Sobre wikileaks se ha escrito mucho, y como periodista que soy, muchos amigos no periodistas me han preguntado mi opinión: ¿lo hubieras publicado? Mi respuesta es: “¡claro que sí!”, por diversas razones.
Por una parte, ya era hora que el gran público se enterara de cómo funcionan las diplomacias, y en especial la diplomacia americana, por cierto no mejor que las otras. La diplomacia es un servicio de los estados muy caro y conviene que exista un control, y que los ciudadanos se enteren de cómo se gasta este dinero, repartido entre la intriga política, la información confidencial –no pocas veces subjetiva y un poco amañada, según el embajador de turno—y donde hay mucho chismorreo morbosillo, sobre los personajes que están en el candelero de la política actual. Lo malo es que hay opiniones que se toman en serio.
Por otro lado, ¿quién ha filtrado estos documentos? ¿Un soldadito de 23 años? ¡No haga usted reír señora Clinton! ¿Cómo es posible que un soldadito (diría que muchos soldaditos) tuvieran acceso a doscientos y pico mil documentos reservados? Si era así, sólo hay una responsable, la Secretaria de Estado, Hillary Clinton que guarda los papeles reservados sin ningún control, y hasta podrían venderse en los mercadillos de papeles o libros usados. Por lo tanto, no busquen más culpables: el único culpable es quien debería tener bajo custodia los documentos reservados, es decir la Secretaría de Estado, y su responsable al frente, señora Clinton.
El/la culpable de la publicación de los documentos, por lo tanto, no es del responsable de wikileaks, el australiano Julen Assange, a quien le han puesto precio a su cabeza en los Estados Unidos, sino que quien no ha sabido custodiarlos y los ha colocado, voluntaria o involuntariamente en el mercado público.
Entre los papales, cabe preguntarse, ¿cuántos secretos de Estado se han descubierto? Muy poquita cosa, y lo que más ha interesado a la opinión pública son las opiniones personales que los diplomáticos norteamericanos tenían de los connacionales de los lectores: (Sarkozy, Berlusconi, Zapatero, Mohamed VI, etc.). Descubrir a estas alturas que Sarkozy se cree un pequeño emperador con un enorme afán de protagonismo internacional, no es necesario que lo digan un diplomático americano; es evidente para todos los que siguen la actualidad. O decir que a Berlusconi le gustan las fiestas y las chicas, no es secreto alguno, lo mismo que decir que Marruecos es un país corrupto, pero está el morbillo de que “lo dicen los americanos”, de que “es lo que opina la Casa Blanca”. ¡Apañada está la Casa Blanca si sólo hace caso de sus embajadores y no contrasta las opiniones!
Más serio es el anuncio de Assange de que algún gran banco está en el ojo del ciclón el próximo mes en las páginas de wikileaks. Después de lo que hemos sabido de la gran banca en los últimos meses, puede ocurrir cualquier cosa. Pero que quede claro: lo que salga en los papeles de wikileaks sean o no verdades a medias ayudarán a que los banqueros actúen de otra manera, con menor prepotencia, con más profesionalidad, con menor especulación y velando por los intereses, no sólo de los accionistas, sino también de los impositores, que son sus clientes. ¡Cuánta falta de éetica hemos descubierto en el mundo de las finanzas durante la crisis! ¡Cuánta falta de ética hechos descubierto en la diplomacia americana con wikileaks!
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