La salida de Gran Bretaña de la Unión Europea ha caído como
un jarro de agua fría, o más bien helada, en la opinión pública de los países europeos.
Ha sido el triunfo del populismo, de los sentimientos, frente a las razones. Ha
sido el triunfo de las mentiras sobre las realidades. Y ahora ¿cómo puede
cambiar Europa?
En periodos populistas, producto de un hartazgo de la
población de los políticos y de las crisis económicas, hacer referéndums es muy
delicado porque el voto tiene más de corazón que de razón, y porque con los
medios tecnológicos de hoy puedes mantener una mentira durante el tiempo de la
campaña electoral y luego desmentirla. Así lo hizo el xenófobo y
ultraderechista Nigel Farage, quien aseguró que cada semana salían de Londres
350 millones de libras esterlinas camino de Bruselas. Conocido el resultado del
referéndum, tras haberlo ganado, dijo que era “un error” de la campaña, pero el
mal ya está hecho.
Si se mira a Gran Bretaña y a los Estados Unidos, a estos
dos personajes que lideran el populismo, Boris Johnson y Donald Trump,
respetivamente, podemos pensar que el mundo puede ir a la deriva, a golpe de eslóganes
y de oportunismo político.
Hacer referéndums sobre política exterior es una quimera.
Quien debe decidir son los parlamentos, elegidos democráticamente, y no los
eslóganes que caen uno tras otro sobre la conciencioa de los ciudadanos, los
cuales carecen de conocimientos suficientes –no los pueden tener porque no se
dedican a la política-- para poder tomar una decisión medida y equilibrada.
EUROPA VA A
CAMBIAR
Pero más importante que lo dicho es que Europa va a cambiar.
Europa, si quiere sobrevivir, debe cambiar. Debe vivir cerca de los ciudadanos
y no alejada.
En Gran Bretaña, por ejemplo, se ha visto que los
representantes del pueblo, los 650 diputados de la Cámara de los Comunes, eran
en su gran mayoría partidarios de mantenerse en la Unión Europea (450 sobre
650) mientras que solo una minoría (unos 200) era partidario de irse. Pues el
voto popular del viernes ha desmentido a la gran mayoría de parlamentarios. Por eso no va a haber elecciones anticipadas.
¿Qué quiere esto decir? Que hay países en que el Parlamento
no tiene la representación genuina del pueblo. Que existe un alejamiento cada
vez mayor entre los ciudadanos y sus representantes políticos. Y este hecho es
lo que debe cambiar.
Europa sin Gran Bretaña, no es la Europa que hemos conocido
estos años. Europa deberá cambiar. Su ampliación fue muy deprisa y difícil de
digerir, imponiendo unos valores a los nuevos países que no los podían asimilar
porque tienen una historia y un modo de vida distanciado del núcleo fundador de
Europa.
¿Habrá que crear una europea de dos velocidades? Es
probable. ¿Habrá que refundar Europa con aquellos países que creen realmente en
ella? Es posible. En esta nueva Europa, Alemania deberá ser el eje vertebrador,
al igual que Francia. El eje franco-alemán es indispensable si queremos una
Europa en paz. Todos los conflictos bélicos europeos de los últimos 400 años
vienen de las disputas entre Francia y Alemania.
Hay un grupo de países claramente europeístas, como son
Alemania, Francia, Italia, España, Portugal, Bélgica, Holanda y Luxemburgo. Este
grupo de países puede construir una Europa fuerte, unida, que camina hacia una
federación de Estados. Los otros países deberán tomar sus propias decisiones y
unirse a los anteriores o mantenerse con estrechas relaciones y acuerdos
preferenciales con esta Europa nueva para ingresar un día en ella. Se trata
prácticamente de los países de la Europa central-oriental excomunistas, muy
nacionalistas y poco preparados para asumir el acervo europeo y ceder soberanía.
La salida de Gran Bretaña requerirá gran pericia para los
negociadores europeos y británicos. Ambas partes son expertas en negociaciones
bilaterales. Los británicos, como siempre han hecho, querrán estar sin
compartir dentro del concierto europeo, recibir sin conceder. Quedarse a mitad
de camino como con la independencia de los países de la Commonwealth.
Y lo que hay que hacer cuanto antes se haga –sin
precipitaciones— mejor, como ha dicho Jean-Claude Juncker. La Gran Bretaña
dentro y fuera al mismo tiempo es pudrir un problema que afectaría muy
negativamente a Europa.
David Cameron, el hombre de los referéndums y de las
oportunidades perdidas, ya es el pasado. ¿Será el futuro Boris Johnson?
Dos cosas para añadir: Gibraltar no volverá a España (los
gibraltareños no quieren, por mucho que se empeñe Madrid) y en Escocia no habrá
otro referéndum, porque no lo podrá pactar con Londres, que ha aprendido la
lección de Cameron.
¿Es el referéndum el mejor modo democrático de resolver los
problemas? El referéndum es un órdago: sí o no, blanco o negro; no deja ver las
enormes capas de grises que hay en medio.
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