El papa Francisco lanzó un reto, de estos que levantan
muchos titulares en los medios de comunicación y en las redes sociales.
¿Mujeres diaconisas?, preguntó el
Papa. Y otra pregunta: ¿Cuál fue
el papel de los diáconos y diaconisas en el cristianismo antiguo? ¿Tenían las
mujeres la ordenación diaconal?
El papa Francisco dijo que hace un tiempo lo consultó con un
“sabio profesor” que había estudiado el papel de las diaconisas entre los
primeros cristianos, y reconoció que ”aún no queda claro qué papel específico
tenían estas mujeres”.
Sin embargo, aceptó el reto que le planteó una religiosa, con
motivo de la audiencia concedida a la Unión de Superioras Mayores (UISG): crear una comisión de estudio que
aclare este punto de las diaconisas.
Al mismo tiempo, el Santo Padre exhorta a estar en guardia
ante dos tentaciones: la del feminismo - porque la mujer vive en la Iglesia con
la alta dignidad que viene de bautismo – y aquella muchas veces estigmatizada
del clericalismo, que se verifica cuando los sacerdotes pretenden guiar solos, las
propias parroquias, sin estimular la sinodalidad y la colaboración, con el
apoyo de los laicos que por comodidad se dejan "clericalizar".
Las preguntas al Papa no eran espontáneas, sino que habían
sido preparadas en bloques previamente.
Algunos ven en este tema un paso en el camino hacia la
ordenación sacerdotal de las mujeres, mientras otros, al otro lado, ven que el
papa desbarra. En realidad, Juan Pablo II, dejó como “definitiva” la doctrina
sobre el sacerdocio cuando en su documento “Ordenatio
Sacerdotalis”, de mayo de 1994, dijo que la cuestión del sacerdocio “atañe
a la misma constitución divina de la Iglesia; en virtud de mi ministerio de
confirmar en la fe a los hermanos (cf. Lc 22,32), declaro que
la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación
sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como
definitivo por todos los fieles de la Iglesia”.
El tema de las diaconisas, tal como lo planteó el papa
Francisco, está muy verde: hay que crear una comisión, la tiene que aprobar el
Papa, elegir quiénes formarán parte de la misma, cuál será su método de
trabajo, cuánto tiempo podrá durar el estudio, y un largo etcétera.
Así mismo, no por crear una comisión hay que decir que el tema
está aprobado, sino que está en estudio. Salvando todas las diferencias, ¿quién
no recuerda la comisión que se creó sobre la natalidad al terminar el Concilio?
Y de ahí el papa beato Pablo VI promulgó la “Humanae Vitae”, a pesar del criterio contrario de no pocos miembros
de la comisión.
En la Iglesia, el tiempo tiene una dimensión muy distinta al
de la vida civil. Nunca hay prisas en tomar decisiones. La religiosa que
planteó abrir una comisión para el estudio de que las mujeres puedan ser
diaconisas, dijo en concreto, que las mujeres no queden excluidas de este
“servicio”. Y estuvo bien planteado.
En realidad los ministerios en l Iglesia no son instrumentos
de poder, sino de servicio. Lo dijo el papa Francisco en su homilía de
inauguración de su Pontificado hace tres años: “nunca olvidemos –dijo—que el
verdadero poder es servicio, y que también el Papa, para ejercer el poder, debe
entrar cada vez más en ese servicio que tiene su culmen luminoso en la cruz”, y
este servicio debe hacerse a los más pobres, débiles y necesitados.
La historia ha distorsionado no pocas veces el ministerio
del Papa, de los obispos, de los sacerdotes, como si fueran instrumentos de
poder temporal además de espiritual. El papa Francisco, como sus antecesores
Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI, quiere recuperar con
fuerte acento el espíritu de servicio a los demás, de tal manera que el “yo” se
confunda con “los demás”, a quienes hay que dispensar los dones recibidos por
el Espíritu Santo en sus respetivos ministerios.
Por otro lado, ¿cuál es la función de los diáconos hoy en
día? Servir a la comunidad en sus necesidades materiales y espirituales. Pueden
celebrar bautismos, comuniones, bodas (en el matrimonio los ministros del
sacramento son los esposos) y administrar la Unción de los Enfermos o
extremaunción. No pueden celebrar ni la
Eucaristía (consagrar), ni la Penitencia o Reconciliación, pues para estos dos
sacramentos se necesita haber recibido el Sacramento del Orden.
Los diáconos hoy deben tener más disponibilidad para servir
a la comunidad, y llevar a cabo tareas de acompañamiento, de asistencia
espiritual. Hoy es más importante la labor de acompañar, de escuchar que
administrar sacramentos (lo cual puede ser necesario si faltan sacerdotes)
Hay que señalar que el papa Francisco siempre ha dicho que
es partidario de “revalorizar” el papel de las mujeres en la Iglesia, aunque
excluyendo el sacerdocio, y en más de una ocasión ha dicho que a la mujer en la
Iglesia “hay que valorarla más, pero no hay que clericalizarla”.
A veces, bajo el pretexto de buscar un servicio a los demás,
¿no habrá un afán de poder o de clericalizar a los fieles? El mismo papa
Francisco ha alertado sobre este peligro recientemente, en sucesivas
audiencias.
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