La manifestación de París, por la libertad y los valores de convivencia occidentales y contra el terrorismo ha sido un exitazo, como lo han sido todas las manifestaciones que se han celebrado hoy en toda Francia. Celebro el éxito de París ya que por fin occidente ha tomado nota del terrorismo, y ahora hay que pasar de los gestos y de las palabras a los hechos. Y el éxito de París lo celebro mucho, pues que 40 estados de la ONU condenen el terrorismo islamista es un hito. Pero “yo no
soy Charlie Hebdo” --o dicho en francés “Je ne suis pas Charlie Hebdo”. Puede
ser provocativo, y no lo es. Desde esta columna condenamos el vil asesinato
múltiple de la bandas de Al Qaeda y el Estado Islámico en Francia esta semana. Más que una condena es una afirmación inquebrantable de la libertad y la tolerancia, y por eso también de la libertad de expresión.
Pero no
soy Charlie Hebdo, y tengo la libertad y la obligación de decirlo, porque no me puedo identificar con un semanario que está en las antípodas de mis ideas. Defiendo su
existencia pero no me coloquen eslóganes confusos como “Yo soy Charlie Hebdo”
porque no me identifico con el semanario. Ha sido un eslogan acuñado por la
izquierda francesa para condenar el atentado del día 7 en París. En París esta
semana, como ha dicho el presidente de Francia, François Hollande,
hubo tres atentados terroristas, uno también en un supermercado judío y no por
eso me tengo que identificar con ese supermercado.
Hacer
seguidismo de eslóganes siempre me ha chirriado, porque antes de adoptar para
mí un eslogan me gusta pensarlo antes para ver si va con mi modo de pensar. Los eslóganes son siempre
reductivos y necesariamente no pueden expresar exactamente un pensamiento. Sin
embargo, el eslogan francés contra el terrorismo de Al Qaeda y del Estado
Islámico se ha llegado a identificar con un semanario cuyo contenido es una
sátira y una mofa de las religiones. Defiendo que existan estos semanarios, de
la misma manera que rechazo la hipocresía de quienes hoy dicen una cosa y
mañana hacen lo contrario en su país, en su universidad, en su tierra o en su
municipio.
En
Estados Unidos, por ejemplo, no se toleraría este semanario, como no se toleran
muchas cosas, como cuando un profesor fue despedido de una universidad porque
explicaba la doctrina de la Iglesia católica sobre la homosexualidad o como en
Catalunya o en el País Vasco no se permitiría un semanario que hiciera sátira y
befa del catalán o a las instituciones vascas. En Italia no sería posible publicar
“Charlie Hebdo” porque va contra la Constitución que exige el respeto para
todas las religiones. Y un largo etcétera.
Los
franceses y el mundo en general han condenado sin paliativos un atentado contra
un medio de comunicación y más en general se condenan los atentados o el uso de
la violencia contra quienes utilizan el Islam para acometer actos violentos o
para quienes matan en nombre de Alá. Ha sido muy importante la manifestación del domingo en París, que no ha sido, menos mal, a favor del semanario atacado por los islamistas, sino a favor de la libertad y contra el terrorismo. Ha sido una manifestación abierta a todos y no se ha polarizado en el semanario satírico.
El
terrorismo de origen islámico va a dar que hablar todavía, pues en Francia se
ha visto que hay grupos organizados y preparados sin ser controlados por las
fuerzas de seguridad. Lo mismo ocurre en cualquier país de Europa, a excepción
tal vez de Gran Bretaña. España lleva más de medio siglo luchando contra el
terrorismo doméstico y diez años en la lucha contras el terrorismo islámico.
Por eso las fuerzas de seguridad españolas tienen una formación y una
experiencia no solo en el terrorismo, tanto propio como islámico sobre todo
desde el 11-M.
El
terrorismo de origen islámico ¿puede combatirse con el solo uso de las fuerzas
de seguridad o del ejército como en Francia? Rotundamente no. Y hago otra
pregunta ¿qué dijeron los imanes en sus prédicas en las numerosas mezquitas
españolas el viernes de oración siguiente a los atentados? Según mis
informaciones, no todos entonaron la condena de estos atentados como lo
hicieron las voces oficiales de las organizaciones islámicas españolas. Tampoco
todos los estados islámicos condenaron los atentados de París, aunque Hezbollah, considerada organización
terrorista, e Irán afirmaron que la violencia no está en la religión islámica. Este
terrorismo hay que combatirlo también con armas políticas.
El
Gobierno de España, que quiere ser un poco portavoz de los países árabes dentro
del Consejo de Seguridad, de la ONU, debería preocuparse que “todos” los
estados árabes condenaran –y no solo de palabra, solo con hechos—el terrorismo
de Al Qaeda y el Estado Islámico. O conseguir que algunos clubes como el F.C.
Barcelona dejaran de hacer publicidad de un Estado como Qatar, financiador de
este terrorismo, o que el gobierno español mirara mejor sus relaciones con
Qatar que son importantes.
Podríamos seguir desgranando uno
a uno ciertos apoyos indirectos que se dan a quienes financian el terrorismo.
Por esta vez solo apuntamos que la lucha contra el terrorismo de origen
islamista no se derrota solo con medidas policiales, sino también con medidas
políticas que lógicamente afectan el bolsillo de estados y organizaciones
internacionales. Es el momento de la transparencia y de limpiar de hipocresías
las políticas internacionales de muchos estados.
También en nuestros comportamientos hay indicios a la violencia, como cuando entre políticos se llaman nazis o fascistas los unos a los otros, o cuando se ridiculiza sin piedad a una persona o grupo que no piensa como nosotros.
También en nuestros comportamientos hay indicios a la violencia, como cuando entre políticos se llaman nazis o fascistas los unos a los otros, o cuando se ridiculiza sin piedad a una persona o grupo que no piensa como nosotros.
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