El ex presidente del Gobierno, Felipe González, ha revolucionado
la pre campaña electoral catalana. Primero ha sido muy duro contra el
independentismo, en una carta dirigida “A
los catalanes” y publicada en “El
País”: “La idea de “desconectar” de España, como propone Artur Mas,
en un extraño y disparatado frente de rechazo y ruptura de la legalidad,
tendría unas consecuencias que deben conocer todos”, afirmó, y añadió que hay
una crisis de convivencia en Catalunya.
Unos días más tarde el diario “La Vanguardia”, ante el revuelo que había creado “la carta”, especialmente en el mundo
independentista, publica una larga entrevista de FG en la que afirma que cree
“absolutamente” que “Catalunya es una nación”. Tan deprisa fueron las
declaraciones de González, que ni siquiera la tipografía del diario le dio
tiempo de distinguir preguntas (en negrita) y respuestas.
¿En qué quedamos señor González? ¿En lo uno o en lo otro?
Personalmente creo que Felipe González ha sido uno de los pocos hombres con
sentido de Estado que ha gobernado España en los últimos dos siglos. He estado
muy de acuerdo en no pocas cosas que hizo en el gobierno. Sin embargo, no supo
resolver los problemas de su partido, el PSOE, dentro del Estado de las
Autonomías, a pesar de haber gobernado España y su partido por casi tres
lustros.
Hoy el PSOE, dentro de una autonomía, no se sabe de qué
parte está, si del Estado o del nacionalismo e independentismo. Léase Valencia, Baleares,
Galicia, Navarra, Aragón y la misma Catalunya. Lo único que tiene claro es su
oposición al Partido Popular, pero eso no le una visión clara de España, de lo
que debe ser el Estado español, pues en cada rincón de nuestra geografía el
PSOE piensa una cosa distinta.
El problema catalán tiene un inicio político claro: el PSOE
que quería gobernar en España y en Catalunya. Para ello tenía que romper el
pacto, existente entonces, entre CiU y el PP, en Madrid y en Barcelona, y por
ello se propuso ser más nacionalista que CiU, aliarse con Esquerra Republicana
(independentista) y elaborar un Estatuto de Autonomía muy avanzado. El ex
presidente José Luis Rodríguez Zapatero apadrinó un Estatuto nuevo, a
instancias de Pasqual Maragall y José Montilla, los dos ex presidentes de la
Generalitat, en sendos gobiernos tripartitos.
Los gobiernos tripartitos y el nuevo Estatut se asentaban en
el Pacto del Tinell, que gozó de no poca coreografía. En este pacto, una idea
estaba también clara: no colaborar con el PP. El Estatut se hizo de espaldas al
PP, presidido entonces en Catalunya por Josep Piqué. Se elaboró un Estatut en
el que Catalunya era casi un Estado. Pero entonces ya gobernaba el PSOE, y fue
gracias a Artur Mas, negociando a la baja con Rodríguez Zapatero. El nuevo Estatut
fue a Madrid con la oposición total del Partido Popular, segundo partido
español. No hubo consenso. El Estatut pasó por el Congreso, con la oposición
dura del Partido Popular, el cual llevó a cabo una campaña por toda España
contra el Estatut, y eso presagiaba nubarrones a causa de la falta de sentido
de Estado que tenía Rodríguez Zapatero, quien quiso arreglarlo al final con un
intervencionismo en el Tribunal Constitucional, el cual actuó tarde y mal. En Catalunya
José Montilla se manifestaba contra los recortes del TC al Estatut, el cual
había sido aprobado en referéndum ante la indiferencia –no votaron—de la mayor
parte del electorado.
Se repetía lo que ocurrió al inicio de la transición
política. El líder socialista catalán, Joan Reventós, quiso ser más papista que
el papa, es decir más nacionalista que Jordi Pujol, porque los socialistas
siempre han tenido miedo de ser tildados de poco nacionalistas, y Pujol, contra
todo pronóstico, ganó las primeras elecciones catalanas. Ahora Maragall y
Montilla eran los que querían ser más nacionalistas que CiU, queriendo romper
el pacto CiU-PP y proponiendo un nuevo Estatut cuando Jordi Pujol decía que no
era necesario. Después vino el descubrimiento de la corrupción, repartida entre
socialistas y nacionalistas, y a renglón seguido el independentismo.
El rey Juan Carlos dio una entrevista a TVE guiada por el
difunto Jesús Hermida, en enero de 2013, en la que dijo que a España le falta
el encaje territorial del Estado. ¿Estaba el Estado desencajado? Sin lugar a
dudas. Y lo sigue estando. Tenemos fuerzas centrífugas por todos lados, desde
el territorial hasta el social. Pero el PSOE no hace nada para arreglarlo, y a
Pedro Sánchez solo se le ocurre salir candidato envuelto en una gran bandera
española, cuando sabemos que las banderas no hacen al Estado, como el hábito no
hace al monje. España tiene un grave problema, que no se resuelve con tipos de
interés, fiscalidad y déficit cero, sino con política, pero sin dar bandazos,
señor González.
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