San
Fermín es algo más que la fiesta mayor de Pamplona. Es una fiesta global,
mundial, que popularizó Ernest Hemingwey, uno de los principales novelistas y
cuentistas del Siglo XX. Los Sanfermines quedan retratados en su libro “Fiesta”, en inglés “The sun also rises” (El sol también se levanta). Ganó el Premio
Nobel y su popularidad subió por las nubes, en América y en todo el mundo.
Los
Sanfermines no pueden olvidar la huella de Hemingwey: ahí está el piso desde
donde veía los encierros (porque no los corría), cuyo balcón hoy cuesta un
dineral el alquilarlo para las fiestas sanfermineras. Ahí está el Hotel La
Perla, el más caro de Pamplona sin ser el más lujoso, donde vivía el escritor,
las terrazas de la plaza del Castillo, donde desayunada chocolate con churros y
un buen trago de vino tinto.
Los
Sanfermines, fiesta bulliciosa como las que más en Europa. La vida se hace en
la calle: se come, se bebe (y mucho) y se duerme (el que vive lejos) en la
calle, pues la noche es muy corta y hay que ir al encierro que empieza a las
ocho en punto, y una hora antes por lo menos hay que estar allí para encontrar el lugar más adecuado para correr o ver el encierro. Los toros recorren desde la Cuesta de Santo Domingo
hasta la plaza de toros. Son unos 800 metros.
La
emoción es alta, y hay un derrame de adrenalina como pocas veces ocurre en la
vida. El “encierro” suele durar entre dos y cuatro minutos. La emoción no solo impregna
a los mozos que corren delante de los toros, sino al público que grita “¡Que
vienen! ¡Que vienen!”, gritan y uno cree que los toros están detrás cuando
pueden estar a 50 ó 100 metros. Al acercarse a los toros el corredor debe
acompañar a los animales en su recorrido, no pegarles, ni tirarles del rabo, ni
sujetarles por el cuerno, como hacen algunos.
Es una
especie de lidia en plena calle, con un periódico en la mano, no para castigar
al toro, sino para acompañarlo a la plaza de toros.
San
Fermín cuida de los mozos que corren, porque estos rezan esta canción Antes del
inicio del encierro: “A San Fermín venimos, por ser nuestro patrón, nos guíe en
el encierro, dándonos su bendición. ¡Viva San Fermín!”. Y la verdad es que es
casi milagroso que no ocurran percances y cornadas graves o mortales durante el
encierro con tanta gente como hay hoy.
¡Viva
San Fermín!
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