Aleteia.- Las primeras comuniones, que se celebran
principalmente los domingos entre Pascua y Pentecostés, suponen un paso muy importante
para la educación en la fe de los niños y hay que evitar convertirlas en un
show. Estos hacen su Primera Comunión, después de su primera confesión
sacramental, entre los años 8 y 12.
Son niños que se acercan al gran sacramento del amor. Los
padres, como primeros y principales educadores de la fe de los hijos, deben, o
deberían, participar de una manera activa también en la catequesis propia de la
Primera Comunión. Si el niño/a tiene dudas, se lo preguntará a sus padres.
¿Sabrán responder adecuadamente?
El obispo Sebastià Taltavull, presidente de la Comisión de
Pastoral de la conferencia Episcopal Española, además de responsable de
catequesis, a nivel interdiocesano, para Catalunya y Baleares, afirma que la
Iglesia se preocupa de la formación religiosa de los niños desde antes de la
Primera Comunión, hasta la confirmación y la edad adulta.
Es muy importante que los padres ayuden, pero si no, se
sustituye este vacío educativo y se ofrece, entre otros medios, una catequesis
progresiva, adaptada a la edad”. La catequesis para adultos, añade, es
prioritaria para asegurar el crecimiento cristiano de todos.
La manera de transmitir la fe, según el obispo Taltavull, ha
cambiado en estos años, porque “ha cambiado el concepto de persona, de familia
y de sociedad” a nivel público; “han cambiado el lenguaje y los medios de
comunicación; la fe ha perdido la relevancia social; su proclamación pública
encuentra resistencias”. Es necesario, añade, “el testimonio personal y un tipo
de transmisión cordial que asegure los procesos de crecimiento. Hemos de estar
muy atentos a ser creativos; eso sí, desde la fe firme en Jesucristo y la
confianza de contar con una comunidad cristiana de referencia”.
En las catequesis para la Primera Comunión falla a veces la
catequesis a los padres, por no querer participar o porque consideran que ya se
lo saben. Lo que preocupa a muchos padres es que el niño/a se la pase bien y la
fiesta sea un acto social conseguido. A las niñas se les viste, en ocasiones,
como si fueran princesas o novias, con vestidos de tul, peinados artísticos y
rostros muy maquillados.
El pasado sábado me encontré, en los alrededores de una
ermita de la Virgen, a una niña vestida de Primera Comunión, realmente como si
fuera una princesa o una novia. Pregunté a la madre si había hecho la Primera
Comunión en la ermita. Me dijo que “todavía no; hoy lo dedicamos a la sesión
fotográfica”. Me dio un poco de pena ver que la niña veía que su Primera
Comunión era celebrada por sus padres como un show, donde la niña, vestida de
princesita, era la gran protagonista.
Dado que la Primera Comunión consiste en una gran fiesta, un
grupo de padres no creyentes pidieron en algunos colegios que se celebraran
“primeras comuniones laicas”, en que las niñas pudieran lucir sus vestidos de
novias o princesas. Quieren la fiesta, el show, pero no el sacramento.
El papa Francisco dijo en una Audiencia General que “es
importante que no haya niños sin hacer la Primera Comunión”, por lo tanto hay
que esforzarse en llevar a cabo una catequesis que llegue a todos los niños y a
todos los padres, los cuales han de continuar después, junto con los
catequistas, la formación religiosa de sus hijos. Hacer la primera comunión no
debe significar grandes dispendios para las familias, aunque sí será un momento
solemne –en sus corazones-- para los niños y para los padres.
En muchos colegios a los niños y niñas se les viste de modo
sencillo, todos iguales, para eliminar las diferencias y a los padres se les
pide que “ayuden” a la labor catequética para con sus hijos. El problema que
surge también en las primeras comuniones es con los invitados.
Hace unos días, en una Primera Comunión en una iglesia de
Barcelona, el templo se llenó de “invitados” que no pararon durante toda la
ceremonia de hablar y hablar. Parecía que estaban atentos a los vestidos y a
las relaciones sociales, sin importarles los niños, y sobre todo sin
importarles Jesucristo, que estaba en el altar y que es realmente el centro de
estas ceremonias.
Por otro lado, en las catequesis se debería insistir también
–ya se hace—que los padres del niño/a divorciados y vueltos a casar no pueden
comulgar. Aunque se avisa mucho, siempre sale algún padre/madre molesto porque
no le han dejado comulgar, como si fuera “un derecho” por recibir su hijo/a la
Primera Comunión. Ahí, los colegios y sacerdotes deben actuar con mucho tacto.
La catequesis de la Primera Comunión deberá orientarse
también a una catequesis sobre el matrimonio y sobre los valores cristianos y
antropológicos de la familia, y especialmente este año dedicado a la
preparación del Sínodo de la Familia, con el fin de aclarar a todos las ideas,
evitar disgustos y difundir la doctrina en materia de sacramentos.
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