(Aleteia.org) Desde hace demasiado tiempo se está utilizando la escuela,
la enseñanza, como blanco de las luchas ideológicas, sin que los distintos
componentes de la sociedad se pongan de acuerdo sobre cómo debe ser la
comunidad educativa en el Siglo XXI.
En el caso concreto de España se han aprobado ocho leyes
orgánicas sobre la educación en los últimos 35 años, y ninguna de ellas ha
tenido la virtud de conseguir un consenso sobre el papel que deben tener los
tres principales protagonistas o sujetos de la educación: los pares, los
profesores y los alumnos.
La “escuela” no es ningún protagonista ni sujeto de la
educación, sino simplemente la estructura física que da abrigo a la práctica de
la educación. La Declaración Universal de Derechos Humanos, aprobado por la ONU,
en su artículo 26 dice: “La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de
la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos
y a las libertades fundamentales; favorecerá la comprensión, la tolerancia y la
amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos o religiosos, y
promoverá el desarrollo de las actividades de las Naciones Unidas para el
mantenimiento de la paz”. Y añade a renglón seguido: “Los padres tendrán
derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus
hijos”.
Análogamente el artículo 27 de la Constitución española del
1978 afirma: “Se reconoce la libertad de enseñanza”. Y también: “Se reconoce a
las personas físicas y jurídicas la libertad de creación de centros docentes,
dentro del respeto a los principios constitucionales. Los profesores, los
padres y, en su caso, los alumnos intervendrán en el control y gestión de todos
los centros sostenidos por la Administración con fondos públicos, en los
términos que la ley establezca”. Y además: “Los poderes públicos ayudarán a los
centros docentes que reúnan los requisitos que la ley establezca”.
Es decir que para hablar de enseñanza, en primer lugar hay que
hablar de libertad, una libertad ejercida por personas y no por entes públicos:
libertad de los padres para elegir el centro, libertad de la sociedad para
crear centros docentes, libertad y autonomía de los centros para elegir el
modelo educativo que quieran, con respeto a las leyes, y libertad de cátedra
para los profesores, dentro del respeto al modelo educativo del centro.
A esta suma de libertades se le opone la opresión de quienes
quieren imponer en la sociedad democrática el principio de una escuela única,
de un modelo único, queriendo así uniformar la sociedad, como se hizo en los
regímenes totalitarios fascistas y comunistas del Siglo XX. El fascismo y el comunismo no han muerto, rebrotan cada vez que se habla de libertad y de
derechos fundamentales, como en el caso de la enseñanza.
Si la libertad de enseñanza proclama y fomenta una
pluralidad de modelos educativos porque la sociedad democrática es plural, ¿por
qué imponer un modelo único de escuela, laico y público? Si la escuela debe ser
pública y laica, como piden unos 100.000 firmantes de una iniciativa
legislativa popular, ¿dónde está la libertad de los padres a elegir, como pide
la Declaración Universal de Derechos Humanos? Se le privaría a los padres de su
derecho fundamental no ya a elegir entre una escuela pública o privada, sino
entre un modelo educativo u otro incluso dentro de la escuela pública. Si se
pide una escuela laica, legítimamente, ¿por qué se impide una escuela
con¿No estamos cayendo en un
fundamentalismo laicista?
fesional o de otro tipo? ¿Dónde está la libertad?
¿Por qué se impide que haya una pluralidad de modelos
educativos? Y me responden: en aras a que los ciudadanos somos todos iguales y
no caben discriminaciones. Pero ¿la igualdad está por encima de la libertad?
Esto ya se ensayó en los regímenes comunistas y fascistas y fracasó
estrepitosamente. La igualdad se consigue cuando todos los alumnos tienen las
mismas oportunidades ante los distintos modelos educativos. Es decir que todos
los centros deberían recibir los mismos recursos públicos, y eso hoy por hoy no
es así, pues la financiación pública de la enseñanza en las escuelas de
iniciativa privada o social no alcanza el 65 por ciento del coste que
tienen los centros públicos, donde además los profesores tienen un mejor
estipendio. El resto tienen que ponerlo los padres y así se discrimina la
escuela.
Con todas las discusiones ideológicas no hemos mejorado la
calidad de enseñanza en España, pues cada año, en los controles de nivel, o en
las pruebas de PISA, estamos en la cola de Europa, y cuando no fallan las
matemáticas falla la comprensión lectora, o la expresión escrita, o las
ciencias naturales, o… Tenemos un modelo fracasado ¿Por qué la escuela pública
no ofrece una pluralidad de modelos educativos, como pasa en tantos países de
nuestro entorno?
Ahora que empieza el curso son algunas reflexiones cuyo
único interés está en lanzar a la opinión pública la necesidad de un gran pacto
sobre la educación. Sobran leyes, y falta consenso y libertad.
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