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La próxima legislatura no será corta

La próxima legislatura no se vaticina corta. ¿Por qué? Porque quienes van a posibilitar el gobierno del PP son dos partidos a los que no interesan las elecciones, al menos a corto y medio plazo: Ciudadanos y el PSOE.

Me explicaré. Los socialistas no pueden ir a las elecciones sin un Secretario General, sin un candidato con cara y ojos, con un partido dividido, y antes de celebrar un Congreso Federal. El Congreso del partido se va a aplazar porque con la división actual sería suicida celebrarlo, con espectáculo cainita incluido. La Comisión Gestora va a estar ahí durante al menos un año.  Se convoca el Congreso, con primarias y demás y pasan varios meses, hasta el verano del 2018, por lo menos, si no se llega a final de año.

El candidato socialista que resulte ganador deberá pasearse por toda la geografía española y ser conocido, aplaudido y aceptado por la opinión pública. Nos vamos a finales del 2019. Si la puesta de largo del candidato del PSOE da buen resultado se celebran nuevas elecciones porque tiene en sus manos la gobernabilidad de España.

Mientras tanto, en España: se habrán aprobado tres presupuestos generales, una –otra más—Ley Orgánica de la Educación, se habrá hecho una reforma constitucional, y se llegará a un pacto de mínimos con los independentistas catalanes sobre los 46 puntos que presentó el president Puigdemont a un Mariano Rajoy en funciones. Hay que poner una mesa de negociación con taquígrafos entre Madrid y Barcelona, o entre los gobiernos de ambas capitales. Al mismo tiempo se va a llevar a cabo una amplia reestructuración de la financiación autonómica, incluido el paquete o fardo de la deuda de las distintas comunidades.

Por eso, quienes tienen responsabilidades autonómicas quieren que salga un gobierno, aunque sea del PP, que sera controlado por el PSOE y Ciudadanos, porque están con sus finanzas muy apretados y no pueden esperar una, dos o tres elecciones generales más. Solo los que no gobiernan –y los que han sido impuestos por el equipo de Pedro Sánchez (Madrid, País Vasco y Galicia) — piden elecciones. No se pueden ganar unas elecciones pidiendo “no a Rajoy y al PP”, o “vamos a echar a Rajoy de la Moncloa”.  Hay que decir algo más. Te puede salir el tiro por la culata, como le ha pasado a Sánchez.

¿Todo esto se va a hacer?, alguien preguntará. Y respondo: esto es lo que sería bueno hacer, desde mi punto de vista. ¿Y Ciudadanos? Al partido de Albert Rivera no le interesan elecciones y necesita tiempo para consolidar su posición de centro. Es un partido joven y no tiene pedigrí o solera suficiente para gobernar todavía.

¿Y el PSC? El PSC es camaleónico: no puede romper con el PSOE porque le va la vida. Ya una vez, con Maragall, el PSOE intentó implantarse como tal partido en Catalunya. No lo consiguió porque el PSC se replegó y asumió las condiciones del PSOE. El partido socialista no se puede permitir el lujo –como hace Podemos—de tener dos grupos parlamentarios en el Congreso, aunque el PSC puede poner sus condiciones para su integración en el grupo parlamentario socialista.

El PSC ha tenido en su historia –y sigue teniendo — el complejo llamado “nacionalitis”: no tolera que le llamen españolista, o que esté obedeciendo a Ferraz (Madrid), ni cualquier alusión de acuerdo con la derecha (el PP), ni que no le llamen partido autónomo de Madrid, o que no cuente entre los nacionalistas no independentistas.

Cierto que el Partido Popular en Catalunya tiene muy pocos seguidores porque no han sabido construir un partido con cara y ojos y apostar por la gobernabilidad en Catalunya. ¿Lo ha tenido muy difícil? Sí, por los intentos de demonización tanto por parte de la izquierda como del nacionalismo y ahora del independentismo. Pero ya se sabe que los partidos reciben leña por todas partes y deben saber imponer su identidad y su programa, sin tener siempre que depender de la última palabra –muchas veces cambiante—de Madrid. Es lo que no quiere el PSC.


¿Y Podemos? Podemos va a vivir en la triple dialéctica: por los muchos partidos que lo integran; su posible división entre Errejón (este ya quiere formar otro partido), y sus relaciones  con las nacionalidades históricas. Un partido serio no puede ser gobernado solo desde la calle, ni desde las contradicciones estratégicas y esenciales en las que se encuentra. Un partido que quiere gobernar debe ser un bloque unido, sólido, democrático, que plantee soluciones y no solo escraches de lo que “no me gusta”, esperando iniciar un golpe de mano al sistema político constitucional español, sustentado por Europa, la NATO y las grandes potencias. Solo Rusia apoya a Podemos contra Europa y la Nato. 

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