se habían oído, y ahora es un aluvión de opiniones,
desde empresarios como “Pro Novias”, Telefónica, la banca y el Banco de España,
además de los sindicatos y los principales líderes europeos (Gran Bretaña,
Francia, Alemania, el presidente de la CE) y hasta el presidente de los Estados
Unidos, Barak Obama.
Lo que
ha golpeado duro ha sido lo del “corralito”. ¿Es posible un corralito en
Catalunya, si declara la independencia no pactada con España? Vamos a razonar
la respuesta, que es lo que han dicho los máximos dirigentes de la banca,
incluida “la Caixa”, que tienen los ahorros de los catalanes.
En
primer lugar aclarar que un “corralito”, término acuñado en Argentina,
significa que los bancos no tienen dinero líquido para responder a las
retiradas de fondos. Conviene aclarar que los bancos solo disponen de un 10 por
ciento de los depósitos en dinero líquido, monedas y billetes. Lo demás está
invertido en activos y productos financieros. Por lo tanto, si hay una fuerte
demanda de dinero, solo podrá atenderlo hasta el 10 por ciento. Más allá de eso
está el corralito, es decir dar tanto cada día o cada semana.
¿Es
posible que esto ocurra? Una independencia no pactada es lógico que crearía
mucha preocupación a quienes tienen ahorros y dinero en euros, ante el riesgo
de salir de Europa y del euro. Creo que las advertencias han sido muy claras al
respecto.
Por
otro lado, la Generalitat de Catalunya tiene una deuda viva del orden de los
67.000 millones. Hace cinco años, el tripartido de José Montilla dejó ya una
deuda de 36.000 millones, con lo que en cinco años se ha casi duplicado. El
principal acreedor es el estado español en cerca del 50 por ciento. Los
préstamos últimos del FLA (Fondo de Liquidez Autonómica) no tienen intereses, o
tienen interés cero por ciento, lo mismo que con otras comunidades autónomas.
Además
de la deuda propia, a Catalunya le correspondería, en caso de independizarse,
un 18 por 100 del endeudamiento del Estado, según cálculos hechos por la
Generalitat, unos 180.000 millones, que sumados a los 67.000 antes citados,
daría como resultado 247.000 millones, cifra esta superior al PIB (Producto
Interior Bruto) catalán que está en unos 240.000 millones. Además el déficit no
ha hecho más que subir, y las formaciones políticas que apoyan la independencia
han dicho “basta” a los recortes, con lo que la Generalitat necesitaría nuevas
vías de financiación.
Una
nueva financiación no la encontraría en los mercados financieros
internacionales, pues la Generalitat tiene un crédito negativo, según las
agencias de calificación. ¿Quién le prestaría dinero? El Banco Europeo se
desentendería a causa de la salida no pactada de Catalunya del espacio europeo.
Habría que ir a mercados especulativos, como han hecho argentina y otros países
con problemas de liquidez. Y esto es muy peligroso, pues los intereses que
cobran son abusivos.
En esta
campaña electoral se han puesto las cartas boca arriba. La insistencia de Junts
pel Sí y de CUP en no pactar y en ir a la independencia, pese a quien le pese,
ha hecho que se haya pronunciado el mundo mundial sobre la independencia de
Catalunya. Estas manifestaciones llegan tarde. Si se hubieran hecho antes, la
obstinación por la independencia no pactada hubiera sido mucho menor. Hecho a
última hora, muy típico del mundo latino, parece improvisación, y le falta una
cierta credibilidad.
Dicho
esto, cabe preguntarse: ¿vale la pena una independencia no pactada? ¿Vale la
pena asumir tantos riesgos? No es una cuestión del voto del miedo, sino que
cuando uno está al borde de un precipicio debe tocar de pies al suelo, pues si
no los toca quiere decir que ya habrá caído al fondo. ¿No sería mejor sentarse
en una mesa y hablar, negociar, con tranquilidad, sin apriorismos, sin
fantasmas?
Y otra
cosa. Si Junts pel Sí no gana por
mayoría absoluta, lo más seguro es que Artur Mas no sea elegido presidente,
porque la CUP no lo quiere, ni tampoco Catalunya
Sí que es pot. ¿Quién sería el presidente de la Generalitat? Lo más seguro
que Raül Romeva, que lo desea. Y ¿quién es Romeva? Hasta hace unos meses
militaba en Iniciativa (IC-V) y en el PSUC, es decir que era un comunista
convencido, y de las ideologías no se apea uno como si fueran un carnet, no.
Romeva
está convencido de cambiar la opinión europea sobre Catalunya y sus finanzas.
También lo quería su amigo Alexis Tsipras, y Europa le ha leído la cartilla. Lo
de David y Goliat pasa una vez en la vida, no cada día. Mejor es negociar, con Bruselas y con Madrid.
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