He de confesar que no acabo de entender al
señor Torra –Quim Torra, presidente de la Generalitat—o tal vez lo entiendo
demasiado. Me refiero, sobre todo, cuando habla de “diálogo”, “justicia”,
“libertad”, “democracia”, “república” y otros tantos términos que utiliza de
forma constante, pero con un significado “sui géneris”.
También son “sui géneris” la interpretación de las leyes y el mismo Derecho. El independentismo
ha inventado un léxico político y social nuevo.
¿Cuál es el nuevo léxico? Algunos ejemplos. De
entrada, diremos que “procés” es el
camino hacia la independencia de Catalunya.
Democracia es lo que el pueblo de Catalunya quiere, o
sea la independencia, cuando en realidad nunca esta ha tenido el favor de la
mayoría de los votos catalanes. La Democracia es entendida como la aprobación y
cumplimiento de leyes favorables a la acción independentista. Todo lo que se
opone a ello no es democrático. No valen ni el TC, ni el Consell de Garanties
del Estatut, ni los letrados del Parlament,
ni nadie, porque el derecho a la autodeterminación, el “derecho a decidir”,
está por encima de cualquier otro derecho. Incluido el derecho de la Val d’Aran
por si quisiera autodeterminarse.
Justicia es la que emana de jueces y fiscales
controlados por la Generalitat. Según la Ley de Transición, el poder judicial
lo nombraba directa o indirectamente el President
el cual preside el gobierno de la Generalitat. ¿Y la división de poderes?
“Nosotros hemos ya superado a Montesquieu”, me dijo un día, convencido, un
independentista.
Dentro de Justicia
hay un subapartado, transitorio, que significa la liberación de los presos y el
retorno de los “exiliados”, a pesar de que ninguno de ellos tenga carta de
exiliado, de apátrida o se le reconozca otra nacionalidad que no sea la
española. En realidad, dicen, ellos no han hecho nada más que poner urnas y
aprobar leyes en el Parlament, por un procedimiento “democrático”. Ellos “han
pasado la página de la historia” que les obliga a sujetarse a cualquier
ordenamiento jurídico que no sea el suyo. Ellos no están en la historia, sino
más allá de la historia.
Libertad. La libertad es la del pueblo catalán que quiere
autodeterminarse. Las demás libertades “formales” hay que estudiarlas una a
una. Por ejemplo, la libertad lingüística (hay tres lenguas oficiales en
Catalunya: el catalán, el castellano y el aranés). Las tres lenguas están
perseguidas la una de la otra. Esta libertad será regulada, como las otras, por
la república catalana, que será un remanso de paz y bienestar.
Diálogo. El señor Torra se lo dijo a Sánchez y antes
a Rajoy: diálogo sin cortapisas. Es decir, aprobar un referéndum de
autodeterminación y liberación de presos y retorno de los “exiliados”. Todo lo
demás está subordinado a estos dos puntos. Si no se otorgan estas peticiones,
no hay diálogo. Su manera de entender el diálogo es siempre al margen o en
contra del ordenamiento jurídico vigente. Además, debe ser un diálogo “De
Estado a Estado”, de Gobierno a Gobierno. La línea la marcó Puigdemont: “O
referéndum o referéndum”, ese es el diálogo. Torra acaba de decir que quiere un
“diálogo real, sincero, creíble y valiente” que en el argot independentista
significa liberación de presos, vuelta de los “exiliados” y convocar un
referéndum de autodeterminación.
República. Cualquiera que asista a las sesiones del Parlament rápidamente se enterará que la Catalunya oficial vive
instalada en una república. “Fem
república” es la expresión más corriente. Y todo lo que se aprueba es para
“la república catalana” que nadie –entre los independentistas- osa poner en
duda su existencia, presente y futura.
El último mantra es que el 80 por 100 de la
población catalana quiere un referéndum. Es una encuesta del diario
independentista “Ara”. A los dos días
ya todos dicen “lo que quiere el 80 por ciento del pueblo de Catalunya”. Sin
comentarios.
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