La
preocupación de la Secretaría General del Sínodo, como la del papa Francisco,
es que el inmenso trabajo que representa elaborar toda la documentación que
viene de las conferencias episcopales de todo el mundo, con sus propuestas de
acción pastoral, se vean oscurecidos o tratados con parcialidad por los medios
de comunicación, de manera particular los medios de comunicación europeos.
Por
ejemplo preocupa lo que pasó en el anterior Sínodo Extraordinario de 2014, que
a pesar de tratar de una gran variedad de temas parecía como si el aspecto
pastoral más importante sobre la familia en el mundo se centrara en si la
Iglesia católica autorizaba o no a recibir los sacramentos de la penitencia y
la comunión a los divorciados y vueltos a casar por lo civil. El papa Francisco,
en sus declaraciones a los periodistas a su vuelta del viaje a Israel, se
mostró contrariado por esta cuestión. No es el tema más importante, señaló.
El
documento final del Sínodo de 2014 afirma que es digno de admirar y apreciar a
tantas familias cristianas: “Manifestamos nuestra admiración y gratitud por el testimonio cotidiano che ofrecen a la
Iglesia y al mundo con su fidelidad, su fe, su esperanza y su amor”.
Es admirable también la fidelidad
generosa de tantas familias “que viven duras
pruebas (como la grave enfermedad o discapacidad de un hijo) con fortaleza, fe
y amor, considerándolas no como algo que se les impone, sino como un don que
reciben y entregan, descubriendo a Cristo sufriente en esos cuerpos frágiles”.
En
cuanto a los problemas pastorales puestos en el contexto familiar, no es solo
permitir el sacramento de la Eucaristía y la Penitencia a los divorciados y
vueltos a casar por lo civil. Hay otros temas que centran el interés de la
Iglesia católica sobre la familia, o mejor dicho sobre el dolor y las
necesidades de las familias, como son la pastoral de familias monoparentales
que requieren el necesario acompañamiento por parte de los agentes pastorales,
en especial a las mujeres que deben cuidar a sus hijos y muchas veces se ven
solas, cuando no abandonadas. Citaremos asimismo el peligro para las familias
en las grandes ciudades de la prostitución a menudo entre adolescentes en zonas
de carestía y necesidad.
También está el caso de las madres solteras, el de las parejas de hecho, la poligamia extendida por países africanos y asiáticos, las familias con hijos discapacitados, o la violencia y promiscuidad en familias, la vejación de la mujer dentro y fuera del matrimonio, la enorme pobreza de familias que carecen de lo más elemental para vivir y piden ayuda a la Iglesia en lo espiritual y en lo material. Por no hablar del tema de la natalidad o de la homosexualidad. La situación laboral de los padres con horarios interminables o desplazamientos agotadores hace difícil la convivencia y la necesaria i intimidad de la vida de familia, o bien el sufrimiento de quienes no encuentran trabajo. La falta de escolarización y el trabajo, a veces en esclavitud, de niños en amplias zonas de la tierra.
También están las familias con hijos drogadictos, y el maltrato que se da muchas veces a los abuelos abandonados por los hijos y sin medios para subsistir. Están las familias con algún miembro enfermo para toda la vida o discapacitado, o con hijos –a veces padres—que sufren psicopatías. En el interior de las familias se dan, por otro lado, casos de pederastia o de violencia que nadie dice ni sale a la luz pública a no ser en casos gravísimos.
La casuística es inmensa y podríamos encontrarnos con tipos de familias que viven en las circunstancias más extrañas y que no pueden gozar del calor del hogar, de la ayuda de otros familiares, como el caso de los emigrantes a países lejanos que se juegan la vida para encontrar un mundo mejor para ellos y sus hijos, o aquellos que se ven desplazados por las persecuciones, las guerras, el tribalismo, y los que pueden perder la vida por defender su fe.
Además de todo ello, las familias necesitan ser acompañadas en la vida sacramental y en la catequesis para hacer frente con firmeza, con fortaleza, a tantas ofertas de modo de vida muchas veces nada cristianas o anti-cristianas como ofrecen los medios de comunicación, especialmente la televisión, el cine y las redes sociales. ¿Cómo educar a los hijos a discernir en el buen uso de los medios de comunicación cuando son muy jóvenes? ¿Por qué hay tan pocos valores cristianos en las diversiones y en el ocio.
Ante esta avalancha de problemas y propuestas pastorales ¿seguiremos diciendo que el principal problema de la familia es que los divorciados y vueltos a casar por lo civil puedan recibir los sacramentos de la penitencia y la Eucaristía? Ciertamente que es un problema y grave en muchos casos, pero ni mucho menos es “el” problema.
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