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¿Existe una alternativa al independentismo catalán?



                En estos días se abre paso lentamente en el mundo independentista catalán que la consulta del 9-N no podrá celebrarse “con garantías democráticas”, como habían acordado los partidos pro-consulta. Todavía no se ha tirado la toalla, pero el reloj del Ayuntamiento de Barcelona que marca los días, horas, minutos y segundos que faltan para el 9 de noviembre marca el tiempo inexorable,  implacable. ¡Qué importante es el tiempo en política!

                Se va cumpliendo aquella afirmación que hemos dicho varias veces: no habrá independencia en Catalunya sin el consentimiento de España y de Europa. Y este consentimiento por ahora está lejos de alcanzarse. Se ha tensado demasiada la cuerda. Se ha afirmado con excesiva seguridad de que se votaba el día 9 próximo. Pero quienes lo decían adolecían de inexperiencia. “¡Votarem!, ¡votarem el dia 9!, ¡votarem i guanyarem!”, fue el grito de Carme Forcadell, presidenta de la ANC (Assemblea Nacional de Catalunya) hace un mes en la gran manifestación de la “V” en Barcelona. Y expresó mucha confianza de que el president Artur Mas lo llevaría a cabo.

                En cualquier caso la pregunta que muchos se hacen es qué pasará a partir del día 10. El escenario político catalán no aparece tranquilo en el horizonte. Por una parte está Artur Más que tiene mucho carisma entre sectores independentistas y por el contrario otros ven que está atado de pies y manos por Oriol Junqueras, el líder de ERC, y son públicas sus muchas dudas en seguir adelante con el voto del 9-N. Y es el único que tiene experiencia de gobierno.

Oriol Junqueras, lo mismo que Lluís Companys en la República, no se da cuenta que frente al independentismo no está Mariano Rajoy, o una sentencia de suspensión cautelar de la ley y el decreto sobre la consulta firmada por los 12 hombres del Tribunal Constitucional, como si fueran los “Doce hombre sin piedad”, del americano Reginald Rose. Está el Estado español, con todas sus instituciones, empezando por las Cortes, el Congreso y el Senado, que han manifestado y manifiestan su oposición a que Catalunya celebre una consulta en la que se hablara de independentismo (el “Si-Si”). Oriol Junqueras, al igual que Artur Mas, creían que si contaban con el mundo de la cultura a favor, con la masa social puesta en la calle y con buena parte de las empresas también a favor, la independencia caería como pera madura.

No es así. La política es más  compleja y hacer un órdago al Estado (que así es en estos momentos) no puede acabar bien para nadie. Es tropezar dos veces con la misma piedra, como Companys en el 1934. Y lo saben, y lo sabían. Nadie les apoya en el exterior y la prensa internacional ya ve que los deseos independentistas tenían una hoja de ruta floja y titubeante. ¿Qué futuro tiene un acuerdo entre CiU, ERC, ICV-Verds y la CUP? No suman.  Solo queda el diario financiero británico de centro-izquierda, el Financial Times, que siempre critica al gobierno español, de antes y  de ahora. Es su hobby.

Después de la consulta no hay nada escrito. Si hay elecciones anticipadas, de los cuatro partidos pro-consulta, tres pierden votos y no pocos: Convergència i Unió,  ICV-Verds y la CUP (estos dos últimos pierden votos hacia Esquerra y “Podemos” o “Podem”) y solo gana votos Esquerra Republicana, aunque sin poder gobernar en solitario. Esquerra solo podría gobernar con los restos de los votantes de Artur Mas y CDC y con ICV-Verds. Es decir de nuevo el tripartido, con la presidencia en manos de Esquerra y CDC sustituyendo a los socialistas. ¿Es así como quería José Montilla (PSC) que acabara su tripartido que con tanta ilusión forjó para romper el pacto CiU-PP?

El problema no acaba ahí, sino que el nuevo tripartido tendría una oposición incapaz de ser una alternativa de gobierno: PSC y PP no se han entendido nunca, y Alicia Sánchez-Camacho (PP) está más que amortizada. Vistas así las cosas, el problema catalán no consiste en que el independentismo llegue al poder, sino que el independentismo no tiene alternativa política ni a corto ni a medio plazo. Y además de un problema catalán será un problema español que se enfrentará a un independentismo permanente, bullicioso y tensionado, sin alternativa política. Ahora Rajoy dice que quiere hablar después del 9-N. ¿De qué se puede hablar si no hay alternativa política al independentismo? 

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