La Exhortación
Apostólica “La alegría del amor” (abreviadamente AL, del latín Amoris Laetitia) es un texto que viene a
ser el legado del papa Francisco sobre
la familia, su testamento, como lo fue la “Familiaris Consortio” para san Juan Pablo II. Es un documento
extenso que en su elaboración se han necesitados dos sínodos de obispos de todo
el mundo.
Estos sínodos, a su vez, se han celebrado después de que
todas las conferencias episcopales del mundo hayan sido consultadas sobre los
problemas de la familia en sus respectivos territorios, y al mismo tiempo estas
conferencias de obispos han consultado a sus instituciones y organizaciones católicas
sobre el tema. Por lo tanto “La alegría
del amor” no es un documento hecho deprisa, sino tras tres años de una amplísima
consulta a todo el mundo católico.
Vaya por delante que “La alegría del amor” es un texto
pastoral, es decir que no define doctrina, sino que quiere discernir, integrar en
la Iglesia y acompañar a todas las familias para acercarlas al amor
misericordioso de Jesús. Este documento viene a completar, en el siglo XXI, lo
que la Humanae Vitae del beato Pablo
VI y la Familiaris Consortio de san
Juan Pablo II fueron para la familia después del Concilio Vaticano II, en el
siglo pasado. ¿Por qué el papa Francisco no cambia la doctrina? Lo ha dicho muchas veces: su pontificado
es pastoral, y no ha venido a cambiar ninguna doctrina.
“La alegría del amor”
no se ha publicado para cambiar ninguna ley, sino para acercarse al hombre de
hoy y mostrarle la misericordia de Dios, por grandes que sean sus
dificultades en su vida familiar y
personal, y por grandes que sean sus penas y pecados, pues el amor y la
misericordia de Dios están por encima de la justicia y de la ley. No desaparecen
ni cambian la justicia y la ley, sino que se pone en relieve la misericordia y
el amor de Dios al hombre y trata de resolver los problemas “desde el hombre”,
comprendiendo al hombre, acercándolo más a Jesús y a su misericordia, pues
Jesús es “el rostro de las misericordia del Padre”.
No pocas familias en
el mundo de hoy pasan por penas
grandes –a veces muy grandes—y pequeñas, y también no pocas familias viven
su fe, su fidelidad al Evangelio, a veces con sacrificios grandes y pequeños.
“La alegría del amor” enfoca los temas familiares desde un elenco muy amplio de
situaciones en los que se encuentra la familia en el mundo moderno, y los
quiere iluminar a la luz de la fe, de la esperanza y del amor de Dios. Y
siempre con la misma receta: el amor y la misericordia de Dios.
Y así menciona no
solo la belleza del amor en el noviazgo, en los recién casados y en los abuelos,
sino también la transmisión de la vida, la ternura o cuando parece que el amor
se achica. Pone ejemplos concretos sacados de la realidad de las familias de
todo el mundo, para desgranar los desafíos y las soluciones pastorales que se
plantean en las familias. Estos son, entre otros, la actitud de servicio, la
envidia, la soberbia, la amabilidad, el desprendimiento, la violencia interior
y exterior, el perdón, la disculpa, la confianza, la esperanza, la generosidad
y la magnanimidad, la drogadicción, la pobreza extrema, la homosexualidad, la
educación sexual, las uniones de hecho y un largo etcétera.
El papa Francisco no
deja, no quiere dejar, ningún cabo suelto y aborda los problemas con todo
realismo sin dejar nada en el tintero. Por eso el documento es largo, y por
eso es de gran interés que sea leído por todos los cristianos.
Gran énfasis ha puesto
el papa Francisco en el perdón, que no solo es el perdón y la misericordia
de Dios, sino el perdón y la
misericordia que todos los miembros de una familia deben tener los unos para
con los otros. Cuando el papa Francisco habla del perdón (AL, 105-108), recuerda
a veces la influencia que tuvo en él la atenta lectura en su juventud del gran
autor italiano Alessandro Manzoni, en su libro “I promessi sposi” (Los novios).
“En la familia es necesario usar tres
palabras: permiso, gracias, perdón. ¡Tres palabras clave!” (AL, 133), y
reconoce que no es fácil el perdón.
El matrimonio no es
un amor que brota, genera emociones, tiene una dimensión erótica y después se
apaga, sino que es un camino en el que el
amor se engrandece con los años, día tras día, porque quien se acerca al
matrimonio es porque ha recibido “una vocación” (AL, 72) de Dios, y es en este
contexto “vocacional” como hay que iniciar este camino de amor y donde la
gracia del sacramento perdura toda la vida.
La clave para entender el amor, señala el Papa en su
Exhortación Apostólica, descansa en las palabras de san Pablo a los Corintios
(13, 4-7) donde hace un elogio del amor, que “es paciente, es servicial, el
amor no tiene envidia, no hace alarde, no es arrogante, no obra con dureza, no
busca su propio interés, no se irrita, no lleva cuentas del mal, no se alegra
de la injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree,
todo lo espera, todo lo soporta” (AL, 90).
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