La falta de
“flexibilidad” es un punto central que discrimina a la mujer-madre (o esperando
serlo) en el trabajo y hace muy difícil la conciliación familia-trabajo. Así lo
asegura Nuria Chinchilla profesora del IESE (Instituto de Estudios Superiores
de Empresa, de la Universidad de Navarra), especializada en conciliación entre
trabajo y familia, en unas declaraciones en exclusiva para Aleteia.
Esta falta de
flexibilidad se observa tanto a nivel de empresa como a nivel de sector público
y sindical. “O las empresas se organizan de cara a la familia o acabamos con la
sociedad. Pues si no hay familia, no hay hijos, y si no hay hijos no hay
recambio generacional y la sociedad muere”, afirma Nuria Chinchilla.
El pasado día 15 de mayo,
Día Internacional de la Familia, el Foro
de la Familia y The Family Watch
han coincidido en solicitar "un apoyo real" a la familia y medidas
para superar el "parón demográfico".
Dice la profesora
Chinchilla: “Hay que repensar la empresa de modo que pueda integrar la maternidad y la
paternidad a fin de que las personas que en ellas trabajan puedan hacer
compatible su trabajo con la familia y con su tiempo libre”. Según Nuria
Chinchilla, en Europa y en América “hay un sesgo inconsciente que nos hace ver
la realidad desde un punto de vista masculino. La centralidad del trabajo está
en la empresa”.
Dice la profesora
Chinchilla que quienes trabajan en las empresas no son robots, sino personas.
La sociedad actual solo será sostenible si desde la política, la empresa y la
sociedad civil se tienen en cuenta tres criterios que ella llama “las tres
“efes”: 1) Feminidad, 2) Familia y 3) Flexibilidad”.
“El hombre usa más el
conocimiento abstracto y la mujer tiene mucha inteligencia emocional, que trae
en su ADN”. Entonces, la solución está en combinar estas dos aportaciones,
crear sinergias, afirma la profesora.
Es sabido, y demostrado,
que el cerebro del hombre y el de la mujer son distintos, pues ya desde los
quince días de su concepción se construye un cerebro que será distinto para el
hombre que para la mujer. La empresa, que está pensada desde una visión
masculina, debería “abrirse al ojo femenino” (feminidad) para una visión más
completa, señala Nuria Chinchilla.
Por otro lado, nadie vive
en una isla, sino que crece y se forma en el seno de una familia, que por
cierto es la “institución más querida y valorada” por todos los hombres con
independencia de su cultura, su edad, su condición social. Por lo tanto es
necesario favorecer a la familia, porque todas las personas son distintas y
todas las personas tienen necesidades personales y familiares distintas, aunque
trabajen dentro de una misma empresa y en análogos puestos de trabajo: unos
pueden ser solteros y otros casados o con pareja con uno, dos, tres o más hijos
y con mayores dependientes en las diferentes etapas vitales.
Por esto, se necesita
“flexibilidad”. Con los avances hoy de la tecnología, dice la profesora
Chinchilla, los trabajadores y trabajadoras de una empresa no necesitan estar
permanentemente “dentro” de ella. Hay personas --mujeres con hijos
especialmente-- que trabajarían muy bien desde casa algunas tardes la semana,
conectando su ordenador al servidor central de la empresa.
Hay personas --no solo
mujeres con hijos, también padres y millenials -- que ya trabajan muy bien
desde casa, con flexibilidad horaria. Cuando una mujer tiene personas
dependientes –niños, ancianos o minusválidos-- si trabaja en casa, aunque tenga
quien cuide de la casa y los niños, todo funciona mejor y se nota mucho la
presencia de la madre.
Los sindicatos no
colaboran demasiado con la flexibilidad, pues consideran que si a una persona,
para cubrir sus necesidades familiares y personales, necesita trabajar unas
horas desde casa, todo el mundo debe tener derecho a hacer lo mismo: el café
para todos significa rigidificar la flexibilidad. Son poco flexibles. O si una
trabajadora o trabajador tiene suficiente con media hora para comer ¿por qué
esperar dos horas para volver al trabajo como los demás?
Los “milenials” hoy quieren que se les dirija y se les evalúe por
objetivos y no por “horas de estar” físicamente en la empresa. De este modo
tienen más tiempo para dedicarlo a la familia, o a sus aficiones personales.
Saben o quieren organizar mejor “su” tiempo.
Por otro lado, señala
Nuria Chinchilla, hay que encajar los horarios de la escuela con los del
trabajo. No vale que los profesores decidan hacer jornada continuada y terminar
a las tres de la tarde, sin haber consultado a las familias. Las actividades
extraescolares no empiezan hasta las cinco de la tarde. ¿Qué hacen los niños en
esas dos horas? Y también ¿es justo cargar a los hijos con actividades
extraescolares simplemente porque los padres están trabajando? Ya desde
pequeños les volvemos adictos al trabajo/actividad.
Y también es increíble,
añade, que los gobiernos no ayuden a la creación de guarderías (de 0 a 3 años),
cuando los padres deben dejar al hijo a partir de los cuatro meses con un coste
muy elevado. Si tienen dos hijos, más elevado todavía, y si tres, no digamos. ¿Cómo
esperamos terminar con el parón demográfico?
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