
La izquierda española se mueve entre dos almas: ser u8n
partido de gobierno y su utopía populista y revolucionaria. El PSOE, en
concreto, vive entre estas dos almas, pero el alma revolucionaria se la ha
quitado, de momento, Podemos, junto con la izquierda independentista de
Catalunya, País Vasco, Galicia, Valencia y Baleares.
En el Sur de Europa la izquierda ha vivido y vive acompañada
de la utopía. También en Francia, como estamos viendo en estos momentos. Los
franceses creían estar al margen del populismo de izquierdas, entre otras cosas
porque tienen el peligroso populismo de derechas. Ambos plantean utopías,
porque consideran que la vía del reformismo se ha agotado. Dicen lo mismo los
independentistas --que se sitúan en la izquierda-- en suelo español.
¿Por qué los independentistas se sitúan a la izquierda?
Porque la izquierda es un “totum revolutum” donde no hay un claro sentido de
“patria” ni de “nación”, pues por eso le llaman “estado”, un ente político
artificioso que no genera sentimientos de adhesión. Donde no hay “patria” sino
“estado” la independencia es mucho más sencilla, porque la patria auténtica, la
Patria (con mayúscula) es el territorio que quieren independizar del estado
(con minúscula).
Por eso, para el independentismo, del signo que sea, lo que
importa es un gobierno de izquierdas en España. La derecha no aceptará nunca el
independentismo, ya que esta tiene un sentimiento de “Patria”, y al igual que
los independentistas, “Patria” y “Nación” vienen a identificarse creando un
fuerte vínculo sentimental. La izquierda es más internacionalista,
En estos momentos hay casi un empate técnico entre el PSOE y
Podemos. Ambos quieren controlar la izquierda, la socialdemocracia establecida
y la revolución, la cual tiene como nodriza ideológica la Revolución Bolivariana,
y los indignados del 15-M.
Un pacto entre estas tres izquierdas españolas (la
socialdemocracia, la revolucionaria y la independentista) hoy no parece
posible, sin que una absorba a otra. Está claro que la socialdemocracia del
PSOE no quiere pactos con el independentismo, bien arropado por la izquierda
utópica de Podemos. Y Podemos no quiere dejar que el independentismo circule al
margen de los cauces políticos que ellos han marcado.
Era fácil tener una izquierda formada por dos grupos: el
socialista y el comunista, cualesquiera que fueran sus siglas electorales. Pero
eso se ha roto y la izquierda está formada, desde hace unos años, por grupos y
grupúsculos fraccionados, a los que es difícil vertebrar, porque cada uno tiene
orígenes distintos y es hijo de su padre y su madre y heredero de conceptos
revolucionarios de la historia reciente del siglo XX, desde la Revolución Rusa
hasta nuestros días.
Pablo Iglesias, a pesar de sus esfuerzos y de sus
importantes crisis internas, no consigue atraer al comunista Alberto Garzón. Ideológicamente son muy cercanos en
los principios, pero no en la praxis. Garzón no encaja en la República
Bolivariana, como Iglesias no encaja en las rigideces del “centralismo
democrático” del comunismo.
Pedro Sánchez ha ido a desgastar a Pablo Iglesias y a
Podemos en todo este sainete político que hemos vivido desde el 20-D. Primero
ha acordado un pacto con Ciudadanos, para tener sujeta la corriente
socialdemócrata, y también como tabla de salvación ante las exigencias del
bolivarismo español, así como para no sucumbir a los independentismos de todos
lados.
Los vascos del PNV, como siempre, vigilando sus intereses,
que dicen como todos los nacionalismos, que son “los intereses del pueblo
vasco”. No son de izquierdas, ni mucho menos, no lo pueden ser porque sus
políticas son muy conservadoras, pero para sus fines, que son mantener su mando
fortificado en el País Vasco, prefieren que en Madrid mande esta izquierda deshilachada,
visionaria y populista.
A los nacionalistas y a los independentistas no les interesa
para nada la derecha española (en el fondo Ciudadanos tiene sus raíces en esa
derecha), porque esta desde siempre una cosa tiene clara: la unidad de España y
la defensa de unos valores y una historia que encaja con “la grandeza de España”
y eso choca con quienes quieren dar un cambiazo a la historia. No se trata de
interpretar de modo distinto la historia, sino de cambiarla, para que España
“no la conozca ni la madre que la parió”, como dijo Alfonso Guerra, líder del PSOE de los años 80 y 90, antes de
transformarse en un hombre guardián de las esencias del Estado.
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