En la recta final de la
campaña para las municipales en Catalunya –una campaña un tanto aburrida-- tres
han sido los “accidentes” animadores de esa campaña, y no porque fueran temas
profundos, sino por ser anecdóticos.
Los temas son: las esteladas en los balcones de
ayuntamientos; una historia de policías entre Mossos d’Esquadra y Policía
Nacional, y finalmente la situación de las dos monjas implicadas en política,
Teresa Forcades (de la coalición Barcelona en Comú, liderado por Ada Colau) y
Lucía Caram, que entra en campaña a favor de Convergència i Unió, ambas con
problemas en sus conventos y con el Vaticano.
Primero.- Las estelades, fueron prohibidas por la
Junta Electoral Central durante la campaña, pues representan –dijo-- solo a una
parte del electorado, a los independentistas, y por lo tanto no debían ondear
en edificios públicos. Las banderas no se han arriado de los balcones, como ya
se preveía en un país amante siempre de juegos de banderas. Veremos qué pasará.
La prohibición ha servido para dar oxígeno a los independentistas y provocar la
insumisión.
Segundo.- La historia de
policías entre los Mossos y Policía Nacional lo sacó en campaña electoral precisamente
el gobierno catalán en un tema tan grave como el terrorismo. La cúpula de
Interior catalana presentó una querella contra la policía española por un
“chivatazo” de esta a los yijadistas alertándoles de que les seguían los
Mossos, antes de que estos procedieran a su detención. El fiscal, tras el
estudio del caso, parece que va a archivar la segunda denuncia como ya archivó
la primera. En temas de terrorismo no es como jugar a policías y ladrones.
Tercero.- El tema de las monjas
es original y no carece de morbo. Lucía Caram, argentina, es monja dominica de
clausura rigurosa, pero ha decidido que “su claustro” es la calle, las plazas y
los platós de TV, y ha creado una fundación para ayudar a familias necesitadas,
que nadie discute.
“Donde vas te encuentras con
Lucía Caram en los platós de televisión o en las tertulias de radio”, dicen
amigos periodistas. Le han llamado a capítulo en Roma, en la Congregación para
los Religiosos, donde se entrevistó con el Secretario general, que es un
franciscano español, José Rodríguez Carballo, gallego y ex superior mayor de los
franciscanos; no satisfecha, ella quiere entrevistarse ahora con el Papa
Francisco. Esta mañana ha dicho en la radio: “Si dicen que me calle, las
piedras chillarán”, frase evangélica dicha por Jesús a los fariseos que querían
hacer callar a los discípulos.
Antes de ir a Roma, Lucía
Caram ya recibió una carta de la Nunciatura, o embajada del Vaticano, en Madrid
diciendo que hiciera más compatible su vida personal con su vida monástica, es
decir que estuviera más callada. Pero Lucía es una mujer de armas tomar y ha
declarado hoy que la carta de la Nunciatura “obedece a presiones del Gobierno”,
y para ello ha enumerado unos cuantos dirigentes del PP como principales responsables.
Los que conocemos nunciaturas y vaticanos por larga experiencia profesional, sabemos
que hoy día rechazan, de entrada, cualquier presión política sobre personas
religiosas. Esto no es el franquismo ni Roma es el preconcilio.
Pinta mal para Lucía Caram si
quiere vivir la clausura religosa en los platós
televisivos o en medio de las calle y de las plazas. Lucía Caram quiere
seguir haciendo lo que hace y nadie ni nada le va a cambiar, porque “el
Evangelio es libertad”, ha dicho.
Caso muy distinto es el de
Teresa Forcades, monja benedictina entusiasmada por el régimen venezolano de
Chaves y Maduro, cercana a Podemos e independentista. Forcades es una mujer
inteligente e intelectual, es médico y doctora, se hizo monja ya mayor, pero le
encanta la política, desafiando a los “poderosos de este mundo”, entre ellos el
gran capital y las casas farmacéuticas. Ha tenido ya roces y problemas con el
Vaticano en relación a sus tesis sobre el aborto.
Un hecho curioso con
relación a las dos monjas. Mientras que hay pocas monjas que vistan como tales
por las calles, Teresa Forcades y Lucía Caram no sueltan los hábitos ni en los
mítines, ni en los bares, ni en las televisiones. Caram ha dicho: “Yo no quiero
dejar de ser monja”.
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