(Aleteia) El pontificado del papa Francisco, volcado a buscar
soluciones a los problemas de las familias de hoy, en la conciencia de que la
familia es la institución básica de la sociedad, dedica dos sínodos mundiales,
una extraordinario el año pasado y otro ordinario, dentro de un mes, para que
los obispos reflexionen sobre la familia y encuentren líneas pastorales de futuro,
manteniendo firme la doctrina establecida por Jesucristo.
Para ello el Papa ha enviado a las conferencias episcopales
de todo el mundo preguntas y documentos con el fin de recibir respuestas a los
retos que tiene planteados la familia en estos momentos. Esta respuesta, ha
dicho el papa, no consiste en juzgar desde fuera situaciones familiares. Hasta ahora ha sido muy frecuente la
condena total para los divorciados vueltos a casar por lo civil, por lo que
muchos de ellos se han considerado fuera de la Iglesia, como excomulgados.
Lejos de eso ha dicho el papa Francisco, sino que hay que acompañarlos en sus
dificultades. Esto no significa
reconocer nuevas uniones, o el “aquí no ha pasado nada”, porque ha pasado, sino
ejercer la caridad.
El papa Francisco invita a las comunidades cristianas a que
se acerquen a las familias o matrimonios con problemas, las escuchen y las
acompañen hacia la casa común que es la
Iglesia, pero no con juicios apriorísticos, sino con el calor de la fe y del
amor de Dios. Esto vale para los matrimonios irregulares –cualquiera que sea su
irregularidad--, para los hijos mayores o menores y para los novios cuyo final no es una convivencia sin papales en casa
del novio y la novia, sino formar una familia estable, donde el amor sea tan
grande que venza todos los obstáculos que se presenten.
La doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia
es clara, y no se trata de cambiarla, sino de trazar unas líneas de
acompañamiento, por parte de los creyentes, que lleven a buen puerto a las
familias dentro de la Iglesia y a regularizar su situación si es posible. El
amor, si es auténtico, no puede estar por encima de la Palabra de Dios, del
Evangelio, puesto que Dios es amor.
Así las cosas, y de
cara al próximo Sínodo Ordinario que comenzará dentro de un mes en
Roma, se analizarán las distintas formas en que se presenta la familia hoy, no solo en
relación a las distintas culturas. Sino sobre todo en el contexto de familias
tradicionalmente cristianas que han abandonado o se han alejado de la Iglesia.
De este último grupo,
el más numeroso tal vez sea el de los
matrimonios rotos y cuyos cónyuges se han vuelto a casar. La primera
averiguación será en ver, con delicadeza y con la mejora de los tribunales
eclesiásticos, si el primer matrimonio era válido, pues muchas rupturas vienen
como consecuencia de matrimonios nulos en origen, por falta de consentimientos,
por enfermedad de uno de los cónyuges previa al matrimonio, por un alto grado
de inmadurez de uno de los esposos, etc.
Hay
muchos matrimonios que son nulos, pero no han recurrido a los tribunales
eclesiásticos. También se pueden presentar situaciones complejas, como un
divorcio de larga duración. Hay que ver cada caso, pues las situaciones son
todas ellas muy diversas.
En una situación irregular,
queda claro que la nueva unión no tendrá
acceso a los sacramentos, al sacramento de la penitencia y al de la
comunión, como ya estableció Benedicto XVI en 2007 en su Exhortación Apostólica
“Sacramentum Caritatis” (n.29) surgida a raíz del Sínodo de Obispos sobre la
Familia celebrado el año 2005, hace ahora 10 años.
Están después las
parejas de hecho, que no quieren casarse, la gran mayoría para no asumir
compromisos para toda la vida. Los jóvenes hacen una vida conjunta, pero sin
compromisos. Muchos se casan cuando llegan hijos pero otros continúan sin
formalizar su relación.
¿Qué hacer en estos
casos? La tarea de acompañamiento consiste en llevar a la pareja hacia el
matrimonio, con mucha oración, mucha amistad, mucha comprensión, y mucha paciencia.
Se consiguen excelentes resultados, porque
Dios en su infinita misericordia, ayuda mucho. Muchas veces depende de la
madurez de los dos, y del amor que se tienen: el amor pasa por encima de los
egoísmos o de las comodidades personales. Por eso el amor auténtico camina
hacia una entrega recíproca total de la pareja y hacia los hijos.
A los matrimonios rotos y cuyos cónyuges han vuelto a
casarse por lo civil, el papa pide que no hay que juzgar, sino comprender y
acompañar a estos fieles –que no están fuera de la Iglesia-- a que sean constantes en la oración y la
práctica de comuniones espirituales. Pues si se pide con constancia recibir
al Señor, Él pondrá la solución a este bello deseo.
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