El gobierno de Pedro
Sánchez –un monocolor socialista—no ha empezado muy bien. No sorprende, porque
con 84 diputados es muy difícil acordar mayorías parlamentarias, de gente
además tan diversa como los de Podemos, los independentistas catalanes, los
vascos, los canarios, los de Compromís-- que tienen una comunidad agobiada de
deudas-- Andalucía (a la que ha prometido 500 millones de no se sabe dónde).
Vimos en Pedro Sánchez a un
hombre nuevo, joven, tranquilo, que hablaba inglés. Saludó en actitud de reconocimiento
al lehendakari vasco, y después al presidente de la Generalitat catalana, los
dos que apoyaron a Sánchez en el voto de investidura. Generó ilusión: el conflicto
catalán al fin va a resolverse con diálogo y sin judicializar la política. Gran
alivio. Luego ha salido Puigdemont…
Ante la opinión pública
Pedro Sánchez dio señales que se entendía con todo el mundo, y anunció que la legislatura
duraría hasta el 2020 y que, gracias a su capacidad de diálogo, su mayoría
exigua sería suficiente para apuntalar un gobierno con 84 diputados.
Pronto nos dimos cuenta
de que no era así, y que las prácticas en los nombramientos no diferían mucho
de los de antecesor Rodríguez Zapatero. De momento, y es lo más grave, no ha
conseguido subir el techo de gasto, lo que supuso una clara derrota
parlamentaria ¿Dónde está la ministra de Economía que llegó de Bruselas como gran
recortadora del gasto de los estados miembros de la UE? No dice nada y lo deja
todo en manos de la ministra de Hacienda.
Pero no es esto todo. Sánchez
y el PSOE han colocado a “amiguitos” en puestos clave. Es el caso es director
del CIS, el organismo que encuesta a todos los españoles, elegido entre los
miembros de la ejecutiva del PSOE (dimitió, ya lo sé) pero ¿no había otro más
imparcial? Las encuestas del CIS tendrán un retintín de credibilidad.
Y ¿a quién se ha nombrado
como director del Instituto Cervantes? A un “progre” sin ninguna experiencia en
gestión. Lo mismo que el responsable de los Paradores Nacionales, que deben
ofrecer turismo de calidad frente a la dura competencia hotelera: ha recaído en
un hombre cuyos conocimientos más importantes son los despachos del PSOE.
Además, el gobierno
nombra al marido de la ministra de Energía como miembro de la CNMVC, ¡como si
las empresas energéticas no cotizaran en bolsa!
¿Y en enseñanza? No puede
sustituir la LOMCE por falta de mayoría. La ministra ha dado carpetazo a crear
una ITV al profesorado, evaluar al profesorado, lo que tenía en contra los
sindicalistas más radicales, como es normal. En lugar de esto se ha metido la
ministra a lanzar críticas a la financiación de las escuelas concertadas,
especialmente las religiosas, como si este fuera el problema educativo español,
en lugar de reducir el abandono escolar y mejorar las ratios de la evaluación de
PISA. Ha anunciado, eso sí, más dinero, más maestros, menos horas y menos
alumnos. Para este viaje hace falta mucho dinero. ¿De dónde saldrá?
También Sánchez ha prometido
subir sueldos a otros colectivos, poner un impuesto a la banca (“imposible”
dice una banca recién rescatada), bajar el IVA en determinados casos, recuperar
los recortes de sanidad y un largo etcétera. Además, hay conflictos permanentes,
el taxi, los aeropuertos, la RENFE, que siempre asoman en las mismas fechas,
porque el turismo es un bien nacional.
¡Ay! Y el problema de los
migrantes: solo el ministro del Interior dice que caben más, lo que es un efecto
llamada. Una cosa es acoger a los migrantes del Acquarius y otra muy distinta que pateras y embarcaciones transporten
a las costas españolas a cientos y a miles de migrantes enviados por las mafias.
Que no se rompa la solidaridad de los españoles ante los migrantes y se
confundan acogidas humanitarias y llegadas en masa.
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