En vísperas de la
celebración de la entrevista entre el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y
el presidente de la Generalitat, Artur Mas, se viven en Catalunya días tensos.
Los partidarios de la independencia no quieren saber nada de aplazar la
referéndum independentista. En esta línea están la “Assemblea Nacional de
Catalunya” (ANC) que lidera Carme Forcadell, Esquerra Republicana que lidera
Oriol Junqueras, por supuesto la CUP, el movimiento abertzalecatalán, y
también Iniciativa per Catalunya, es decir los que pactaron la fecha y la
pregunta del referéndum.
Esto
ocurre en el momento en que los socialistas del PSC tienen otro líder, Miquel
Iceta, arropado por Pedro Sánchez y su inseparable Susana Díaz. Si hubiera
estado Pedro Sánchez en el Congreso del PSC sin Susana Díaz, se diría que el
PSOE no estaba al completo por muchos barones territoriales presentes. El PSC,
que no quiere la consulta sino un estado federal, espera que Artur Mas
descarrile porque vive atrapado por el calendario, sin tener el censo (el censo
es propiedad del Estado) y se desconoce en base a qué legalidad puede convocar
el referéndum.
La Ley
de Consultas catalana –que según algunos debería permitir la celebración del
referéndum independentista desde la legalidad—una vez aprobada será impugnada
ante el Tribunal Constitucional, el cual podría decidir suspender cautelarmente
su aplicación. Esa ley establece el voto a los catalanes mayores de 16 años,
pero no se tiene un censo, ni de los mayores de 16 ni de los 18 años. El mes de
septiembre se celebrará el referéndum en Escocia y el resultado no parece
favorable a la independencia.
Parece de todas formas que Artur
Mas mantendrá la celebración del referéndum hasta el último minuto para obtener
concesiones. Si no se celebra el referéndum dicen que hay un plan B que puede
consistir en elecciones anticipadas, dimisión de Artur Mas retirándose a los
cuarteles de invierno, etc. Aplazar el referéndum haría difícil mantener la
tensión separatista de la población.
Para
mayores dificultades resulta que ahora se va Duran Lleida de secretario general
de la Federación Convergència i Unió (CiU) una vez deshojada su margarita.
Duran no quiere correr la suerte de Artur Mas en algo que ni él ha buscado, ni ha
creado, ni ha alentado.
Artur
Mas se reunió la semana pasada con la Trilateral, sección española, una especie
de lobby internacional de las ideas y de las fortunas, para decirles que todo
se haría en Catalunya desde la legalidad. ¿De cuál legalidad? No lo sabemos.
Mas tiene dos legalidades: la legalidad constitucional española y la legalidad que emana de sus
consejeros y asesores bien pagados, personalidades del derecho público e
internacional que han construido una legalidad paralela al estado de derecho
español.
A todo
ello sigue el bombardeo continuo de los medios de comunicación, prensa, radio,
televisión e internet, en favor del “dret a decidir” y de la celebración de la
consulta, como el dictamen del Pacte Nacional pel Dret a Decidir, presidido por
Joan Rigol, quien pidió a Rajoy que dejara celebrar el referéndum el 9 de
noviembre. Rigol es una excelente persona, pero carente de autoridad política y
firmeza. Fue él quien dejó que el trazado del AVE pasara al lado del templo de
la Sagrada Familia y hoy ya se han desprendido piezas de la arquitectura de Gaudí.
Todo el mundo lo preveía… menos los políticos barceloneses.
Otra
ducha fría para el independentismo han sido las declaraciones de Angela Merkel,
que ha dicho que apoya al gobierno de Rajoy en el tema catalán y que no quiere
saber nada de secesionismos en Europa. Ni Merkel, ni Hollande, ni Renzi, ni
Cameron ni tantos otros (el papa Francisco ha dicho que el Vaticano es neutral))
apoyan esta independencia.
Si a esto sumamos lo que está
cayendo en Ucrania y en Gaza, y los ruidos de tambores que hay en Europa y en
el mundo, las cosas no pintan nada bien para el independentismo, en el lado
internacional. Hoy se puede anunciar el fracaso de quien propuso la
“internacionalización del conflicto catalán”. La Catalunya independentista no
encuentra aliados y está muy sola dentro y fuera de la Unión Europea.
Ya
dijimos en otro artículo que es muy difícil cumplir con fechas y topes
inamovibles a decisiones políticas no pactadas, porque la vida es muy rica y en
el mundo pasan muchas cosas. Artur Mas se encuentra –y lo sabía cuando firmó la
fecha y la pregunta en diciembre—atrapado
por el calendario: si no cumple con la fecha del 9 de noviembre, los que le
apoyan lo abandonarán a su suerte, y si cumple con la fecha, los que no le
apoyan, entre ellos los países europeos, el gobierno español, el empresariado, ya lo han abandonado. Haga lo que haga está atrapado, a no ser que alguien le facilite
una salida airosa.
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