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El referéndum griego, un triunfo de Tsipras, pero siguen ahí los problemas


El gobierno griego, presidido por Alexis Tsipras, ha ganado el referéndum por mucho, y no era para menos. Tsipras dijo que “el mandato que he recibido” es volver a negociar con los europeos. No es una ruptura, los griegos no quieren salir de Europa, sino que Europa, y especialmente Alemania, no les apriete el cinturón.

Era un referéndum –otra vez las encuestas han fallado—en que lo que estaba en las urnas era un voto para aceptar o no la austeridad alemana y pagar la deuda, y con una fuerte dosis de nacionalismo o de dignidad nacional. Nadie vota a favor de la austeridad, y los griegos, que son bizantinos, bien saben que las amenazas de salir de Europa no eran realistas. Un referéndum con los ingredientes de nacionalismo y pagar más (frente a pagar menos), no hace falta ser muy listo para decir quién ganará.

Se ha impuesto el genio mediterráneo frente a la rigidez nórdica y teutónica. Los europeos del Norte quieren que Grecia pague y reciba un escarmiento, y los europeos del sur quieren negociar condiciones más favorables para Grecia. Europa está dividida y ahora es cuando la palabra “solidaridad” tiene que abrirse paso en las negociaciones.

Porque está claro Grecia no pagará su deuda, al menos que haya una quita importante. Cuatro son las razones para reafirmarme en ello.

Primero.- No tiene capacidad económica para hacer frente no solo a su deuda, sino incluso al pago de sus intereses. Grecia no es un país europeo normal, sino una enorme anomalía dentro de Europa: viven como europeos, pero carecen de los recursos que tienen los otros estados miembros en los tres sectores: primario, secundario y terciario. No tienen una administración de Hacienda para recaudar impuestos como cualquier otro país, el fraude fiscal en el IVA está por las nubes y hay muchas diferencias sociales.

Segundo.- Los griegos son “bizantinos”, a los que les gustan mucho los adornos, las palabrerías, pero mucho menos cumplir lo que prometen: hoy dicen una cosa y mañana otra, y van pasando los días, las semanas, los meses y… hasta los años. Siempre encuentran argumentos para el incumplimiento.

Tercero.- El gobierno griego dominado por la extrema izquierda de Syriza, no quiere pagar la deuda, porque se lo había prometido a sus electores. Es más, el gobierno de Tsipras tiene entre sus objetivos cambiar radicalmente, o “destruir” (lo dijo en la campaña electoral) los poderes económicos y fácticos europeos. Los gobernantes helenos se sienten más cómodos con los rusos ex comunistas. ¡Lástima que los rusos no tienen dinero!

Cuarto.- El Ejército es el principal empleador de Grecia, un Ejército miembro de la OTAN y lleno de privilegios, con un presupuesto proporcionalmente muy superior al de prácticamente  todos los países europeos, sin que exista una razón geoestratégica para ello, tras el hundimiento de la Unión Soviética y de su imperio comunista. De recortes en las fuerzas armadas griegas, de momento apenas se tocado el tema.

Además, hay un pecado original de la troika y de la Unión Europea, que fue permitir que Grecia  ingresara en la UE con trampas en sus presupuestos y tolerar un endeudamiento hasta niveles del 175 por ciento del PIB.

Si el Estado griego no tiene unas estructuras de buen funcionamiento como cualquier estado democrático occidental, es imposible que cumpla sus compromisos para con la UE. Por otro lado, hay una lucha ideológica sorda entre Bruselas y Grecia: Bruselas quiere dar un escarmiento al populismo griego y hacer que rectifique sus compromisos electorales demagógicos, antieuropeos y chulescos, para que en ningún otro país surjan fuerzas populistas que ganen elecciones con  propuestas demagógicas imposibles de cumplir.

Tras el referéndum, ¿qué puede pasar? Si la premisa primera es que Grecia no tiene capacidad de devolver la deuda, y a duras penas puede pagar sus intereses –no se sabe hasta cuándo—Bruselas y la Troika (el Eurogrupo, el BCE y el FMI),  no tendrán otra salida que aceptar una quita importante sobre la deuda. ¿Cómo afectará esta quita entre los distintos acreedores, principalmente Alemania, Francia, Italia y España? Este ya será otro problema, que de momento no se ha planteado, al menos abiertamente. ¿Qué pasará en Europa? El presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, debería dejar su cargo como ya pidió el líder socialista holandés, Emile Roemer, hace unos días. ¿Será el español Luis De Guindos el que resolverá este embrollo? De momento, dos víctimas: Andoni Samaras, líder de Nueva Democracia en la oposición que luchó por el “sí”, y Yanis Varufakis, ministro de Economía griego muy mal visto por los alemanes, que allana el camino a un acuerdo.
Lo comparo con la crisis de las hipotecas: si no puedes pagar la hipoteca, no tienes otra salida que bajarla o la dación en pago. Nadie puede más allá de lo que tiene, y error es tanto del banco que ha ofrecido la hipoteca, como de quien la ha tomado. Y los errores se pagan.

Finalmente, la crisis griega es una lucha entre teutónicos, galos y latinos contra bizantinos. Bizancio siempre ha tenido las de ganar, no en el campo de batalla, pero sí en el campo de las palabras, del embuste y del enredo. En estas crisis no suele ganar el más fuerte, sino el más listo.


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