El transhumanismo o H+ (Humanidad Plus) es un movimiento
cultural e intelectual que afirma la posibilidad y necesidad de mejorar la
condición humana, basándose solo en el uso de la ciencia y las tecnologías más
avanzadas. Estas tecnologías conseguirían
aumentar las capacidades físicas, intelectuales y psicológicas de los
seres humanos y alargar la vida de modo indeterminado o, incluso para algunos,
hacer al hombre inmortal en la Tierra.
Estas tecnologías son la ingeniería genética, las
tecnologías de la información, la farmacología, así como tecnologías que se
encuentran en fase experimental como la nanotecnología, la inteligencia
artificial y la colonización espacial.
El transhumanista Nick
Bostrom afirma que “será posible utilizar terapias del tipo genético y
otros métodos biológicos para bloquear el proceso del envejecimiento y
estimular el rejuvenecimiento y la reparación de los tejidos en forma
indefinida y es posible que una tarea de
este tipo solo pueda ser llevada a cabo por la nanotecnología. Mientras
tanto solo existen tratamientos en base a hormonas”, que son muy caras.
El transhumanismo quiere cambiar la naturaleza biológica del
hombre para hacer una naturaleza de base tecnológica. El hombre no envejecerá,
pues la tecnología mantendrá una lucha contra la muerte y tal vez vencerla,
según dicen.
Inspirándose en la Ilustración del Siglo XVIII, eliminan a
Dios y ponen en su lugar la ciencia, el conocimiento. Pero cabe preguntarnos:
¿las tecnologías de futuro harán que los hombres sean más iguales? ¿Y más
felices? ¿Y más libres? Esto es una
discusión filosófica y científica en que se basó una jornada titulada
“Inteligencia artificial y transhumanismo” organizada por la Federación
Internacional de Médicos Católicos (FIAMC) en Barcelona (España) con la
participación de expertos europeos de diversas disciplinas.
La conferencia magistral inaugural fue a cargo del profesor
de Teología y Bioética de la Universidad Católica de Milán, Dr. Michele Aramini. Con él nos sentamos
para hablar e informar a los lectores de Aleteia
sobre este fenómeno mundial, muy extendido en América Latina, que es el
Transhumanismo.
Preguntamos al profesor
Aramini si las transformaciones del hombre y del género humano que
pretenden los transhumanistas llevarán a
una mayor igualdad entre los hombreds: “no es posible, responde, porque
habrá que aplicar al hombre una tecnología muy cara y pocos hombres estarán en
condiciones económicas para comprarla. Tampoco será una sociedad democrática
porque solo una élite de habitantes del mundo occidental podrá pagarse la tecnología
y esto lleva a una discriminación fuertísima entre los hombres, entre los que
se pueden pagar las tecnologías y los que no”. Y los que pueden, dominarán al
resto condenándolos a formar una clase social baja y oprimida.
¿Y la felicidad?
¿Serán más felices? El profesor Aramini afirma que una cuestión preliminar
es preguntarse “sobre el sentido de la
vida”. Esto se lo preguntan teólogos y filósofos, creyentes y ateos (el
ideario transhumanista es ateo). “El ateísmo moderno –dice el profesor-- se ha
lanzado desesperadamente a los brazos del dios ciencia (cientifismo) pidiendo a
la ciencia un significado de la propia vida”. Y añade: “sería contradictorio que una vida privada de sentido y fruto de la casualidad”
llegara a ser deseable hasta el punto de hacerla inmortal.
El profesor Ermanno Pavesi, secretario general de la FIAMC,
dijo en esta jornada que el hombre no puede prescindir de Dios y citó al papa
Francisco en su encíclica “Laudato sí´” (n. 221) donde dice que “Dios ha creado
el mundo inscribiendo en él un orden y un dinamismo que el ser humano no tiene
derecho a ignorar”. O sea que la
intervención humana debe estar en el orden de la creación, sin manipulaciones.
El transhumanismo
cree que puede construir una vida muy larga, y hasta algunos aseguran que
el hombre llegará tener una vida
inmortal en la Tierra. Esta teoría se confronta con el cristianismo que
predica también la inmortalidad del hombre. “Ciertamente –dice el profesor
Aramini—el hombre quiere una vida verdadera, plena, una vida que valga la pena,
que sea alegre y gozosa”, lo que conseguirá en la visión beatifica de Dios. La
vida eterna predicada por Jesucristo no es la inmortalidad de la vida terrena,
sino la “existencia en una nueva dimensión”, la comunión con Dios, que necesita la muerte del cuerpo.
Jesucristo resucita a Lázaro, no para que viva eternamente,
sino para que siga viviendo y muera y pueda acceder a la eternidad en comunión
con Dios. Los transhumanistas, sin embargo, no creen en la trascendencia de una
vida cuya meta es estar junto a Dios. No quieren la muerte, la rechazan. Por
eso creen que la ciencia les hará “como dioses”.
El hombre nuevo que
proponen los transhumanistas ¿será más libre? Ellos creen que sí, pero “es
una libertad falsa”, dice el profesor Aramini. ¿Quién va a preservar la
dignidad del hombre, el amor, el cariño, la amistad y la capacidad auténtica de
elegir entre una cosa u otra?
A lo largo de los siglos, quien ha liberado al hombre es
Dios, desde la liberación de su Pueblo en Egipto, hasta Jesucristo que ocupa el
ápice de esta liberación. “Él es el fundador de la libertad del hombre, dice
Aramini, porque consiente al hombre tomar la decisión más alta, en relación con
Dios mismo, cuando dice (Jn, 6, 67): “¿también queréis iros vosotros?” (Muchos
le abandonan al anunciar la Eucaristía).
Y añade Aramini: “El
hombre contemporáneo, curiosamente, ha entrado en una situación paradoxal: reivindica la libertad pero teme usarla,
porque la libertad comporta un riesgo que es decidirse por una causa y ser
fiel a la misma con coherencia dándose una identidad. La elección de esta
causa (ser o no ser tal cosa, hacer o no hacer tal otra) no puede basarse en
garantías científicas”. Es imposible. La decisión del hombre estará basada en
el sentido de la vida y elegirá sobre lo que conoce con certeza, esto es la fe
que le da una identidad.
El transhumanismo hoy “se mueve en el terreno más hipotético
que realista”, dice Michele Armanini. En la nanotecnología se quiere construir
una especie de “robot” permanente dentro de nuestro organismo y monitorizarlo y
llegar a la “digitalización del yo”. ¿El hombre transformado en un robot, con
tanta inteligencia artificial y tanta manipulación genética? En muchas cosas el
transhumanismo está instalado en la ciencia ficción y en el ateísmo.
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