Unas 215.000 personas de diversos países han elevado una
“súplica filial” al papa Francisco para que exista una coherencia entre la
doctrina sobre el matrimonio y la pastoral familiar, y en consecuencia se
desmarcan del documento que la Conferencia Episcopal de Alemania envió a la
secretaria del Sínodo para su estudio en la próxima asamblea sinodal del mes de
octubre dedicado íntegramente a la familia.
Los obispos alemanes, y en particular los cardenales Walter Kasper
y Reinhard Marx piden que la Iglesia reconozca la comunión a los divorciados
vueltos a casar por lo civil, debido a los grandes problemas que tienen muchas
familias en cumplir con la doctrina católica.
Esta “súplica filial”, parecida a la carta que enviaron unos 500
sacerdotes ingleses al Papa, lleva la firma de 4 cardenales, 22 arzobispos y obispos, sacerdotes,
religiosos y personalidades del mundo de la política, de la vida social y de la
cultura.
Entre los firmantes hay millares de alemanes, disconformes
con la consulta que han hecho algunos obispos de este país para elaborar las
propuestas al Sínodo sobre la Familia. En la diócesis de Essen solo fueron
recogidas 14 respuestas cuando esta tiene 850.000 católicos, y en la diócesis
de Mainz solo se recogieron 21 respuestas cuando hay 740.000 fieles. Los
promotores de la carta al papa Francisco concluyen que no se puede decir que la
opinión de los católicos esté en ese documento de los obispos alemanes.
El famoso teólogo laico norteamericano, George Weigel, uno de
los biógrafos de san Juan Pablo II, publicó en mayo (The catholic church's german crisis, en la influyente revista
religiosa “First things”) un artículo
muy crítico sobre la situación de la iglesia en Alemania, no solo porque los
templos están vacíos, sino porque el documento sobre la familia de los obispos
alemanes no se distingue de los no católicos, y supone una rendición al espíritu
de la época. Weigel reconoce la gran aportación que hizo la Iglesia de Alemania
al Concilio, como lo hicieron las iglesias de Francia, de Polonia y de los
Estados Unidos, pero eso parece que ha cambiado hoy.
El cardenal Gerhard Ludwig Müller, alemán y prefecto de la
Congregación para la Doctrina de la Fe, ha publicado en la revista francesa “La vie” que la doctrina de la Iglesia no
es una teoría que se adapta a los tiempos, sino que es “la fidelidad a la
Palabra de Dios”, y el matrimonio entre bautizados es un sacramento. El papel
del Sínodo, dice el cardenal Müller, no es hacer componendas con la doctrina,
lo que sería fácil, sino “reafirmar el papel del matrimonio como fundamento de
la sociedad civil y de la comunidad de la Iglesia”.
Hay muchos escritos de cardenales, arzobispos y obispos
críticos con el documento de los obispos alemanes. Todos estos escritos tienen
un denominador común: la definición de Jesucristo de la indisolubilidad del
matrimonio: “lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”. Jesucristo no
acepta la decisión de Moisés de permitir el divorcio, pues lo hizo “por la
dureza de vuestro corazón” (Mat, 19, 8) porque “al principio” no fue así, pues
Dios creó a un hombre y a una mujer, que se unieron en una sola carne. Jesucristo
no habló para los hombres de su tiempo, los cuales se divorciaban con mucha
frecuencica por cualquier causa, tanto es así que los discípulos dijeron: “si
tal es la condición del hombre para con la mujer, no sale a cuenta casarse”
(Mt, 19, 10). Y en otra ocasión dice Jesucristo (Mt 5, 17) “no he venido a abolir
la ley sino a cumplirla”.
Por otro lado, el papa Benedicto XVI, hace solo ocho años, y
recogiendo lo manifestado por los obispos del Sínodo celebrado en octubre de
2005, escribió una Exhortación Apostólica sobre la Eucaristía, “Sacramentum Caritatis”, en la que dijo (n.
29) que “el Sínodo de los Obispos ha confirmado la praxis de la Iglesia fundada
en la Sagrada Escritura (cfr. Mc 10, 2-12) de no admitir a los sacramentos a
los divorciados casados de nuevo, porque su estado y su condición, contradicen
objetivamente esa unión de amor entre Cristo y la Iglesia que se significa y
actualiza en la Eucaristía”.
Recuerda Benedito XVI en el mismo documento que los
divorciados y vueltos a casar no están fuera de la Iglesia, y deben ser
tratados y seguidos “con especial atención” y les aconseja que sigan la Santa
Misa, “aunque sin comulgar”, la Adoración Eucarística, la vida comunitaria y la
oración (n. 29).
Aunque la doctrina sobre los sacramentos no cambie, esto no
quiere decir que no hay que atender a todos y ver en cada caso los motivos de
las rupturas familiares, si las hubiere. Muchos matrimonios, a veces con
grandes dificultades, se han mantenido fieles, pues en la vida moderna la
fidelidad no está de moda y cuesta.
También hay que acoger a las parejas de hecho dignos de toda
consideración y afecto, a la espera de que puedan regularizar su situación. Es
cierto que en el pasado los divorciados han estado mal vistos como si
estuvieran fuera de la Iglesia. Pero hoy la doctrina de la acogida está clara y
un divorciado no es un excomulgado, lo han dicho los últimos papas.
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