¿Qué hace la Iglesia en España para las víctimas de abusos?
(Aletia) En la conferencia de prensa que presentó
la reunión cumbre del Papa con los presidentes de las conferencias episcopales
sobre los casos de abusos en la Iglesia, el cardenal Blase Cupich, de Chicago,
dijo que no hay cifras en la Iglesia
sobre el número de casos de abusos sexuales a nivel global. Habrá
estadísticas, pero con una explicación. Hay que contextualizar los casos, pues
no es lo mismo lo que ha pasado en Australia, en Estados Unidos, en Chile o en
España. No se puede poner todo en el mismo saco sin dar una explicación del
porqué, del cómo y el momento histórico en que se ha dado. Todos son casos
execrables, pero no todos son iguales para formar una única estadística.
En esta conferencia de prensa el
portavoz del Vaticano, Alessandro Gisotti, agradeció a las víctimas que con su
sufrimiento y su denuncia han hecho posible “aflorar este monstruo sobre el que
no hay que tener miedo, si queremos derrotarlo”.
En España tampoco hay cifras, según
comentó un portavoz de la conferencia Episcopal, porque los casos de abusos son
tratados en cada diócesis y en cada institución religiosa. Los casos son
enviados a Roma. El obispo o el superior religioso/a toman sus medidas, de
acuerdo con lo que ha pedido el papa Francisco: tolerancia cero.
Sin embargo, muchos se preguntan ¿se ha
hecho lo suficiente por parte de los obispos españoles? ¿Qué pasa con los
encubridores? ¿Qué medidas se han tomado? ¿Cuál es la responsabilidad de los
encubridores?
Los casos de pederastia y/o abusos han
salpicado no pocas diócesis y también congregaciones religiosas especialmente
dedicadas a la enseñanza o a la juventud. En España los casos de pederastia han
salido más tarde que en otros países como Irlanda, Estados Unidos o Chile.
Según cuenta Teresa Compte, que
preside la primera asociación de apoyo global a las víctimas dentro de la
Iglesia, llamada Betania, hay muchos tipos de víctimas. Las hay que han salido
en público y han denunciado los casos. Las que han denunciado, pero no quieren
que aparezca su identidad, y finalmente las que no quieren denunciar.
Sin embargo, añade Teresa Compte, todos ellos necesitan la atención, la escucha y el
acompañamiento, tanto legal, como terapéutico, humano y espiritual. Por eso
Betania ha puesto a disposición de
las víctimas dentro de la Iglesia de un equipo de profesionales médicos,
psicólogos, psiquiatras, educadores, periodistas… que acompañan a las víctimas
con el fin de devolverles su dignidad y su paz interior. Hay víctimas, que se
sienten culpables, incluso, ante sus abusadores.
Estos “horrendos crímenes”, como los
califica el papa Francisco, en el caso de España los medios de comunicación se
han hecho un amplio eco, no todos con buenas intenciones, pues algunos han
orientado sus informaciones a dañar a la Iglesia, a buscar el morbo. De todos
modos, las víctimas merecen una profunda atención y acompañamiento, pues, aunque los delincuentes hayan muerto o los
casos hayan prescrito por ley, ahí siguen las víctimas, con sus secuelas
psicológicas, con sus crisis espirituales, con sus familias.
Las víctimas no pueden estar solas. Hay
que hacerles justicia. En primer lugar, se
las debe escuchar.
En España, como en todas las partes del
mundo, los abusos tienen lugar sobre todo en las familias, y por eso existen
fundaciones y asociaciones diversas en las principales capitales dedicadas al
tratamiento de las víctimas producidas en el ambiente familiar. Pero hasta
ahora no había ninguna institución dedicada a las víctimas dentro de la
Iglesia.
Muchos reconocen una cierta inercia de
los responsables eclesiásticos españoles en la denuncia de los abusos, que puede
ser debida a muchas décadas del “fuero
eclesiástico” (contemplado en el Concordato de 1953 vigente hasta el 1979,
así como en concordatos anteriores) por el cual los clérigos eran juzgados, en
España, por la ley eclesiástica. En caso de delitos penales, la justicia civil
actuaba evitando “toda publicidad” (Art. 16, 4) y la condena se cumplía “en una
casa religiosa con las convenientes garantías” (Art. 16, 5).
Este fuero ha marcado
una tendencia a resolver los problemas a nivel interno, dando pie al secretismo.
Sin embargo, Hoy el Papa pide que los casos sean denunciados a la justicia
civil. Cambiar
de mentalidad no es fácil, pero es imprescindible de cara al futuro de la
Iglesia en España.
La Conferencia Episcopal ha constituido una Comisión de trabajo para actuar contra delitos a menores, presidida por el obispo
de Astorga, Juan Antonio Menéndez. Esta comisión sustituye a unos protocolos
aprobados en 2010. Los obispos españoles hicieron un comunicado conjunto en el
que reconocen un “silencio cómplice”
en el pasado y se comprometen a:
“cuidar y educar, con respeto y ejerciendo
su ministerio; proteger a todos menores y adultos vulnerables; crear
comunidades seguras y solidarias que ofrezcan un entorno de amor donde haya una
vigilancia informada sobre los peligros del abuso. Y lo hará: seleccionando y
formando cuidadosamente a todos aquellos con alguna responsabilidad en la
Iglesia; respondiendo a cada queja de abuso contra el personal de la
Iglesia; procurando ofrecer un
ministerio apropiado de cuidado pastoral a aquellos que han sufrido abuso; y
procurando ofrecer asistencia y apoyo pastoral, incluyendo supervisión y
remisión a las autoridades apropiadas, a cualquier miembro de la comunidad
eclesiástica, que se sabe que ha cometido un delito contra un menor, joven o adulto
vulnerable”.
Con el fin de asistir a la conferencia
de presidentes de conferencias episcopales, Ha salido para Roma, el presidente
de la Conferencia Episcopal española, el cardenal Ricardo Blázquez, tras pasar
por el monasterio benedictino de Montserrat, donde se ha entrevistado con el
abad, Josep María Soler. En este
monasterio se registró un caso de pederastia muy comentado.
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