Se ha cumplido un año
desde la entronización del rey Felipe VI con el juramento ante las Cortes
Españolas. Se ha celebrado en el Palacio de Oriente una ceremonia popular, con
condecoraciones a gente de la calle, en sus distintos oficios, profesiones y
singularidades.
El Rey cogió una corona
deteriorada por la conducta de su padre y en medio de un persistente rumor
republicano en la calle. Hoy, un año después, un Felipe VI austero,
transparente y leal a lo que juró, se ha ganado el favor del pueblo, de modo
que un 81 por 100 de la población aprueba la función del Rey al frente del
Estado, como monarca cercano al pueblo,
y sensible para con los necesitados. El Rey reina, pero no gobierna. No
corresponde al Rey resolver los problemas del día a día, sino moderar los
poderes del Estado e impulsar acciones que beneficien a todos los españoles,
sin distinción.
Hace un año, España se
inundaba de banderas republicanas en las manifestaciones, y las portaban
aquellos que hoy tienen el mando en no pocos ayuntamientos y comunidades
autónomas. Muy pocas banderas republicanas se han visto en las últimas semanas
por la calle. La monarquía, la forma del Estado, ha dejado de ser un problema,
pues el Rey se ha ganado una legitimidad de ejercicio: la monarquía
parlamentaria ha superado con éxito el relevo generacional. Hoy hasta los
votantes de Podemos aprueban (un 56 por ciento) la acción de la monarquía de
Felipe VI.
Los actos, discursos,
viajes y audiencias de Felipe VI se han multiplicado en relación a los del
último año de un mermado rey Juan Carlos, un Rey al que la misma opinión
pública le suspendía. Hoy no es así, porque el nuevo Rey y su familia se han
impuesto un código de conducta que cumplen a rajatabla. Lo anunció Felipe VI
hace un año en su discurso de entronización. Redujo gastos, y la Familia Real
se ha limitado a la esposa e hijas del Rey.
También la reina Letizia
está cumpliendo bien su papel, según las encuestas, y si bien al principio se
vieron dudas en la entonces Princesa de Asturias, hoy actúa como una Reina, una
esposa del Rey y una madre para sus hijas. No faltan críticas de que la Reina
tiene más influencia de la que debiera sobre el Rey, pero nunca irá todo al
gusto de la gente.
El primer reto que tenía
el Rey era recuperar la confianza de los ciudadanos, perdida por la actuación
del rey Juan Carlos, y de momento parece un objetivo conseguido, a pesar de no
ser fácil. También ha cumplido en su gira por España y por el exterior,
visitando y pronunciando discursos en Francia, Alemania, la ONU, Iberoamérica, la
Organización de Países Africanos y el Vaticano, ante el papa Francisco.
Aplaudida ha sido la
enérgica decisión de Felipe VI de desposeer a su hermana la infanta Cristina
del Ducado de Palma, que ella no quería dejar, pues aunque tuviera escrita una
carta, no se atrevía a enviarla, hasta que su hermano el Rey le anunció la
publicación del decreto que le recovaba el título de Duquesa de Palma. Fue una
decisión acertada, adelantándose a los acontecimientos.
Le quedan, sin embargo,
tres retos pendientes al rey Felipe. Vaya por delante que en un año no se
conquista el alma de un pueblo. El Rey tiene ante sí tres puntos claves en su
reinado en los próximos años:
Primero.- Anclar las estructuras del Estado de modo que no se generen populismos y rupturas. Es decir,
ensamblar el Estado en el que todos los españoles se sientan a gusto, sin tener
que confiar en mesianismos ni en independentismos para tener un futuro mejor.
El marco legal común debe satisfacer a los españoles en su gran mayoría. Esto se
consigue con una reforma constitucional basada en consenso nacional que lo debe
alentar el propio Rey.
Segundo.- La Corona debe tener un estatuto propio, donde queden claras las
obligaciones y los derechos de los miembros de la Familia Real, y también sus
incompatibilidades. Al mismo tiempo, deberá quedar clara la incompatibilidad en
el derecho de sucesión, para salvar el escollo que representa hoy la infanta
Cristina que tiene el derecho constitucional a la sucesión al Trono de España y
del que no quiere renunciar, sin que el Rey pueda hacer nada para obligarla,
más allá consejos, que no escucha.
Tercero.- Reforzar el papel de España en Europa, en América Latina y en el Mediterráneo, que
son los destinos históricos de España. Cuando mejor ha ido el país es cuando
más claro ha tenido estos tres destinos. El rey Juan Carlos dejó alto el listón
a su hijo el rey Felipe en América Latina y en los países árabes, pero menos en
Europa. El ámbito económico español es Europa, y también lo es en lo político,
y nada de lo que pase en los países de América Latina o del Mediterráneo nos
puede ser extraño.
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