Grecia no pagará su deuda,
al menos que haya una quita importante. Cuatro son las
razones para reafirmarme en ello.
Primero.- No tiene
capacidad económica para hacer frente no solo a su deuda, sino incluso al pago
de sus intereses. Grecia no es un país europeo normal, sino una enorme anomalía
dentro de Europa: viven como europeos, pero carecen de los recursos que tienen
los otros estados miembros en los tres sectores: primario, secundario y
terciario. No tienen una administración de Hacienda para recaudar impuestos
como cualquier otro país y el fraude fiscal está por las nubes y hasta ahora ha
sido un país subsidiado, donde hay muchas diferencias sociales.
Segundo.- Los griegos son
“bizantinos”, a los que les gustan mucho los adornos, las palabrerías, pero
mucho menos cumplir lo que prometen: hoy dicen una cosa y mañana otra, y van
pasando los días, las semanas, los meses y… hasta los años. Siempre encuentran
argumentos para el incumplimiento. Sus promesas son papel mojado, como ha
reconocido, dolido, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker.
Tercero.- El actual
gobierno griego presidido por Alexis Tsipras y dominado por la extrema
izquierda de Syriza, no quiere pagar la deuda, porque se lo había prometido a
sus electores. Es más, el gobierno de Tsipras tiene entre sus objetivos cambiar
radicalmente, o “destruir” (lo dijo en la campaña electoral) los poderes
económicos y fácticos europeos. Los gobernantes helenos se sienten más cómodos
con los rusos ex comunistas. ¡Lástima que los rusos no tienen dinero!
Cuarto.- El Ejército es
el principal empleador de Grecia, un Ejército miembro de la OTAN y lleno de
privilegios, con un presupuesto proporcionalmente muy superior al de
prácticamente todos los países europeos,
sin que exista una razón geoestratégica para ello, tras el hundimiento de la
Unión Soviética y de su imperio comunista. De recortes en las fuerzas armadas
griegas de momento apenas se tocado el tema.
Además, hay un pecado
original de la troika y de la Unión Europea, que fue permitir que Grecia fuera
un país que ingresara en la UE con trampas en sus presupuestos y tolerar no
solo el endeudamiento original, sino incrementar este hasta niveles del 175 por
ciento del PIB, y suma y sigue, pues en estos meses sube el endeudamiento.
Quien tenía dinero en Grecia, lo ha puesto a buen recaudo: la bolsa ha bajado,
pero el euro se ha fortalecido frente al dólar.
Si el Estado griego no
tiene unas estructuras de buen funcionamiento como cualquier estado democrático
occidental, es imposible que cumpla sus compromisos para con la UE. Por otro
lado, hay una lucha ideológica sorda entre Bruselas y Grecia: Bruselas quiere dar
un escarmiento al populismo griego y hacer que rectifique sus compromisos
electorales demagógicos, antieuropeos y chulescos, para que en ningún otro país
surjan fuerzas populistas que ganen elecciones con propuestas demagógicas, falsas y además quieran
hacer un pulso a Europa.
Grecia tiene un problema:
no puede aplazar sus pagos al Fondo Monetario Internacional (FMI) porque Christine
Lagarde, la directora gerente del Fondo, tiene una protesta interna de los
miembros del FMI por su poca beligerancia con Grecia y con Europa. El FMI no va
a aceptar ni demoras ni quitas, y su
posición es –al menos ahora—irreductible. Europa ha aceptado el referéndum
heleno, cuando Alexis Tsipras, el presidente griego, volvía a hacer amagos de
negociar de nuevo. No se lo han creído, y si quiere democracia, pues democracia
habrá.
¿Qué puede pasar? Si la
premisa primera es que Grecia no tiene capacidad de devolver la deuda, y a
duras penas puede pagar sus intereses –no se sabe hasta cuándo—Bruselas y la
Troika (el Eurogrupo, el BCE y el FMI), o para dulcificarlos un poco los
griegos llaman ahora “las instituciones”, no tendrán otra salida que aceptar
una quita sobre la deuda. ¿Cómo afectará esta quita entre los distintos
acreedores, principalmente Alemania, Francia, Italia y España? Este ya será
otro problema, que de momento no se ha planteado, al menos abiertamente.
La crisis griega es una
lucha entre teutónicos, galos y latinos contra bizantinos. Bizancio siempre ha
tenido las de ganar, no en el campo de batalla, pero sí en el campo de las
palabras, del embuste y del enredo. En estas crisis no suele ganar el más
fuerte, sino el más listo.
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