Las elecciones han dado
una victoria muy complicada al Partido Popular, que difícilmente podrá hacer
gobierno, a no ser que cuente con alguna fuerza independentista como Democràcia
i Llibertat, lo cual parece imposible porque Ciudadanos dejaría el supuesto
pacto, y porque el precio a pagar no lo podría pagar el PP.
Por lo tanto, solo hay
una posibilidad: o el PSOE ayuda la investidura de Rajoy –a cambio de
importantes concesiones del PP—o hay que ir a elecciones de nuevo
en mayo. La bolsa ha bajado, la prima de riesgo –de riesgo del país—ha subido,
y tanto empresarios como sindicatos piden un gobierno estable, sea del color
que fuere. No se podría gobernar a la italiana en la España del Siglo XXI. En
Italia tienen una media de más de un gobierno al año desde la democracia.
¿Puede haber un pacto de
izquierdas? Es más difícil, a menos que se implique el Partido Popular e
invista a Pedro Sánchez presidente del Gobierno, lo cual es impensable dado que
el PP ha ganado las elecciones.
Todos los medios anuncian
a bombo y platillo las alegrías de que se ha terminado con el bipartidismo.
Pero ¿sabremos digerir el cautripartidismo? Descartando un gobierno PP-PSOE (lo
rechazó Sánchez en el último mitin), tampoco es pensable un gobierno del PSOE
con un poti-poti de letras y partidos pequeños. El bipartidismo permitía a que
las minorías vasca y catalana apostaran por la gobernabilidad de España, a cambio de concesiones. Pero
ahora esto no es posible al pasarse los catalanes al independentismo duro,
negociando en Barcelona la “desconexión” de España con la CUP.
Pero, ¿y si se
consigue que haya un referéndum en Catalunya?
Este referéndum no
aplacaría la necesidad de un cambio a fondo de la Constitución, ni de la ley
electoral, ni de las principales leyes del país, como pide Pablo Iglesias de
Podemos, ya que el PP tiene fuerza suficiente, en el Congreso y con una mayoría
absoluta en el Senado, para bloquear cambios institucionales sin su consenso.
Los medios han dado por
finiquitado el bipartidismo, pero ¿quién gestiona su alternativa? Lo que ha
quedado es prácticamente ingobernable, si se cumplen las promesas electorales.
El Congreso y el Senado han de quedar constituidos el día 13 de enero. Pasadas
las fiestas a lo mejor las cosas serán vistas de otra manera y las promesas
electorales o los radicalismos se habrán suavizado en aras a la gobernabilidad
de España.
Si hay nuevas elecciones
estas serán en mayo, pues para convocarlas deberán pasar dos meses desde la
sesión de investidura. A lo mejor hay elecciones catalanas en marzo si la CUP
no acepta investir a Artur Mas, y esto se sabrá el próximo domingo 27 en
Esparraguera, donde la formación anticapitalista celebra asamblea para decidir
si investir a Mas o ir a elecciones.
¿Habremos llegado a la
situación de una España ingobernable? Mariano Rajoy es hoy un obstáculo, como
lo es Artur Mas en Catalunya. Rajoy debería haber anunciado su retirada durante
la campaña electoral, diciendo que eran las últimas elecciones en las que se
presentaba. No es un candidato querido, y el bien de España al que tanto se
refiere le exige que deje la primera línea de la política, si no podríamos
tener un bloqueo institucional. ¿No pensará tal vez Rajoy que “España va bien” sólo
si está él al frente?
La actitud del PSOE
parece clara: quiere vender muy caro cualquier movimiento favorable a Rajoy,
como ha dicho hoy su secretario de organización, César Luena. ¿Es bueno tener
que pagar altas hipotecas para mantener a una persona al frente del mando?
¿Y Durán Lleida? Los
independentistas catalanes lo tenían en la lista negra. Unió tardó demasiado
tiempo a desengancharse de Convergència y ahora paga un alto precio con su
ausencia en los parlamentos catalán y español. También a Duran se le ha pasado
el tiempo político. Lástima que tenía un programa realmente equilibrado en la
defensa de unos valores demócrata cristianos como la familia, la libertad de
enseñanza y la libertad religiosa, pero el radicalismo en la política, tanto
catalana como española, ha impedido que fuerzas equilibradas y equidistantes entraran
en los parlamentos.
En Catalunya ahora muchos
se lamentan que Podemos haya ganado las elecciones, cuando no se ha hecho más
que alimentar los radicalismos. En Comú
Podem, formación a la que ha tenido un peso importante en la alcaldesa Ada
Colau, de Barcelona, ha recogido mucho voto independentista y sobre todo
populista. Ha dado razón a quienes criticaban el exceso de velocidad que había
tomado el “procés” y ha apostado por
un referéndum acordado con Madrid, que permitiera decidir a los catalanes su
futuro, como ha propuesto Podemos. Volver al referéndum, era, para Junts pel Sí
(independentistas) un “volver atrás”. Y Podemos ha sabido conectar mejor con
los deseos populares catalanes
no rupturistas con España.
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