Un total de 36 sacerdotes han sido asesinados en este año 2018 en distintos
lugares de la tierra, frente a 15
asesinados el año 2017, según informa Ayuda a la Iglesia que sufre, lo que
equivale a tres asesinatos al mes. Por su parte, la Agencia Fides informa que han sido asesinados 40 misioneros en 2018,
en su mayoría sacerdotes, cuando en 2017
la cifra alcanzó casi la mitad (23). En este siglo XXI, los años con
mayores asesinatos de sacerdotes fueron el 2001 y el 2009, cuando las víctimas
fueron 25 y 30, respetivamente.
Para el diario vaticano L’Osservatore Romano este incremento
hace que el año que termina puede calificarse de “annus horribilis”. También hay cerca de tres mil cristianos asesinados en las persecuciones, la mayoría en
países musulmanes.
Son por lo tanto cristianos que
han muerto a causa de su fe en Cristo y por difundir el Evangelio. La cifra “es preocupante”, pues es “la más
alta del siglo”. Mientras tradicionalmente el número mayor de asesinatos se
producía en América, este año se ha producido en África, donde han sido
asesinados 19 sacerdotes, un seminarista y una mujer laica. El más alto número
de sacerdotes asesinados ocurrió en el año 1994, con 124 sacerdotes, pero de
ellos la gran mayoría (104 sacerdotes) perdieron la vida en la sanguinaria
guerra étnica que tuvo lugar en Ruanda.
Por continentes, de los 36 sacerdotes asesinados, 19
corresponden a África, como se ha dicho, de los cuales 6 en Nigeria, 5 en la
República Centroafricana) 14 en América (7 en México), y 3 en Asia.
Estos datos, dice el diario del
Vaticano, demuestran que los sacerdotes viven muy cerca del pueblo, es más,
viven los problemas de su pueblo. Los sacerdotes, dice L’Osservatore Romano, “comparten
a menudo y en todo las condiciones y los peligros de la población en medio de
la cual son misioneros del Evangelio”.
También este año, señala el diario, “muchos
sacerdotes y con ellos tantos operadores pastorales en tierra de misión, han
perdido la vida en contextos de pobreza,
de degradación, donde la violencia es la norma de la vida, y en los que la autoridad del estado está debilitada por
la corrupción y por los compromisos, o donde la religión se instrumentaliza
para otros fines”.
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