El
crimen de un alumno de 13 años en un Instituto de Enseñanza Media de Barcelona
ha estremecido a todo el mundo escolar y a las familias de toda España. El niño
mató con un golpe de machete y una ballesta a un profesor, Abel Martínez, que
solo lleva una semana en el centro porque cumplía una sustitución. Además hirió
a dos profesores y a dos alumnos.
Hoy se han hecho minutos de silencio por todo el ámbito escolar catalán y muchos actos públicos han comenzado con un minuto de silencio.
Bien están los minutos de silencio. Conciencian a la sociedad. Pero de esos minutos deben surgir propósitos concretos, para padres y para profesores, de vivir más cerca de los niños y adolescentes, de escucharles, de comprenderles, de reñirles si es necesario. Entonces sí; los minutos de silencio servirán para algo más que para un hecho testimonial
El
alumno, que no tiene responsabilidad penal al ser menor de 14 años, está siendo
examinado por psiquiatras en el Hospital de San Juan de Dios de Barcelona. Los
padres en estos casos asumen una responsabilidad subsidiaria. El alumno tiene
una hermana en el mismo centro educativo.
Todos
los testigos confiesan que el autor del crimen era un “chico normal”,
procedente de una familia muy normal de clase media y que estudiaba en un
instituto, el Joan Fuster, ubicado en un barrio de clase media, que se
distingue por ser un buen centro educativo, nada conflictivo.
Y, sin
embargo, el chico de 13 años había fabricado en su casa una ballesta, llevaba
un machete, tenía material para fabricar cócteles molotov, había elaborado una
lista de 25 personas para asesinar… y un largo etcétera. Dicen los testigos que
debió tratarse de un brote psicótico. Es posible. Pero preguntamos ¿no llamó a
nadie la atención sus expresiones megalómanas en los últimos días? ¿Nadie
reparó que el chico tuviera un post en Facebook delirante? ¿Los padres tampoco
se dieron cuenta de nada? ¿No conocían sus delirios megalómanos? ¿Y su
ballesta?
Un
brote psicótico no aparece de la noche a la mañana, sino que hay un proceso de
estrés en la mente y el comportamiento del paciente que culmina un día, normalmente
tras no dormir durante algunas noches.
¿Nadie
se dio cuenta? Antes del brote hay crisis de ansiedad, de apatía para las
cosas, de pesadillas, de no dormir, y el paciente se vuelve taciturno, tiene
sueños delirantes. ¿Nadie se dio cuenta? Estos brotes aparecen normalmente en
primavera cuando brotan los árboles y los frutales florecen. La naturaleza se
vuelve exuberante.
En las
escuelas deben vigilar más los comportamientos especialmente de los
adolescentes, porque en primavera les brota más no solo su adolescencia, sino
con más fuerza los sentimientos, las pasiones. ¿Cómo se educan hoy a los
adolescentes en las escuelas? ¿Hay reuniones de los profesores o tutores con
los padres? ¿Se desentienden los padres de los alumnos?
La familia no puede
vivir al margen de la escuela, puesto que es la primera responsable de la
educación de los niños y adolescentes.
Los padres responsables de la
educación de sus hijos
Se
suele acusar a los padres de preocuparse u ocuparse poco de los hijos dejando
su educación en manos de la escuela. Grave error. En un estudio reciente de las
Naciones (Unidas demuestra que los niños sólo pasan en la escuela un 10,5 por
ciento de su tiempo. Descontando las horas de dormir, el niño y el adolescente
pasan fuera de la escuela cerca de un 55 por ciento de su tiempo.
Los
padres, como primeros educadores de los hijos, no pueden desentenderse de ellos,
no ya del rendimiento escolar, sino de su comportamiento, de los valores que
deben aprender para ser hombres y mujeres íntegros el día de mañana. No se
trata de aparcar a los hijos en escuelas, clases de gimnasia o deportes, clases
de música, clases de lengua, deberes…
El niño y el adolescente necesitan del
trato y el cariño de sus padres, aunque a veces parece que lo desprecian, en el
caso de los adolescentes.
Hoy se han hecho minutos de silencio por todo el ámbito escolar catalán y muchos actos públicos han comenzado con un minuto de silencio.
Bien están los minutos de silencio. Conciencian a la sociedad. Pero de esos minutos deben surgir propósitos concretos, para padres y para profesores, de vivir más cerca de los niños y adolescentes, de escucharles, de comprenderles, de reñirles si es necesario. Entonces sí; los minutos de silencio servirán para algo más que para un hecho testimonial
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