Finalmente,
parece que se está saliendo del laberinto al que ha conducido Artur Mas a su
partido, al año de la declaración de autoinculpación de Jordi Pujol. Se está
fraguando en Catalunya un partido independentista, formado por Convergència
Democràtica de Catalunya, Esquerra Republicana, a los que se suman los
escindidos del partido socialista (Més), que se asociaron a ERC, y los
escindidos de UDC (Demòcrates de Catalunya, partido recién creado). Las dos
organizaciones independentistas ANC (Assemblea Nacional de Catalunya) y Òmnium
Cultural, apoyan el acuerdo al que llegaron el lunes por la noche Mas y
Junqueras en la creación de una lista única para las elecciones catalanas.
No todo
está resuelto, pero sí que parece bien encarrilado.
El problema del liderazgo
sigue en el aire, y por el momento parece que habrá un liderazgo compartido.
Artur Mas tiene fidelísimos seguidores en su formación, pero igualmente
detractores en las formaciones de izquierda ya sea republicana o ex socialista.
El acuerdo es que tanto Mas como Junqueras van a ir a las listas de esta nueva
plataforma independentista que se orienta hacia un partido político. En lo que
están de acuerdo todos ellos es en el camino hacia la independencia: 18 meses
tanto si hay como si no hay acuerdo con el Estado.
Las
elecciones parecen cada vez más seguras para el 27 de septiembre, con una
campaña electoral que empezará el 11 de septiembre, Diada Nacional de
Catalunya, la de las grandes manifestaciones.
La plataforma independentista
debería ganar las elecciones, lo que según las encuestas hay un escaso empate con
las otras fuerzas. Esta plataforma tendrá viento favorable debido que no hay
ley electoral y el reparto de escaños se hará de acuerdo con lo que estableció
el Estatut d’Autonomia de 1979 que no sigue el sistema proporcional, sino que
premia los territorios (Tarragona, Lleida y Girona) frente a los habitantes
(Barcelona). Fuera de la provincia de Barcelona es donde se encuentran los
núcleos más independentistas.
Del acuerdo del lunes en el Palau de la Generalitat, tras once horas de
reuniones, se descolgó la CUP, formación independentista, asamblearia,
anticapitalista y contra la Unión Europea actual, por ser servil al capitalismo
de los grandes grupos financieros. O sea que
mientras la CUP decía que no haría listas con CDC y ERC, sí aseguró que apoyaba
la estrategia de la independencia. En Grecia, tanto la CUP como el mundo independentista catalán hubiera votado “no” en el referéndum.
Es
decir que todo el ruido mediático y callejero que llevó adelante el “dret a
decidir” –categoría política que no está en ningún ordenamiento jurídico
mundial- al final está cristalizando hacia una fusión entre Convergència y
Esquerra. De formarse el partido independentista –en todas las fusiones lo que
cuesta más es encajar los cargos—Artur Mas habría conseguido su doble objetivo:
refundar Convergència, sin el lastre del pasado y de la familia Pujol, y mantenerse
él y los suyos en la primera línea de la política catalana.
Durante
este tiempo –que ha durado cerca de dos años- el gobierno catalán apenas ha
existido, y de todo el movimiento inicial que ha desembocado en el
independentismo, aunque ocultando la palabra independencia, han abandonado el
carro Unió Democrática, Iniciativa per Catalunya (que sobrevivirá gracias a
Podemos) y el partido socialista (PSC) que se ha escindido. Al mismo tiempo,
han crecido fuertemente Ciutadans --que ya es, según las encuestas, el tercer
partido catalán—y la CUP recogiendo votos de Esquerra Republicana
esencialmente.
A
destacar es que tanto el PSC como el PP, según las encuestas, siguen perdiendo
apoyos, especialmente el PP que sacaría la mitad de votos de hace tres años. El
partido que quiere elecciones ahora –y le pide a Mas que no le tiemblen las
piernas para convocarlas—es Ciutadans, de Albert Rivera, que las encuestas le
dan un excelente resultado, lo mismo que ICV-Podemos.
La
clarificación del mapa político es siempre importante, pues no se sabe adónde
podría llevar un parlamento como el catalán tan fragmentado difícil de formar
un gobierno.
Un dato
no solo curioso sino significativo: Lleida ya puede llamarse también Lérida de
nuevo, de acuerdo con el pacto conseguido por el alcalde socialista, Àngel Ros,
con Ciutadans, los cuales han impuesto el bilingüismo en la ciudad. Por cierto,
Àngel Ros protagonizó con un grupo de diputados al Parlament su línea a favor
de un mayor nacionalismo en el partido socialista catalán. Fue elegido
presidente del PSC, y sus compañeros “críticos” abandonaron el partido fundando
“Més” que colaboran estrechamente con Esquerra Republicana y con los independentistas, como los hermanos Maragall.
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