Los abuelos tienen poco tiempo de vida para estar
con sus nietos
Ellos, los nietos, no lo
saben. Los abuelos, sí. Ellos no tienen la dimensión del tiempo y del espacio.
Los abuelos, sí.
Los nietos no saben
cuándo es mañana, o la próxima semana, mes o año. Han vivido demasiado poco y no tienen pasado. Tampoco ven el futuro.
Los abuelos, sí. Los abuelos tienen mucho pasado y poco futuro. Conocen muy
bien el ayer y hasta pueden adivinar el mañana. Por eso los nietos nos lanzan
sonrisas que cautivan. Porque no conocen el pasado ni el futuro. Porque no les
preocupa el tiempo.
¿Y el espacio? No conocen
las distancias. Por eso, cuando van de un lugar a otro, de una ciudad a otra,
preguntan a menudo: ¿cuánto falta para llegar? ¡Si apenas hemos salido!, dicen
los padres. No comprenden las distancias: lo mismo les da 100 que 500 kilómetros.
No relacionan la distancia con el tiempo. Los abuelos, sí.
Los nietos piensan que
los abuelos estarán siempre con ellos, de manera indefinida: les darán cariño,
les ayudarán, les harán las cosas más fáciles, les darán muchos y buenos
consejos, pasearán con ellos… Los abuelos, no. Los abuelos saben que el tiempo
que tienen para estar (disfrutar) con sus nietos es breve, ¿Cómo aprovechar el tiempo de estar con los nietos?
Pienso en san Joaquín y
santa Ana. Tuvieron una hija, María, “llena de gracia” ante Dios y ante los
hombres. Nació Inmaculada, sin pecado original, y entregó su virginidad a Dios.
De Ella nació el Verbo, Jesús, Hijo de Dios, por obra del Espíritu Santo. Joaquín y Ana disfrutaron del Niño Dios, su
nieto, por poco tiempo, porque eran mayores, porque eran abuelos.
Conocieron del Niño su sonrisa, sus caricias y su ternura, su cariño inmenso…
Por poco tiempo, porque su tiempo en la Tierra era breve.
¡Qué afortunados Joaquín
y Ana! Conocieron, vieron, abrazaron el amor del Niño Dios, pero no vivieron su
Cruz, los desprecios que recibió de sus parientes y de su pueblo, su
incredulidad, el sufrimiento de Jesús, su muerte ignominiosa. Y tampoco su
Resurrección y Ascensión a los cielos, su gloria.
Dios llenó de alegría a Joaquín y Ana en los
últimos años de su vida. Su
tiempo con Jesús fue breve, pero intenso. Lo mismo que todos los abuelos.
Conocemos el cariño de los nietos, pero no las contrariedades y cruces que recibirán
de mayores. Pregunta: ¿Cómo pueden los
abuelos vivir el tiempo --el poco tiempo que les queda-- con sus nietos? ¿Cómo
lo hicieron Joaquín y Ana?
Dando amor, estar a su
servicio --de acuerdo con los padres—dándoles cariño y –sin ser pesados ni
apabullar—traspasando la experiencia de la vida y contando historias que enseñen
el acervo de la familia, las raíces familiares. Y entre estas raíces, el amor a
Dios, a la Virgen… la transmisión de la fe. Los abuelos de Jesús, los santos Joaquín y Ana, nos lo dirán, pues para
eso son los santos patronos de los abuelos.
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