Por mucho que Francesc Homs lo niegue, el voto de
Convergència y del PNV en el Congreso facilitaron la composición de una Mesa
controlada por PP y Ciudadanos, la cual además está compuesta por seis mujeres
y a tres hombres (tres mujeres son del PP). O sea, no es una Mesa paritaria.
La polémica levantada en Catalunya por el voto de cuatro o
cinco diputados de CDC (hoy PDC), junto con el PP y C,s, ha sido alta, en el
momento en que este partido está negociando la “desconexión” de Catalunya del
Estado español.
Se han dicho y escrito muchas y estúpidas cosas acerca de
este voto, como se han dicho muchas y estúpidas cosas acerca del resultado
electoral y de los pactos, fruto de gente, incluso políticos de primera fila, demasiado
novatos en el arte de la política. Un dicho afirma que “la política hace
extraños compañeros de cama”. Y es verdad. Ya lo veremos con el Bréxit en la UE.
Los pactos para ser eficaces deben hacerse en un cuarto sin
luz y sin taquígrafos. En los seis meses precedentes había demasiada luz y demasiados
taquígrafos y no salió nada y así fuimos a otras elecciones. Hubo, sin embargo,
mucho espectáculo, a veces hasta esperpéntico, y el resultado fue el que fue.
Ahora han entrado políticos con experiencia de gobierno o,
como Ciudadanos, quemados por la
celebración de los Idus de Marzo con el PSOE. Cabe preguntarse: ¿a qué aspira
Convergència?
La necesidad es una razón muy importante que mueve a las
personas. Como dijo el diputado de ERC, Joan Tardà, “todo el mundo debe
buscarse la vida”. Tener Grupo Parlamentario propio, para CDC (o PDC, si los
tribunales lo aceptan) significa unos cuantos millones a lo largo de la
legislatura, y como todo el mundo sabe CDC tiene una necesidad imperiosa de
dinero, pues tiene sus sedes embargadas.
No lo miremos todo desde un punto de vista crematístico,
sino también político: la voluntad siempre de CDC (antes CiU) era que las
instituciones públicas fueran gobernables, desde gobiernos hasta diputaciones y
ayuntamientos. Contra lo que pedía Homs tras el 20-D (un gobierno de
izquierdas) ahora tras el 26-J él y su partido se han dado cuenta que esto no
es posible, y que lo único viable, si se quiere contar algo en el mosaico
político español, es apoyar o hacer posible la gobernabilidad en Madrid.
Es la
recuperación del pragmatismo de CiU que apoyaba tanto a PSOE como a PP para
hacer posible la gobernabilidad de España, a cambio de concesiones para
Catalunya.
Por otro lado, Convergència, o lo que queda de ella,
necesita recobrar la confianza perdida en sectores sociales y empresariales, no
amplios estos, pero sí muy influyentes. Convergència, un partido de gobierno,
no puede ser como Esquerra Republicana, que su falta de sentido de Gobierno
llevó al Tripartito por la calle de la amargura.
El nuevo partido (PDC) surgido en sustitución de
Convergència, quiere centrarse más, pero al mismo tiempo necesita que el
presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, gane su moción de confianza en
septiembre y se aprueben los presupuestos de la Generalitat, y para ello
necesita el pacto con la CUP, ¿o tal vez algún voto en blanco del PP? Tanto el
PDC como el PP necesitan la aprobación de sendos presupuestos. Pero no nos
precipitemos y esperemos la sesión de investidura de Mariano Rajoy para
redondear el análisis.
Igualmente ha hecho el PNV: negociaciones secretas y pacto.
En el fondo Pedro Sánchez ha hecho bien al pedir al PP que busque pactos con
los afines ideológicos, los nacionalismos, y volvemos a la era del
bipartidismo, donde PP y PSOE gobernaban con las minorías vasca y catalana. Ahora
también hay un bipartidismo donde Ciudadanos quiere actuar como bisagra de la
derecha y la izquierda. Pero el problema sigue estando en la división de la
izquierda.
El pacto de Ciudadanos con el PP le ha valido al primero la
Vicepresidencia Primera y otro miembro de la Mesa, que no hubiera tenido sin el
pacto con el PP, apoyado –es una cuestión aritmética—con votos de PNV y de
Convergència, sin los cuales no saldría adelante el pacto. ¿A qué viene ahora
quejarse si el PP ha pactado con independentistas? Ya lo sabía Rivera y sus 32
diputados que sin “ayudas” no saldría adelante su pacto con el PP.
El acoso del PSOE y Ciudadanos a Mariano Rajoy en los
últimos seis meses no ha valido, pues este ha vuelto a ganar las elecciones con
más diputados todavía. De nada valió la interpretación de Sánchez y Rivera que
el pueblo habían votado “cambio” y “regeneración” el 20-D, y en querer aislar
al PP. Se equivocaron, porque el 26-J el pueblo español habló más claro, dando
más poder a Rajoy.
Tras el 26-J ya nadie habla de "el pueblo pide cambio" o "el pueblo pide regeneración". Ciudadanos está más bien a la deriva porque sacó la pasta del tupo y ahora tiene que volver a meterla, lo cual es mucho más difícil.
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