
Y es positivo en lo
social, en lo económico (el coste del divorcio para los estados es alto por
los gastos en ayudas a hijos, a familias monoparentales). La estabilidad
familiar evita casos de violencia. Además los niños crecen con una estabilidad
emocional y afectiva superior en una familia estable que en una familia rota.
Por eso ayudar a una familia estable se le llamada también ayudar a la “familia sostenible” porque actúan como factor de seguridad y cohesión, en lo económico y en
lo social, en el seno de la sociedad.
En este sentido se han señalado algunos de los factores que
contribuyen a esta estabilidad familiar o a esta familia sostenible, que
resumiremos en diez:
1.- Una completa preparación de los novios
hacia el matrimonio teniendo en cuenta que este no sirve para satisfacer
necesidades sexuales o afectivas de los esposos, sino que exige la donación del
uno al otro (amor), donde desaparece el yo para alcanzar al otro, y servirle y honrarle
para siempre, “hasta que la muerte nos separe”. Hay que preparar el matrimonio
como algo a muy largo plazo, sin miedo al tiempo. Los matrimonios que se unen
en un sentido cortoplacista –“si no va bien ya lo arreglará el
divorcio”—normalmente fracasan.
2.- No confundir el amor con un sentimiento
intenso semejante al “flechazo” que se siente cuando se es novios. El amor no
es un sentimiento que va y viene. El amor va calando en la vida del matrimonio,
en las alegrías y en las penas, y cuando uno cree que el sentimiento se apaga
sigue trabajando por dentro el afán de entrega al otro para hacer más fecundo
el amor, para que este tenga raíces más fuertes ¿cómo? Rechazando sentimientos
pasajeros que pueden socavar o enflaquecer el amor. Los que solo entienden el
amor como un flechazo, sienten la
necesidad de cambiar de pareja a cada flechazo
que llegue. Forman parejas inestables.
3.- El amor se consolida si está abierto a la
vida, a los hijos. El amor busca
perpetuarse en “los demás”, los hijos. Un amor o un matrimonio cerrado a la
vida no puede durar porque allí el amor es ahogado por el egoísmo que es el
enemigo número uno del amor. Esto no
quiere decir que no debe existir una paternidad
responsable, pero sin trampa ni cartón, como decía Pablo VI en la encíclica
Humanae Vitae.
4.- La convivencia en
un matrimonio ha de basarse en el diálogo, la confianza y el respeto permanentes.
Pero un diálogo sincero, leal, verdadero. A la confianza se opone la sospecha,
la deslealtad, la mentira. Que haya una buena comunicación –no basada en
técnicas comunicativas, sino en fomentar el cariño, el amor-. La confianza quiere
decir que te fías de la otra persona, que vives con ella con lealtad. La
confianza da tranquilidad y en ella se acrisolan los afectos y la familia vive de
la “buena fe” de sus componentes. Tener confianza no significa “vivir en la
luna”.
5.- En las familias tiene que haber unas reglas
de convivencia y conviene trazarlas de manera clara, pero que nadie quede
ahogado por estas reglas. Reglas
demasiado estrictas suelen ser
conflictivas en la pareja y con los hijos. Ni demasiado rígidas ni demasiado
laxas.
6.- La familia para
que sea estable necesita vivir la sinceridad entre las personas. La sinceridad
y el respeto dan firmeza. En una familia no existen disfraces como en el
noviazgo: allí cada uno es como es, los disfraces y las caretas caen al suelo y
salen a relucir las virtudes y los defectos.
En la familia el amor es aceptar al otro
tal como es, con sus defectos y sus virtudes, sabiendo que todos los miembros
son diversos.
7.- El perdón es esencial
para la estabilidad de la familia. No hay amor si no hay perdón: el amor
implica el perdón. En la vida hacemos cosas buenas y menos buenas, acertadas y
desacertadas, por eso es necesario saber perdonar. El perdón humano es
imperfecto –pues solo Dios perdona de una manera total-- pero no puede ser
parcial. No hay nada “imperdonable” ni
entre los cónyuges ni con los hijos. El
perdón es lo opuesto a la venganza y al resentimiento que si dura en el
tiempo causa graves rupturas. El perdón
es libre y gratuito. Las peleas en el matrimonio siempre han existido, pero
los esposos deben hacer las paces antes de ir a dormir dice el papa Francisco.
8.- No pelar nunca
delante de los hijos. Los hijos quieren mucho a sus padres y si ven peleas
se les obliga a que se inclinen por uno de los dos y eso rompe su equilibrio
afectivo en la familia.
9.- Los cónyuges al igual que la familia,
necesitan un espacio y un tiempo para vivir la imprescindible intimidad propia
de la familia. Está contra esta intimidad familiar las excesivas horas de
trabajo y las separaciones forzosas como la emigración.
10.- Fidelidad. El cristianismo aporta a la estabilidad de
las familias al considerar que el amor de Dios no es inestable, sino que dura para
siempre y se proyecta en el matrimonio y en la familia de modo que el
matrimonio viene a ser el reflejo del
amor esponsal de Cristo con su Iglesia, un amor para siempre, “hasta que la
vida nos separe”. Jesucristo insiste en
la fidelidad como Dios quiso el matrimonio “desde el principio” (Mt, 19, 8).
Y para la fidelidad es necesario “ser coherente toda la vida” y no solo en
horas de “exaltación” sino también en horas de “tribulación” (Homilía de san Juan Pablo II en la Catedral
de México). El sacramento del
matrimonio proporciona las gracias
necesarias para vivir los contratiempos (la fatiga, la depresión, el dolor…),
los cambios de carácter o de humor y también la enfermedad.
Comentarios
Publicar un comentario