Por Salvador Aragonés
Periodista y profesor emérito de la UIC
La globalización, la crisis económica reciente, los criterios excesivamente
tecnocráticos en la gestión de la Unión Europea ha hecho surgir los populismos en el interior de los
estados y los “micronacionalismos” (como los llama el historiador Stanley
G. Payne), o sea los partidos nacionalistas e independentistas de territorios
regionales o pequeños dentro de los estados europeos.
Los populismos no atienden a razones y caen en un fundamentalismo del todo
o nada que es muy peligroso si alcanzan el poder en un Estado. El primer daño
lo hace a sus seguidores porque les ha cegado la razón, la capacidad de razonar
como un ser humano normal, y después dañan a toda la sociedad porque pretenden
gobernar con la sinrazón.
Dicho esto, Europa sufre una crisis
de identidad en sus instituciones. No entusiasman a nadie. Los ciudadanos ven que Europa de alma pro
En Europa abundan los particularismos, pues hay zonas donde la gente vive
alrededor del campanario de su pueblo o región. Las guerras que a lo largo de
su historia han surcado los territorios de Europa son innumerables, y a veces
por cosas muy baladíes utilizando casi siempre la religión o los
particularismos regionales.
En el siglo XX Europa ha sido escenario de dos guerras mundiales, con
millones de muertos. En ese siglo tuvieron lugar guerras civiles, imperialismos
en el Centro, el Este y el Sur, totalitarismos de todos los colores, desde los
nazismos y fascismos hasta el comunismo que abarcó casi un siglo en Rusia. En los últimos mil años Europa ha dominado
al mundo y no ha cesado de mantener largas guerras como la guerra de los
Cien Años (franco-inglesa, que terminó con santa Juana de Arco) o la Guerra de
los Treinta Años (que terminó con la Paz de Westfalia firmada por todas las
potencias del continente más Gran Bretaña).
Ahora, tras la segunda Guerra Mundial, Europa vive una era de paz como
nunca había tenido (hace más de 50 años que no hay guerras, si exceptuamos la
guerra de los Balcanes y la de Ucrania).
La crisis económica, junto a la falta de valores de convivencia, ha hecho
resurgir los nacionalismos e independentismos consecuencia de heridas de las
guerras ni cicatrizadas y de los tratados de paz posteriores que han afectado a
las fronteras de todos los estados.
Estos nacionalismos e independentismos los encontramos en Dinamarca (Islas
Feroe), Alemania (Baviera, Bohemia y Schleswig-Holstein), Italia (Véneto,
Sudtirol, Padania, Cerdeña), España (País Vasco, Cataluña y Galicia), Francia
(Normandía, Bretaña, Córcega y Alsacia), Bélgica (Flandes), Gran Bretaña
(Escocia y Gales), Polonia (Silesia), Rumanía (Transilvania, Transnitria,
Moldavia), Finlandia (Karelia), por no decir todos los pueblos y pequeños
estados que circundan Rusia y que aspiran a su independencia.
Con el mapa de Europa delante, muy pocos son los estados europeos que se
salvan de grupos independentistas territoriales, que de lograr esta independencia deseada Europa tendría alrededor de 80
estados-nación, y más de un centenar de lenguas. Por esta razón, los
estados europeos no quieren estos nacionalismos, pero al mismo tiempo no pueden
ignorar que son la expresión de pueblos –en buena parte los de mayor renta per
cápita de los estados—que se reafirman en su cultura y sus tradiciones, contra
la globalización que los quiere silenciar o ahogar.
Europa en estos momentos no está
contenta consigo misma y tiene cinco retos que afrontar:
--primero, hacer sus
instituciones más cercanas a los pueblos;
--segundo, volver a sus valores-raíces judeo-cristianas y no
darles la espalda como hasta ahora;
--tercero, favorecer posiciones que se alejen del nihilismo,
del hedonismo, del individualismo y del relativismo filosófico y moral, lo que
se combate con un mayor apoyo a las familias, a los hijos (Europa tiene una
fuerte carencia demográfica) y a los mayores, y con políticas de acogida para
los refugiados e inmigrantes, es decir los valores judeo-cristianos;
--cuarto, hacer compatible la globalización con las
tradiciones de los pueblos.
--quinto y último reto, Europa se enfrenta también ante una amenaza tras
la elección de Donald Trump, como presidente de los Estados Unidos, como se
enfrentan China y buena parte de América Latina. Europa ya no será el epicentro
del mundo, el cual se ha desplazado al Pacífico donde están las grandes
potencias (China, Estados Unidos, Rusia, Japón, Corea y en parte la India). Los pequeños estados de Europa, aunque
bien pertrechados económicamente, no
pueden hacer frente por sí solos al reto que les ponen las grandes potencias y
necesitan la unión de los pueblos.
Esta unión implicará una política
exterior y de defensa común hasta ahora ignorada postergada por los estados
europeos, que vivían a la sombra de la potencia militar de los Estados
Unidos, cosa que Donald Trump ya ha dicho que cortaría reorganizando la OTAN
(Organización del Tratado del Atlántico Norte). Así las políticas exteriores y
de defensa caerán bajo los presupuestos europeos, pero los estados tienen
políticas exteriores distintas en función de sus coordenadas y legados
históricos.
Y por último, el conflicto del Oriente Medio
¿cómo seguirá? Está claro que Washington apoyará al estado de Israel (de no
confundir con el pueblo judío que es más grande y más plural) y entonces ¿qué
papel deberá jugar la política exterior y de defensa de Europa? Y otra pegunta
¿cómo serán las relaciones Europa-Rusia? ¿Qué pasará en los Balcanes, el Báltico
y Ucrania? Y también muy importante ¿qué será de Turquía?
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