El domingo se celebró la quinta Diada reivindicativa con
cinco manifestaciones en cinco ciudades catalanas distintas a las que acudieron
centenares de miles de personas que reclamaban la independencia. Ciertamente se
podrá decir, y es cierto, que este año había menos gente que se manifestaba,
menos banderas “esteladas” en las calles y balcones, pero el independentismo sigue
siendo muy potente, y el problema catalán sigue sin resolverse.
No preocupa tanto la gente en la calle, porque lo importante
es lo que digan las urnas, pero la calle da fe que el independentismo está ahí
esperando respuestas políticas. También en el País Vasco hay y ha habido
manifestaciones masivas de gente pidiendo la independencia, y la libertad para
los presos, pero las urnas se resisten.
Lo mismo ocurre en Catalunya: los independentistas están muy
movilizados, mientras que los no independentistas –la mitad de la población- no
lo están, pues son incapaces de aglutinar las propias fuerzas y formar una
alternativa al independentismo, por tacticismos y renuncias a veces
incomprensibles, como el PSC que ha sido partidario y contrario al “dret a
decidir” el mismo año. Este año se han visto finalmente los puños al aire de dirigentes de Esquerra Republicana, algunos de los cuales proceden de movimientos comunistas.
España tiene cada vez más problemas. No solo el de
Catalunya, sino que es posible que tenga otro problema en el País Vasco o en
Galicia, digan lo que digan las encuestas. En Madrid no se hace política, sino
que se vive del personalismo con una gran falta de visión de Estado: solo se
miran al ombligo. ¡Qué mal se ve desde la periferia! ¿Y el Rey? Vive atado por
la Constitución que todos quieren modificar.
A causa de la miopía y de la estultez de no saber tratar a
tiempo el tema catalán hoy no hay gobierno en España. Hubiera sido fácil hacer
un Gobierno si Convergència no se hubiera pasado al independentismo. Si los
bisoños dirigentes de Convergència, principalmente Artur Mas, por ser el
responsable número uno, no hubieran tomado derivas suicidas, hoy CiU sería el
que daría el gobierno a España. De momento, ha desaparecido CiU y el espacio de
centro que ocupaba en Catalunya y en la gobernabilidad de España.
Se afirmaba estos días que había cansancio en las filas
independentistas, porque en Catalunya sigue sin haber un gobierno que gobierne.
Hay un gobierno formal, pero no gobierna, no puede aprobar ni unos presupuestos
–hasta el momento, y llevamos un año— porque depende de unas fuerzas
antisistema y ultra independentistas como la CUP, y se pasa las semanas
hablando de “desconexión” y presentando leyes de “desconexión” de España. Además,
en Catalunya hay un gobierno que no representa a la mayoría social y que no
gobierna para “todos” los catalanes,
sino solo para la mitad de ellos, irritando al resto.
Mal va Catalunya y mal va España. Los centenares de miles de
personas que fueron a la calle el domingo, son una muestra más que el
independentismo sigue y seguirá vivo, con la ley o al margen de la ley. Y sin
un gobierno en España el problema se anquilosará, y lo que se anquilosa acaba
pudriéndose, para España y para Catalunya. ¿Pueden las ambiciones personales de
uno o dos hombres, con sus camarillas, llevar a España a este punto? La
historia les pasará factura.
Ahora esperaremos lo que pasará en el País Vasco y Galicia.
Pero ¿había que esperar tanto tiempo, por cálculos mezquinos de partido? Ojalá
se puedan resolver los problemas de España tras estas elecciones.
En Catalunya el problema no se va a resolver, ni con nuevas
elecciones catalanas. No hay alternativa política y parlamentaria al
independentismo. Por eso el independentismo seguirá teniendo todos los resortes
del poder, de los medios de comunicación (el relato público de lo políticamente
correcto) y también el poder de la calle.
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