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Es un escándalo que miles de trabajadores de cajas cobren más de 2.000 euros de pensión a partir de los 55 años

¿Por qué tanto miedo a retrasar la edad de jubilación?

Para reducir el coste de las pensiones hacen falta varias medidas, todas ellas correctas, desde un punto de vista de reducción de los costes.

La primera es alargar el cálculo de la pensión de 15 a 20 años, o si se quiere a 25 años, o a 30, con lo que el montante de las pensiones será más reducido que el actual, pues hace 20 años se cotizaba menos que hoy.

La segunda es alargar la edad de jubilación para aquellas personas y/o colectivos que lo deseen, hasta los 67 prorrogable hasta los 75 años. Toda persona –como ocurre ahora—que se quiera jubilar antes de tiempo perderá un porcentaje de la pensión por año adelantado, pero si quiere continuar trabajando tendrá una pequeña compensación, pues esta persona no sólo no paga a la Seguridad Social, sino que ahorra al Estado la pensión que le correspondería. Entre las profesionales intelectuales (magistrados, profesores, altos funcionarios, etc.) está cada vez más solicitado el alargamiento de la edad de jubilación, simplemente porque están mejor preparados a los 65 años para ejercer sus funciones que a los 40 ó 50. A nadie sorprende que presidentes de grandes multinacionales o incluso altos dirigentes políticos tengan 70 y hasta 80 años. Hay un colectivo que así lo ha hecho. En la Iglesia Católica, la edad de jubilación obligatoria es (para párrocos y obispos) a los 75 años, siempre que el superior (el papa o el obispo) no decida alargarlo como ocurrió con el cardenal Ratzinger hoy Benedicto XVI, y la edad para elegir Papa no puede superar los 80 años. Pues bien, hay más de 60 cardenales que no serán electores del próximo papa por haber superado los 80 años.

La tercera es simplemente rebajar la pensión máxima a cobrar en los tramos que van de 1.000 hasta el cómputo máximo. Esto comportaría que un grupo de ciudadanos que han cotizado con sueldos altos se les “castigaría” con pensiones más bajas, y el ahorro sería menos pues el grueso de las pensiones está por debajo de los 1.000 euros.

La cuarta sería reducir drásticamente las pensiones públicas en un 30 ó 40 por ciento para aquellos asalariados menores de 45 años que se complementaran su pensión voluntariamente o no mediante un fondo garantizado, pero esta fórmula no tendría efectos económicos, en cuanto al recorte del gasto, inmediatos, aunque generaría liquidez en el mercado.

Pero ¿quién tiene miedo a jubilarse a los 67 años? Claro que no sería una jubilación obligatoria para todos los colectivos: por ejemplo, los mineros, los agricultores y el sector primario podría optar a pensión completa a los 55 ó 60 años, mientras que los del sector terciario, que son mayoría, llegarían a los 67, y no pocos de ellos estarían encantados.

Tanto los sindicatos como el Partido Popular no se entiende que se opongan a la jubilación a los 67 años, dejando la puerta abierta a una jubilación anticipada. Ni los sindicatos ni el Partido Popular se oponen a que 3.500 ó 4.000 trabajadores de la nueva Caja Madrid se jubilen a los 55 años, con el 95 por ciento del salario, pagado en buena parte con los fondos FROP, es decir pagados por todos. Esto es simplemente un escándalo. Cuando hay pensiones que no superan los 500 euros ¿cómo es posible que haya trabajadores de banca y cajas que puedan dejar de trabajar con el 95por ciento de su sueldo? Son sueldos altos, de 2.000 euros, de 3.000 euros y más. ¿Por qué estas desigualdades sociales?

Hay que ser más previsores y se pueden hacer cálculos que todos sabemos que la realidad supera la ficción, como lo ha puesto de relieve la oleada de inmigrantes en toda Europa, un continente envejecido por voluntad propia, por seguir teorías antinatalistas que predicaban el catastrofismo de la superpoblación.

Salvador Aragonés

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