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Hay que reinventar el socialismo cara al futuro

La celebración del 38º Congreso del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) ha puesto de manifiesto las contradicciones y la crisis de valores del socialismo español, que coincide con análogas crisis del socialismo europeo. En el fondo ha sido la crisis económica actual la que ha puesto al desnudo los valores tradicionales del socialismo democrático, como la igualdad, la emancipación de la clase obrera y la transformación de un capitalismo sin clases, la solidaridad, etc.

Hoy todo el mundo es consciente que el Estado del Bienestar tal como lo habíamos planteado es inviable económicamente. La culpa no es solo de las socialdemocracias europeas, sino de los partidos conservadores, que queriendo rivalizar en políticas sociales con el centro-izquierda, han apoyado un sistema de protección del ciudadano por encima de las posibilidades económicas de su país. En realidad el Estado del Bienestar se asienta sobre tres columnas básicas: la sanidad, las pensiones y la enseñanza. Es decir la protección de aquellos ciudadanos más débiles: los enfermos, los ancianos, incapacitados y sin trabajo, y los niños y adolescentes. El Estado del Bienestar ya no es patrimonio del socialismo democrático, sino patrimonio de todas las formaciones políticas democráticas, pues todas quieren defenderlo.

En el Siglo XXI los principios que han de mover el socialismo deben cambiar y no pueden ya basarse en la justicia social, la eliminación de clases, o la defensa de los obreros, o la solidaridad. Estos son valores que, o han prescrito --porque la clase obrera es hoy clase media-- o porque ya son comunes a otras formaciones políticas. El socialismo español entonces ha encontrado el filón de ser un partido “laicista”, es decir partidario de arrinconar a los creyentes de todo pelaje a sus casas y conseguir que la religión no tenga trascendencia pública sino privada. Por lo tanto, de la originaria transformación del capitalismo se ha desviado hacia la transformación de la sociedad tradicional, como la familia, la libertad de abortar sin límites, la eutanasia, los matrimonios homosexuales, además de los tics monopolizadores de la cultura y la educación: escuela única, laica y pública.

También forma parte del socialismo democrático el control de muchas actividades económicas que necesitan el sello o permiso de la administración para poder funcionar, como los medios audiovisuales y culturales, los transportes (puertos, aeropuertos, ferrocarriles, etc.), y tantas otras actividades que deben vivir de la subvención, o de la insostenible subvención. Por eso los sindicatos plantean potentes reivindicaciones en aquellas empresas que puedan privatizarse, porque tiene más fuerza la huelga en una empresa pública porque afecta a los políticos y al presupuesto público, que en una empresa privada, porque no se pueden hacer huelgas contra las cuentas de resultados negativas o el desequilibrio de los balances de las empresas. El sindicalismo, al igual que el socialismo, tampoco ha evolucionado mirando la economía globalizada y competitiva del Siglo XXI.

Por lo tanto, si el socialismo consiste básicamente en laicizar la sociedad, vamos por mal camino. En España hay y habrá personas religiosas y personas que no lo son, y personas que confiesan también otras religiones distintas de la católica. Si no sabemos convivir con esa realidad mal van a ir las cosas, mal va a ir la convivencia. Ya se ha visto cómo en los países comunistas europeos, a pesar de las férreas prohibiciones, no pudieron arrancar la fe cristiana al pueblo. Es una lucha que no tiene sentido, democráticamente hablando. Como tampoco tiene sentido democrático creer que el Estado debe hacer muchas cosas porque los ciudadanos no son capaces de hacerlo por sí mismos: es cegar la libertad creativa de los hombres y mujeres del país.

El 38 Congreso del PSOE

No esperaba que este congreso del PSOE reinventara la izquierda, aunque algún atisbo de futuro vería. No ha sido así. Carme Chacón no era la renovación, porque como han dicho muchos, hablaba con titulares de prensa, o twits, sin un planteamiento de fondo. Además, su histriónico discurso largocaballerista, populista y mitinero en el Congreso, hizo que unos 60 delegados, como mínimo, según mis informaciones, decantaran su voto hacia Alfredo Pérez Rubalcaba, cuyo discurso es el que todos esperaban: “voy a renovar el PSOE para hacer el PSOE”. Es decir que va a borrar el zapaterismo que convirtió al partido en un partido de “barones” autonómicos para formar un partido más cohesionado. Pero ¿con qué ideas? No se sabe, o al menos no se han dicho. ¿Será una travesía del desierto? Depende de si la derecha de Rajoy consigue crear confianza en las clases medias y empresariales del país y no comete errores. 

El PSC se equivocó y mucho jugando a fondo la carta de Chacón. Podía haberse mantenido al margen.  En el fondo el PSC –ya lo quiso hacer con Zapatero—quiso controlar el PSOE, pero ni entonces ni ahora lo ha conseguido. El PSC ha salido mal parado, no ya a nivel de PSOE –donde cada vez pesa menos—sino a nivel  catalán, pues se ha visto un partido falto de liderazgo y de discurso como no sea el laicismo del PSOE y la ambigüedad con que juega al nacionalismo como quien deshoja una margarita. Podrá apostar por más catalanismo, pero no tiene credibilidad después de escuchar estas semanas a Carme Chacón compitiendo en ser más jacobina que Rubalcaba.

El socialismo español ha perdido su norte y no ha sabido despegarse del lastre de su pasado. El socialismo materialista dialéctico falleció ya el siglo pasado. Hay que reinventar el socialismo del futuro.

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