(aleteia.org)
El
Beato Pablo VI, Giovanni Battista Montini, fue el primer Papa que conocí
personalmente. No le gustaban los
periodistas porque creía que no se podía encerrar en un titular o en unas
cuantas la doctrina de la Iglesia o pensamientos filosóficos o teológicos que
habían sido elaborados en años de estudio. ¿Cómo se puede resumir en tres
párrafos una Encíclica como la”Humanae Vitae” o la “Populorum Progressio”? ¿Cómo
se puede reducir un documento en un par o tres de twits?
Pablo VI será beatificado el
domingo día 19 de octubre cuando termina el Sínodo sobre la familia. Al morir Juan
XXIII era el cardenal más “papable” y su elección no fue una sorpresa. En su
pontificado vivió una etapa tempestuosa para la vida de la Iglesia como son los
periodos postconciliares. Fue un Papa que sufrió y mucho. Tuvo que suspender “a divinis”,
es decir quitarle sus funciones sacerdotales y episcopales, al arzobispo Marcel
Lefébvre, por no acatar la reforma litúrgica, entre otras cosas del
Concilio Vaticano II. Después éste creó
la Hermandad Sacerdotal de San Pío X, el Papa que se enfrentó al
modernismo francés a principios del S. XX, y continúa hoy fuera de la Iglesia.
Pablo VI vivió la oleada de un
secularismo marxistizante en parte del clero de países latinos, y así suspendió “a divinis” al abad benedictino de San Pablo Extramuros, dom
Giovanni Franzoni, quien acabó en una militancia activa en el PCI (Partido
Comunista Italiano) y casándose. El Papa
se enfrentó a los curas guerrilleros de América Latina y expulsó al franciscano
Leonardo Boff impulsor del movimiento Cristianos por el Socialismo.
En otro orden de cosas, tuvo que resolver Pablo VI al Cisma de Holanda, donde un grupo de clérigos y religiosos elaboraron el llamado “Catecismo Holandés” que tenía como figura insigne, junto a otras, el dominico Edward Schilleebeckx. Nombró con dificultades obispos en Holanda a los que se oponían los “aparatos” de las curias diocesanas que querían que el Papa nombrara al candidato que ellos imponían. Ya entonces algunos curas holandeses bendecían bodas entre homosexuales.
Recuerdo el dolor de Pablo VI al observar cómo se interpretaba el Concilio y ver la secularización de tantos sacerdotes y religiosos. Fue el Papa que reconoció que “el diablo ha entrado por algunas grietas de los muros del Vaticano”. Fue un Papa criticado de aspecto melancólico, pero afectuoso, pues los que le visitaban --y el que suscribe da fe de ello como periodista-- era una persona afable, cariñosa, gran amigo de la libertad personal y pública, cuando fue acusado de lo contrario. Los papas, siguiendo la huella de Jesucristo son “signos de contradicción”.
Pablo VI fue un Papa controvertido en su tiempo por tener que gestionar el final del Concilio (19645) y comienzos del postconcilio, y fue un reformador: reformó toda la Curia, racionalizándola, con la Constitución “Regimini Ecclesiae Universae” (1967), reformó el Cónclave que elige al Papa y aplicó buena parte del Concilio en su primera encíclica “Eclesiam Suam”.
En el terreno diplomático Pablo
VI fue el primero que realizó un viaje a Tierra Santa, que extendió su afecto a
los cristianos separados. Es famoso el abrazo al patriarca ortodoxo Atenágoras (1964) o al patriarca Copto Shenouda
III. Trabajó denodadamente por la
paz en la guerra del Vietnam buscando una tercera vía, pero no pudo impedir la
victoria de los comunistas del Viet-cong, del Vietnam del Norte, aun sabiendo
el sufrimiento que deberían pasar los obispos, sacerdotes, seminaristas y laicos
bajo el nuevo régimen que envió a muchos de ellos a “campos de reeducación”.
Con su colaborador mons. Agostino Casaroli abrió
el diálogo hacia los países comunistas del Este de Europa, consiguiendo
pequeños pactos en el nombramiento de algunos obispos, y gestionó la expulsión del Cardenal Mindszenty de tierra húngara.
Fue Pablo VI quien mantuvo un pulso firme frente a la dictadura
española del general Franco, a quien pidió, sin obtenerla, la renuncia al
privilegio en el nombramiento de obispos como pedía el Concilio en su
decreto Christus Dominus. Por otro
lado, vivió con mucho dolor la aprobación
en referéndum (1974) sobre el llamado Piccolo Divorzio en su país, Italia.
Al final de su pontificado afrontó el asesinato de su gran amigo Aldo Moro, demócrata cristiano, ex presidente del gobierno italiano, a manos de las Brigadas Rojas (mayo de 1978), hecho que cerró el paso hacia una colaboración entre comunistas y demócrata cristianos en Italia. El Papa celebró los funerales del político en la catedral de San Juan de Letrán de Roma, tres meses antes de fallecer él el 6 de agosto de 1978.
La subida de Pablo VI a los altares no es por lo que hizo. En una causa de beatificación se analizan las
virtudes vividas personalmente, la santidad personal. Recuerdo, cuando en
sus últimas semanas pedía a sus colaboradores más inmediatos, como el cardenal
Secretario de Estado, Jean Villot, que rezaran el Rosario completo con él una y
otra vez, lo que demuestra su gran devoción a la Virgen María a la que nombró
Madre de la Iglesia y le dedicó una Encíclica (Marialis Cultus). Los santos
que han tenido responsabilidades de gobierno en el Iglesia no lo son por haber
gobernado bien o muy bien, sino por la santidad de su vida personal, por su
vida ejemplar.
Para terminar, un recuerdo profesional imborrable. Cuando los reyes de España, Juan Carlos y
Sofía, visitaron por vez primera a Pablo VI (1977), fui elegido como el
periodista que cubría el evento en los aposentos vaticanos con el fin de
contarlo después a mis colegas de la sala de prensa. Vi la gran afabilidad de Pablo VI para con los reyes, el tiempo que
estuvo con ellos. El Rey le comunicó al Papa su determinación de hacer de España un país democrático, lo que gustó
mucho al pontífice, si bien ya tenía noticias de la Nunciatura en Madrid.
El Papa cometió un desliz: al terminar
sus palabras gritó un “¡Arriba España!”, un grito franquista que no
encajaba en un Papa que había demostrado no ser nada franquista. Tuve que
explicarlo y la expresión fue criticada en la prensa internacional.
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