Ahora ya no hay incompatibilidades
por parentesco familiar propiamente dicho, sino que se colocan a las parejas y
a los familiares de esta. Esto tiene una enorme ventaja. Las parejas de hecho no
tienen cuñados, ni sobrinos, ni suegros, ni consuegros del otro u otra, con lo
que el enchufismo queda mucho más reducido y disimulado.
La alcaldesa de
Barcelona, Ada Colau, ha inventado una fórmula imaginativa: ha colocado a su
pareja, Adrià Alemany, como asesor personal Responsable de Relaciones
Institucionales, pero eso sí, a sueldo de la plataforma política “Barcelona en comú” que ella lidera.
Nadie puede decir que la pareja de la alcaldesa cobra del Ayuntamiento, aunque tenga
despacho permanente en él. Los aduladores de la Colau, que ya se han
posicionado, califican a Adrià de hombre “muy cualificado”. Y claro, los
hermanos y sobrinos de la pareja ya no son parientes “legales” de la alcaldesa,
con lo que pueden colocarse de tres en tres en despachos “cualificados”. Toda
una ventaja. Ha dicho Monedero (Podemos): “Las críticas son injustas porque
Adrià Alemany es cofundador de la PAH”, la plataforma de las hipotecas. ¡Vaya
experiencia política e institucional!
Los tiempos políticos han
cambiado. Eso ya no es como hacían el PP, el PSOE, CiU y otros de colocar a
hermanos, cuñados, sobrinos, consuegros y homologados. Con la cuestión de “la
pareja” ahora han sido eliminados de cuajo los consuegros, los suegros, los cuñados y
cuñadas y la mitad de los sobrinos. La posibilidad de clientelismo familiar se
ha reducido a la mitad, pues oficialmente, o civilmente, aquellos no tienen
relación de parentesco con los de “arriba”, sino solo con sus “parejas”.
El enchufismo ahora no
consiste en ser pariente legal de los altos cargos, sino basta con ser pariente
de “la pareja” del alto cargo para que la cosa sea “legal”, y así Ciudadanos,
que cree tanto en las parejas de hecho
emulando a las izquierdas, rebaja su código de conducta, pues no lo hace
extensivo sus incompatibilidades a los familiares de “la pareja”. Mira por dónde la regeneración de la
política española ha venido a través de las “parejas” de los altos cargos.
Un sufridor en términos
de pareja ha sido el ministro, hoy ex ministro, de Educación, José Ignacio Wert, su secretaria de Estado de Educación, la acaudalada
Montserrat Gomendio, la cual se ha ido a París como directora general adjunta de
Educación de la OCDE, para huir de
Madrid y de su ex marido, un investigador del CSIC, que reclama la mitad del amplio patrimonio familiar de Gomendio, que es mucho y, según los jueces, puede
esconderlo en paraísos fiscales. Wert tras su divorcio con la tertuliana de la
Cope, Edurne Uriarte, ni querría continuar en Madrid y por eso ha sido
nombrado embajador ante la OCDE, al lado de su novia con la que se casará en julio. París bien vale un ministerio.
El ex presidente
Extremadura, José Antonio Monago, también compartía su tiempo entre Mérida y
Canarias, adonde iba a visitar a su amante, Olga María Henao, colombiana, que
tras romper con Monago se unió al diputado del PP de Teruel, Carlos Muñoz Obón,
un abogado divorciado. Todo terminó entre escándalos, al demostrarse que tanto
Monago como Muñoz Obón pagaban sus viajes amorosos a Canarias con los fondos
del Senado y del Congreso, respectivamente. Muñoz tuvo que dimitir, y Monago se
ha quedado sin novia, descompuesto y sin presidencia.
El ex ministro de
Justicia, el socialista Juan Fernando López Aguilar, autor de la ley contra la
violencia machista, ha sido acusado por su mujer precisamente de violencia
machista tras un escandaloso divorcio.
Y Felipe González también
se ha casado de nuevo, esta vez con Mar García, tras romper con Carmen Romero, aquella
que no quería acompañar a Felipe en los actos públicos para preservar su
intimidad. Pues así le fue.
Y por no decir, pongamos
el caso del rey Juan Carlos, pues de todos son conocidos sus amores y romances
que los combinaba con cacerías de elefantes.
En esto nos estamos pareciendo
a Francia, donde Nicolás Sarkozy y François Hollande han dado muestras de gestionar (con muy escasa
popularidad, hay que decirlo) potentes lances sentimentales con crisis
políticas mundiales, alternando sonados divorcios con cumbres de jefes de
Estado, y es que el corazón y la cabeza parece que van por vías paralelas.
Los amoríos ya no son
cosa de la prensa del corazón, de Isabel Preysler y otros, que a los pocos
meses de enviudar de Miguel Boyer es feliz abrazando a todo un Premio Nobel, Mario
Vargas Llosa, como no podía ser menos para la bella Isabel. Ahora la prensa del
corazón se ha encaramado a los puestos de mando de la alta política y de la
economía. Y, claro, la gente se queja de los políticos: no se puede repicar e
ir a la procesión.
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